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Noticias mensuales: septiembre 2019

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Suspiro Salino

Tomó el pañuelo sumergido en sus ojos de Niágara,
limpió sus viejos calzados maratónicos en los salares
miró el infinito dibujado de gris, escondiéndose el sol
tras su travesía de años populosos en sus extremidades.
Todo estaba impregnado de muchedumbre en sus sienes,
el viento dio un grito espantando en su melancolía que lo ataba
dando un sobresalto alzó vuelo a los sueños infantiles,
la luna le pintó los labios de miel invitándole a pasear …
melancolía

Largas horas permaneció en silencio, sólo con el rostro rosado
nada presagiaba otro encuentro en los ricos empinados
fotografió cada minuto que sus pies acortaban derroteros,
pequeños camiones inventos maravillosos de su niñez
alzaron su figura y sus manos dieron partida a su regreso
en el camino largo y , polvoriento dejó sus gastados zapatos
tomó el macho , la picota abandonándolos en el horizonte
la camancha echo vuelo en medio del carnaval de remolinos
dar un vuelco a la realidad era un sueño, una ilusión crecida
el pimiento dio su aroma trazando la sepultura a sus pies
mientras flores de papel venían de prisa a dar colorido, sosiego..
a la tumba del hombre que marchó como tantos con la sal
el pimiento, la camanchaca en la pampa bendita y maldita
al mismo tiempo.

La poeta y periodista chilena Ana Cuadra Hernández -afincada en Suecia- forma parte de la RIET. La autora publicó el poema “Suspiro salino” en su blog personal, El drin azul , http://drinazul.blogspot.com/

Perder el foco

protest-4242661_960_720Es fácil perder el foco cuando se usa un lente largo. El cuidado que hay que ponerle para que el objetivo no pierda claridad debe ser mayor. Es decir, cuando se está lejos y se quiere mirar de cerca al mismo tiempo, si no se tienen cuidad, todo sale borroso; digamos que la ubicuidad tiene su arte.

Algo similar ha ocurrido con la forma en que hemos mirado, durante las últimas semanas, la protesta femenil de un viernes en la Ciudad de México. Han aparecido los puntos de vista extremistas, que no radicales, pues es característica de un necio colocarse en el lado opuesto de su oponente sólo por joder, y pocos ha sido los análisis certeros y bienintencionados que buscan que lo ocurrido el 16 de agosto no sea condenado tachado de vulgar vandalismos y pase a ocupar un sitio en el escaparate del ostracismo que, a la vista de todos, ha ocultado en este país muchas de las cosas que de verdad importan y deberíamos tener frescas en la memoria todos los días.

Nadie con tres dedos de frente puede negar la importancia de que las mujeres hayan mostrado públicamente su hartazgo y frustración al respecto de un mundo que las orilla a representar sólo el papel de objetos de satisfacción masculina poniéndolas en el centro de las agresiones verbales, físicas, sexuales, y hasta en riesgo de perder la vida. La magnitud de la protesta es directamente proporcional al daño que les hemos causado todos como sociedad, sobre todos aquellos que se quedan impávidos viendo pasar lo ocurrido como las vacas miran pasar los trenes.

Pero tú eres hombre. A ti nadie te ha acosado, nadie te violenta, ¿qué te importa? Aun cuando estas afirmaciones claramente machistas fueran ciertas es mi derecho, como padre de una hija, mostrar mi solidaridad a un movimiento que busca el respeto y la igualdad, al igual que mi consternación por vivir en un país donde día con día la cifra de mujeres que desparecen y al poco aparecen muertas crece como la espuma, mejor será decir, como el sargazo.

El punto es simple. ¡No debe de ser así! Ni mi hija, ni su madre, ni ninguna mujer deberían salir a la calle con miedo. Todas en este país deberían salir a la calle vestidas como se les pegue la gana, mostrando o no las partes de su cuerpo tal cual les plazca. Y si alguien se atreviera a faltarles por la simple y sencilla razón de ser mujeres, el castigo debería ser ejemplar y público. No se trata de la ley del talión, se trata de volver a la sana costumbre del respeto, único estandarte donde puede izarse y ondear la bandera de la igualdad.

Sin embargo, aunque la rabia con que actuaron es comprensible, no es justificable; no porque lo destruido vaya a costarle a los contribuyentes, o porque se altere el apacible sueño del monumento independentista, no, sino porque el destrozo se convierte en el pretexto idóneo para perder el foco, para volverlo el tema principal y soslayar lo verdaderamente importante: que las mujeres en México están cansadas de morirse por ser mujeres.

Es como cuando, en el medio de una discusión de pareja, uno de los implicados comete un error de fecha o confunde la ubicación de unas vacaciones, inmediatamente la pifia es utilizada por el contrincante, digo por la otra parte, para desprestigiar lo dicho, por poner en tela de juicio la veracidad del argumento, pero que eso, para anular la validez del sentimiento.

Pero ya ha ocurrido, ¿qué hacemos ahora? Esforcémonos por no perder el foco, quitémonos el telefoto y no juguemos a estar en dos sitios a la vez, acerquémonos a escuchar lo que las mujeres a nuestro alrededor han sufrido en la calle, en la oficina en la casa y pongámonos firmemente de su lado, al cabo la justicia que ellas buscan nos liberará a todos.

Abraham Chinchillas es un escritor, poeta, traductor, editor, periodista, fotógrafo, locutor de radio y TV y promotor cultural mexicano. El texto “Perder el foco” ha sido publicado previamente en el blog de este miembro de la RIET,

Ocupaciones, ¿derechos, mafias o sesgo de clase?

pintada
Primero fueron pisos sueltos, ahora son bloques enteros e incluso chaletito con piscina ocupado en verano para desesperación de los dueños, pero también de los vecinos que sufren, día a día, la degradación de su espacio personal. En la ciudad de Tarragona ya es tristemente famoso el bloque ocupado en la Part Baixa, foco de peleas, tráfico de drogas, ruidos y porquería. Esta sucia estela se extiende en tantos otros puntos–afecta a todos los barrios- que parece una invasión ruidosa de los bárbaros expulsando a la ciudadanía. Y ojalá fuera solo en Tarragona, porque el problema es general.

Tener un techo digno es un derecho constitucional que se ha convertido en un potaje en que, como se corea en la calle, hay gente sin casa y casas sin gente. Pero todos tenemos claro que una cosa son las personas o familias que no tienen donde vivir y la otra, las mafias que se aprovechan del sistema y sin rubor alguno, alquilan y venden casas que no son suyas con un estilo no precisamente amable.
Tampoco son precisamente amables los bancos que, invocando vete a saber qué derecho, no cumplen con sus obligaciones con la comunidad una vez han expulsado a los habitantes de un piso. Y si uno no paga la luz de la escalera ni la limpieza ni el mantenimiento de las zonas comunes, el resto tiene que apechugar más hasta que, al final, no paga nadie. ¿El resultado? El esfuerzo de toda una vida degradado a la velocidad de la luz. Que no deja ser otro avance de la barbarie.

Sin embargo, este retroceso de lo civilizado no afecta a toda la sociedad. Tiene un claro sesgo de clase social. Una vez más, quien tiene dinero tiene casa y recursos para no verse en la calle o con vecinos mafiosos devaluando su propiedad. Pero los desfavorecidos, una vez más, o les expulsan o les degradan su entorno.
No olvidemos que la vivienda es algo más que un techo seguro. Es tu propio espacio vital para desarrollarte como persona, tu refugio en tu proyecto de vida. La intemperie no es solo física, sino emocional. Devastadora, pues, a todos los niveles.

Apelar a la solidaridad es muy bonito, pero como raras veces funciona, apelo al derecho constitucional de una vivienda digna y a las competencias de las autoridades para proteger este derecho. Es de sentido común afirmar que una buena bolsa de vivienda social reduciría la ocupación. También los incentivos para el alquiler social de los pisos vacíos como, por ejemplo, con la garantía que los inquilinos no destrozarán la casa, sino que la cuidarán. Podría hacerse con acompañamiento, supervisión y formación de los inquilinos.

Otra fórmula sería con ayudas a la rehabilitación a cambio de un alquiler asequible durante un plazo de tiempo razonable. O, incluso, con un seguro que garantice el cobro del alquiler. La realidad es que se ofrecen auténticos cuchitriles Pero ¿cuánta vivienda social hay en España, en Catalunya, en Tarragona? Desconozco la cifra, pero tengo claro que es insuficiente y con demasiados casos de cuchitriles disfrazados de piso. La falta de terrenos no debe ser excusa: o se compran, como todo puede comprarse en esta vida, o se expropian.

Conviene recordar el caso de Tarragona. Hace muchos años se creó una empresa pública para velar por la vivienda. Poco recorrido tiene del mucho que podría haber hecho con un mínimo de voluntad política. Voluntad que no está, aunque muchos la esperamos.

Los ayuntamientos dan ayudas al alquiler de las personas y familias más vulnerables. Esto también reduce las ocupaciones ilegales, pero con un matiz de caridad que no es de recibo. ¿No sería mejor una bolsa de trabajo social? La cita del pez para comer un día o enseñar a pescar será vigente toda la vida, aún a riesgo de que se enfaden veganos y animalistas fanáticos.

No se puede permitir de ninguna de las maneras que haya gente durmiendo en la calle y familias enteras privadas de sus derechos más básicos mientras los de siempre siguen amasando fortunas. Es una obligación moral buscar soluciones y, en este sentido, la Coordinadora d’Entitats de Tarragona (CET) planteará crear una bolsa de trabajo social entre el más de centenar de socios que la componen.

Si hay trabajo, no hay ocupación. De las mafias, que se ocupen, nunca mejor dicho, las autoridades. Pero ya.

Ángel Juárez Almendros es presidente de Mare Terra Fundació Mediterrània, de la CET y de la RIET. Este artículo ha sido publicado en “Reflexiones… por Ángel Juárez.
Espacio de reflexión sobre medio ambiente, cooperación internacional y actualidad”

Crisálida

fractal
Ella canta, canta
y no importa la lluvia.
Canta y el deseo la invade.
Corre, corre
y se le va la vida.
Presiente que no está sola,
pero no lo sabe aún.

Hasta que la ve entre la multitud
que corre a refugiarse.

Canta, canta y el dolor persiste en el pecho.
Un ángel cae en medio del concierto final.
Desde abajo los mira.
Le arrojan flores y –finalmente- tierra.

Crisálida

En otro lugar,
ella esta triste y no sabe por qué.
Y la mujer con sombrero que siempre está.
Las misteriosas marionetas
le dejan huellas,
y el amor.

Las fotografías develadas
le muestran la verdad.
Aquella existía.
Percibe su presencia,
en un canto, en una fugaz luz,
en el azul del anochecer.
Se dirige al padre.
Comprende que debe seguir;
por ella, por las dos,
y el árbol las une eternamente.

El miembro de la RIET Eduardo Alberto Planas es abogado, poeta y editor . El poema “Crisálida” fue publicado en Artesanías Literarias.