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Miguel Ángel Montoya Jamed: ‘Carta por encima del hastío’

montoya

El filósofo, escritor, profesor titular exclusivo de la Universidad Nacional de San Juan (Argentina) y miembro de la Red Internacional de Escritores por la Tierra (RIET), Miguel Ángel Montoya Jamed, vuelve hoy a nuestra web. En esta ocasión, lo hace con una una misiva, bella y triste a la vez, titulada ’Carta por encima del hastío’.

‘Carta por encima del hastío’

Amigo mío,

Te escribo estas páginas en voz alta, no puedo susurrar la emoción de encuentros similares.

Mi mesa tiene un brillo parecido. Discusiones, ajedrez, documentos clandestinos, poemas y el sueño de la revolución a pocas cuadras.

¿Qué haremos mañana?

¿Te acuerdas… qué haremos mañana?

Van unas páginas de adultas dudas cotidianas. Casi de madrugada, y mate amargo.

Se pusieron adultas…

Mis ensoñaciones: tan dudas y tan cotidianas.

A esta hora, hay pájaros que no duermen, igual que yo. Pero ellos vuelan, y cantan.

Los Hombres soñamos con volar. Tal vez, para habitar las cumbres o las copas de los árboles.

Por arriba de los hombres diminutos.

Por arriba de las prácticas del cálculo.

Hay que habitar por arriba.

El hombre lleva, en él, un niño y el niño lleva un pájaro. El hombre, que tiene la voluntad, lleva la libertad.

Cuando hago una pausa y  te miro por encima de la máquina. Una oscuridad con reflejos blancos, con reflejos de Luna nueva, ronda por las ventanas de la casa.

Los árboles del fondo, tienen entre ellos, un viento suave. Digo: entre ellos, porque las cortinas  no se mueven.

Y tengo la ventana abierta para mirar las flores blancas de la enredadera.

Una Dama de Noche recostada en el alambrado del Este. Sus campanillas blancas se cerrarán después que salga el Sol.

Nacerán las mariposas y durarán hasta mañana.

Tenemos que durar los Hombres.

Tengo palabras, algunas que fueron tuyas, cuando hiciste poemas o escribiste artículos para los diarios. Otras de amigos comunes… que las dejaron.

Palabras que cruzaron represiones, discursos, convocatorias, votaciones in-propias, decisiones ajenas.

Con algunas armaré  frases para escribirte.

“Las palabras pueden llegar a cansarse  y a enfermarse, como se cansan y se enferman los hombres o los caballos”, dice Cortázar.

Tenemos la Palabra y el Asombro.

Cambio el mate, por segunda vez y sigo la carta. Los perros ladran cuando gritan los teros. O ladran para acompañarme.

¿Qué haremos mañana?

Cuando se enciendan los noticieros con la simulación.

Cuando se cuelguen en las esquinas los titulares de los diarios con la simulación.

Cuando invadan de nuevo las calles y el trabajo: con lo que hacen, con lo que hicieron, con lo que nos dejan, con lo que nos quieren, con lo que postergan por la nación, con sus sufrimientos por la democracia.

Invaden. Llevan un santo. Aplauden. Levantan las manos. Se persignan. Entran al Banco. Salen del shopping. Rinden las cuentas. Están conectados. Cobran. Los aplauden. Comulgan. Encienden sus teléfonos y cobran de nuevo. Besan a su mujer. Se miran por la Televisión. Se escuchan por la radio.

Y ríen.

Y ríen.

Satisfechos en la impunidad.

Exhibidos con las putas de la televisión, que no buscan clientes por medias pizas en las calles. Exitosos habitantes del country.

¿Qué haremos mañana?

¿Por qué, ellos,  no se apagan cuando sale el Sol? Claro: no como las Damas de Noche, que son bonitas flores blancas.

Si se apagan, tal vez las mariposas no mueran mañana.

Mientras tanto:

Hay niños que se enferman por hambre. Hombres y mujeres que duermen en las calles.

Indigentes. Situación de calle. Mendigos. Subsidiados. Jubilados por nada. Asignados. Excluidos.

Todos: Hombres, excluidos de la construcción de su Mundo.

Residuos de la soledad.

Mientras tanto:

Ríen.

Exhibidos.

Aplauden.

Comulgados.

Aplaudidos.

Votados.

Sale el Sol. Y no se marchitan como las  flores de la enredadera.

¿Qué haremos mañana?

Cada día, cuando amanece hay hombres, mujeres y niños que no caben en la risa. Ni en la cadena nacional.

¿Lees el poema?

¿Oyes los latidos?

Las flores amarillas de las orillas del camino son nuestras.

Las tijeretas, cuando vuelvan serán nuestras.  ¿Dónde andan?

¿Por dónde vuelan? Femeninas.  Inaprehensibles. Aristocráticas, por su libertad.

Ya, va a amanecer, y  que no se entorpezcan los hombres que caminan. Claro: para que no pisen las flores amarillas de las orillas del camino.

Que los hombres que van-yendo hacia el ocaso, levanten la cabeza hacia la copa de los árboles, a ver si vuelan tijeretas.

A ver si han vuelto del exilio con otros pájaros.

Los pájaros que se van. Por el veneno del Aire. Por el veneno de la Tierra. Por el veneno del Agua.

Se van por el veneno de la servidumbre. Y quedan las camas de cartón y diarios viejos.

Te escribo de madrugada  esta carta con mis incertidumbres cotidianas.

¿Qué haremos mañana?

No van a estallar los muros, aun.

Volaran las tijeretas, seguramente.

Pero, aun, no habrá sueños sobre las camas de diarios de media plaza.

Va a ser, mañana.

Va a ser mañana.

No se marchitarán las flores  y no morirán las mariposas cuando anochezca.

Ahora voy a caminar para encontrarme con el amanecer.

Mientras tanto.

Para encontrarme con el amanecer.

Miguel Ángel Montoya Jamed

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