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Paola Silva: ‘Glaciares de Colombia, una muerte anunciada’

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La colombiana Paola Silva es comunicadora social, periodista especializada en cuestiones socio-ambientales y miembro de la Red Internacional de Escritores por la Tierra (RIET). También es la responsable de comunicación del colectivo Nuh Jay, “El cielo en la tierra” en Putumayo, uno de las zonas con mayor riqueza natural del país colombiano. Podéis saber más sobre ella en su blog ‘Cuéntame lo que te cuentan‘. Paola Silva debuta hoy en la web de la RIET con un artículo sobre la muerte de los glaciares de Colombia. ¡Bienvenida a la RIET, Paola!

‘Glaciares de Colombia, una muerte anunciada’

Una mancha blanca, pobre pero magnífica, es la espina dorsal que comparten los departamentos de Boyacá y Arauca y que conforma la Sierra Nevada del Cocuy Guicán y Chita. 306.000 ha entre los 4.500 a 5.300 msnm. Una mezcla entre el paisaje paramuno con los más de 25 picos de nieve perpetua que chorrean como leche de las montañas pedregosas que se transforman valle abajo en hilos de agua que aportan al ciclo hídrico de los municipios aledaños.

“Ahora yo no arrisco (subir) por allá porque estoy vieja, fui cuando era joven y tenía mucho más nieve que ahora que lo veo todos los días desde el patio” Cuenta una campesina mientras añade: “Seguro en unos años ya no esté”.

Un presagio para quienes lo conocen y una problemática mundial que se discutió en la Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático COP-20 a finales del 2014 en Lima- Perú, el cual busca que 195 países renueven el fallido Protocolo de Kioto para continuar con el compromiso de reducir la producción de Gases de Efecto Invernadero (GEI), causantes del cambio climático, entre ellos el deshielo global.

Situación actual

La Sierra Nevada del Cocuy, declarado Parque nacional colombiano en 1977, (PNN Cocuy) representa actualmente el 35% del glaciar que posee Colombia y se lleva la categoría del más extenso. Aun así, según cifras del Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales de Colombia-IDEAM en comparación con el área glaciar existente en 1850 hasta datos del 2010, el nevado ha perdido el 89% de la nieve, es decir que pasó de tener 148,7 km2 a 16 km2 en 160 años.

Jorge Luis Ceballos, glaciólogo del IDEAM, lleva varios años monitoreando como contador y médico el nevado del Cocuy, y expresa, que en los últimos meses visualmente el glaciar se ha mantenido,  pero durante los 9 años que ha estado a la cabeza sabe que este pierde más masa de lo que gana, y ello se representa en una disminución del 3 al 5% del área, lo que representaría una pérdida de 20 a 25 metros por año. Basados en estos cálculos se estima masa glaciar para solo 30 años más.

El Ascenso a la nieve “perpetua”

En nuestro caso como muchos turistas el propósito final es conocer nieve, lograr llegar a la cima, por lo cual tomamos la ruta del camino de Lagunillas, un recorrido que permite apreciar la morfología de la Sierra que se entrelaza con la abundancia de flora que brota como botones del suelo y que va disminuyendo hasta encontrarnos con los arcos morrénicos del pico de Campanillas.

Las morreras son  montañas de rocas enormes transportadas durante muchos años por la fuerza de la fusión del glaciar. Los cuales bajaron con tal presión, que al subir al área periglacial, se logra observar un horizonte casi asfáltico que constituía la zona del hielo y que ahora solo se observa largos y finas cicatrices que son conocidos como estrías de flujo glacial, Evidencia de dos cosas, uno, la fuerza con el cual el hielo arrastraba la roca, y dos, el cambio altitudinal del ecosistema:

Estas estrías ahora se colonizan  con diminutas plantas, arbustos y frailejones, que como explica Henry Pinzón Benavides, jefe del área protegida del PNN-Cocuy. No solo ha implicado que la flora y la fauna suban la cordillera copando espacios que 10 años atrás eran nivales, sino que también se reporta la presencia de aves en cotas altitudinales muy superiores a su hábitat. Un fenómeno de adaptación al cambio de la temperatura que se ha identificado como catena, es decir que a medida que se funde el glacial todo el ecosistema sube un nivel más arriba de la montaña.

El glacial como alarma del cambio climático

Estos cambios permiten, que los glaciales a diferencia de otros ecosistemas sean considerados excelentes laboratorios para estudiar el cambio climático porque al ser un lugar muy sensible reaccionan de forma rápida y fiel a los cambios atmosféricos.

Esta información que se obtiene mediante técnicas de observación y análisis mensual de variables como la temperatura, precipitación, humedad, viento, radiación y otros que como explica Jorge Ceballos: “funcionan como la alarma de un carro. Si esta suena, no significa que se están robando la alarma, sino todo el carro y así funciona el glaciar. Está mandando señales de que algo pasa y que  los cambios no solo suceden en el glacial sino en el páramo, las lagunas, los bosques, etc.”

A pesar de que el ecosistema es muy sensible, tiene factores que a veces juegan a favor y en contra y uno de muchos es su color. Jorge explica que el nevado al ser blanco tiene la propiedad de albedo, es decir que puede reflejar la radiación, lo que le permite una mayor conservación. Aun así, el hielo a pesar de que se ve blanco en detalle suele ser gris, un color que tiene la propiedad natural de absorber más energía lo que lo obliga a cambiar del estado sólido a líquido. Según Jorge, para que el nevado se salve, necesita nieve, la cual sí es totalmente blanca, pero no se está generando en la cantidad adecuada.

No suficiente con ello, nuestra visita se suma a los factores que alteran la formación del glacial, la novedad del reflejo de la luz en el hielo, la confusión de la nieve con las nubes; entender que no es algodón, que no es tan fría, que alberga mosquitos, que los pájaros la comen, que le huye a la piedra, que se resguarda del sol, que se comporta como el espíritu de la montaña, que tiene vida; desaparece, se mueve y cambia de estado.

Impulsa a querer conocerlo todo: probarla, escribir, deslizarse, armar muñecos y arrojar las rocas a la zona blanca, actividades que aceleran la evaporación debido a que se modifica la presión y composición de las capas del glaciar; la mota, la nieve y el hielo que al ser expuestos a presión  alteran la temperatura de sus cristales lo que facilita la liberación del agua” Explica Adriana Rico de Parques Naturales Nacionales.

Una situación que para expertos como Jorge, no representa un gran impacto en el glaciar, pero si demuestra que se debe educar y cambiar esta cultura, ya que “el ingreso al nevado debería ser como cuando un católico entra a una catedral, con respeto. Las personas deben saber que entra a una zona única, a un ecosistema frágil. No es el que llegue primero al hielo o se tome la selfie. Uno no entra a la catedral así. Uno se quita el sombrero y apaga el celular y luego  comprende que ver hielo, ver nevar en las montañas de Colombia es único, un paisaje que nuestras generaciones no podrán ver.

Qué viene para el nevado

Respecto a la planeación estratégica del área protegida, Henry Pinzón, explica que es un tema incierto pero al menos en el tema turístico, la desaparición del glaciar supondría el incremento en las visitas de los escaladores de roca, y una relativa especialización del destino.

Pero también como explica Jorge, el cambio ya es una señal de que debemos adaptarnos a los cambios como lo hacen las plantas. Él sabe que Colombia tiene una ventaja y es que los glaciares están en áreas protegidas, pero aún falta estudiarlos, faltan profesionales, hay una deficiente regulación turística y educativa. De igual forma preocupa las posibles consecuencias para las poblaciones aledañas que se abastecen de su agua. Pero la decisión de que su nieve se perpetúe no solo en fotos, sino en la realidad depende en mayor medida de una decisión global.

Situación Mundial

Parte de la esperanza por conservarlos proviene de una ruta que se expuso en la COP 20 con el fin de instar a una reducción del 40 al 70%  de las emisiones de GEI a lo largo de los próximos cuarenta años. Si ello no se logra, según el  informe Turn Down the Heat y la revista Nature será inevitable que para el 2100 aumente la temperatura en 4 grados centígrados.

Un cambio que depende de los esfuerzos y compromisos que tomen los ciudadanos y los gobiernos en el próximo COP 21 que se realizará en París. Si esto no se da, se teme que  efectivamente las aguas que conforman los glaciares corran geografía abajo con las historias, creencias, sueños y leyendas que tejen los nevados de Colombia se fundan en los mares.

Paola Silva

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