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Ni turismo ni sostenible

 

turismo

Las palabras, esas que inventamos y nos inventaron, también inventan la realidad y, demasiadas veces, hasta la traicionan. Mantengo, desde hace decenios, que tanto o más grave que cualquiera de las otras crisis es la de los sentidos de lo dicho y escrito. El monumental cansancio que la palabras tienen de que tantos las conviertan no ya en mentiras sino en sus absolutos contrarios. El lenguaje se ha convertido en mimético, esconde mucho más que revela o aclara. Precisamente por eso casi todo está en peligro porque la comprensión ya es tan escasa como la transparencia. Imposibles, por cierto, la una sin la otra.

Necesitaba este preámbulo porque arrecian toda suerte de encuentros, a todos los niveles, sobre el más que mal llamado turismo sostenible. Es más, parece como si toda iniciativa del mundo natural y rural debiera pasar por su exhibición ante los lisiados ojos de los que casi nunca miran a un horizonte.

Pues bien. TURISMO es palabra que debe reservarse para lo que realmente define: el amontonamiento de personas en ciertos lugares donde se sigue viviendo embadurnados de ruido, lelas velocidades y demasiada compañía. El turismo es que 11.000 aviones, como mínimo, estén constantemente en el aire. O que más de mil millones de personas colecciones visitas triviales y fugaces para incrementar el más que falso prestigio de haber estado allí. Sin olvidar, claro, que cuando menos, el turista triplica el impacto ambiental en todos sus frentes, es decir gasto de agua, energía, territorio y generación de residuos. Desencuentros en suma con el paisaje que les acoge. Al otro lado queda el viajar con sentido, es decir encontrarse con lo diferente, enriquecerse con lo demás sin robarle absolutamente nada.
SOSTENIBLE es palabra que dice y escribe la historia de una derrota, del más flagrante expolio de su propio sentido. Porque no conviene olvidar que se ha usado diez veces más para camuflar acciones y proyectos destructores que acrecentadores. Si es turismo resulta del todo imposible que sea sostenible. Propongo que se queden del todo con la prostituida palabra y fundar otros términos que sean más veraces, aunque solo sea por no desgastados por la codicia.
Los que lean este blog llevan años comprobando que siempre lo despido con la palabra ATALANTAR, que quiere decir, entre otras cosas, CUIDAR.
Las propuestas de uso y disfrute del derredor sin daño no dejan de ser formas de conducta respetuosa, atalantadora, pues. Pero no solo de la Natura o la Cultura Rural, también de nosotros mismos. Poco, o nada, cuida tanto de uno mismo como cuidar de los y de lo demás. Encontrarse con el lado acrecentador de la vida y de lo humano durante las vacaciones acaso merecería fundar la palabra ATALANTISMO para minimizar los daños que provoca la peligrosa mentira que encierra eso del turismo sostenible.

Joaquín Araújo

Naturalista y escritor

 

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