Artículo de Ángel Juárez Almendros, Presidente de Mare Terra Fundación Mediterrània y de la Red Internacional de Escritores por la Tierra.
Tras la celebración de la cadena humana del pasado miércoles en Catalunya se han abierto diversas dudas y demasiadas opiniones. Porque en este país todo el mundo dice la suya y a menudo se habla gratuitamente y con mala intención, sin conocimiento de causa o no habiendo analizado los dos lados del tema a debatir antes de entregarse a las tertulias.
Queda claro que hay una parte muy importante de Catalunya que participa del proceso que ha iniciado el gobierno de Artur Mas para llevar a cabo un referéndum de consulta que se presenta como polémico desde su planteamiento inicial. Primera divergencia: el gobierno de Madrid dice que el referéndum no es constitucional y que por lo tanto no se puede realizar mientras en Barcelona invitan al PP a un pulso manteniendo que, pase lo que pase, antes que acabe este año se marcará la fecha para la celebración de esta consulta.
Luego están los efectos de la cadena humana del 11 de septiembre. Sobre todo los derivados de la visión de los medios de comunicación del país y algunos de internacionales. Los medios extranjeros hablan de la unión de las manos de los catalanes en el trayecto de 400 kilómetros marcado como la demostración evidente que Catalunya quiere la independencia. Los del país, exceptuando los que se publican en territorio catalán y que comparten opinión con la prensa internacional, tratan a la cadena humana como un elemento de rotura de la cohesión nacional pero a la mayoría no se les escapa que, vista la altísima participación, el planteamiento de la independencia va muy en serio. Los más derechistas, por llamarlos finamente, siguen demonizando a Catalunya y a los catalanes por lo que consideran una provocación jamás vista.
Y llega el turno del análisis político. Y hay más divergencias. Los representantes catalanes que apoyaron siempre el proceso de independencia y abogan por la realización del referéndum muestran su satisfacción por la movilización de tantos ciudadanos. Los que se quedaron al margen, absteniéndose, no saben si lamentar su decisión ni si ésta les dará rendimiento electoral.
Pero en Madrid – otra casta política – se difiere y hay quien habla de los otros catalanes, los que no salieron a la calle el miércoles, calificándolos como “la mayoría silenciosa”. Saben, y lo saben todos sin excepción, que lo del pasado miércoles marca un antes y un después en las relaciones entre Catalunya-España que se verán más afectadas cuando se haga el referéndum que quiere Barcelona y prohíbe Madrid.
Con todo lo escrito hasta ahora, lo escuchado estas últimas jornadas, leído en la prensa y observado en silencio, me atrevo a decir que la raíz del problema sigue estando bajo tierra, sin un alcance social real. Porque, y mirad si es sencillo el tema, nadie habla de la posibilidad que evitaría el pulso entre los gobiernos de Mas y Rajoy. Nadie explica que los procesos democráticos que sirven para generar opinión desde el respeto deben formar parte de nuestra democracia en todos los sentidos. Es tan sencillo como permitir que se realice el referéndum que se pide en una parte de Catalunya y después, dependiendo de sus resultados, se negocie lo que se deba negociar.
Y quiero dejar bien claro que estoy a favor que se haga el referéndum y aprovecho estas líneas para reivindicar otros muchos referéndums que jamás se han hecho y deberían haberse realizado tanto en las comunidades autónomas como a nivel estatal. La gente debería poder participar en la elección del sistema educativo, el modelo sanitario o la gestión de nuestros propios recursos que ahora hemos visto que muchos de nuestros representantes han malgastado. Los ciudadanos debemos ser y sentirnos más útiles pudiendo decidir cómo queremos nuestro presente y como dibujamos nuestro futuro.
Por eso mantengo que la postura radical de negar ciertos procesos de participación en un estado democrático no tiene demasiada razón de ser cuando son tantos miles y miles de personas las que quieren ejercer el derecho a voto que sí contempla la Constitución. Si Madrid deja que Catalunya se expresa en la consulta quizás las relaciones mejoran, se abre una etapa de diálogo desconocida aún y se puede empezar un proceso que beneficie a ambas partes. Todos deberían asumir las reglas de juego. El Estado dando permiso y legitimidad al referéndum y la Generalitat asumiendo el resultado final teniendo en cuenta que en Catalunya vivimos siete millones y medio de personas y la cadena humana la formaron uno de cada cinco.