Retroceder no sólo es una decisión de cobardes también puede llegar ser un defecto de valentía”. Plante y temor aparte, está claro que el virus de la evolución retrógrada instalado sin antídoto en la desprogramada ruta del actual gobierno, nos ha cambiado la luna con parabrisas de nuestro frente por un tremendo y feo retrovisor. La óptica visionaria y alentadora, que en demasía asumía el abuso del endeudamiento hasta hace apenas meses, no era sostenible de ninguna de las deformadas maneras pero lo es tampoco este desdén de soberanas sobreactuaciones en diferido por parte de los moderados políticos, en aumento, y asalariados en detrimento de sus vasallos.
La política actual es la odisea de la incerteza, una oda al despropósito, una hornada de parásitos, un desorbitado insulto a la inteligencia del parado y quieto país que torpemente habitamos. Quieto cuando tendría que ser inquieto, parado cuando debería ser y estar movilizado. Los enemigos de la evolución y la innovación cuando asumen el timón, suelen dedicarse a colocar ventiladores sobre las velas de los mártires para crear un movimiento ficticio de ilusión mientras el ancla permanece dándose un chapuzón en el fondo del mal. ¡Sí, eso! ¡Chapuzón!, eso es lo que le ocurre a este sumiso país, somos un disecado chapuzón. Una nación con una fe retro que se deja engañar ante la decisión de retroceder a cualquier precio sin causar desprecio y efecto de valentía.
El ejército de parados es el que hubiese tenido que protagonizar el desfile de las fuerzas cansadas ante la bandera del desamparo este doce de costumbre junto a la legión de indignados y la patrulla asfixia. La Cabalgata sin Rey se convirtió en una pro-cesión al Príncipe y nos mostró un desfile de infantilería sin caballería en el que el recorte tuvo acto de presencia demostrando la realidad de un país sin líderes con artillería. España “va de retro” por quienes van delante y acabará de féretro si no cambia su rumbo de vista.