Acompañado de los periodistas Carlos Salinas y Octavio Enríquez, el escritor y miembro de la RIET Sergio Ramírez presentó el pasado jueves su nuevo libro de cuentos “Flores oscuras”, en la Alianza Francesa de Managua, en una noche propicia para un diálogo intenso acerca del libro y de los distintos acercamientos, diferencias y semejanzas entre el periodismo y la literatura. El juego narrativo en el que se diluyen las fronteras entre ficción y realidad o entre imaginación y vida real, ha sido una constante en las novelas de Ramírez, pero tampoco es ajeno a sus narraciones cortas, que constituyen un pilar fundamental de su obra.
Aun siendo un verdadero maestro del relato corto, en la balanza de cierto público lector podría pesar más su obra novelística, sin la cual nos habríamos perdido de algo fundamental; aunque la aparición de estos nuevos cuentos lo siguen confirmando como un cuentista consumado.
El propio autor ha confesado en entrevistas que su primer propósito fue ser cuentista, y que a la novela llegó después de ejercitarse concienzudamente en el cuento. “El cuento es el primer género que cultivé desde muy joven, fue mi puerta de entrada a la literatura”, afirma.
En otros diálogos con periodistas ha afirmado que el cuento tiene un origen coral, y que varía en la forma como se cuenta. “El cuento va cambiando según el contador, se va deformando, pero a la vez se va enriqueciendo”.
Algunos protagonistas de este libro de Ramírez son personas de la vida real que vivieron el fenómeno histórico de la revolución. “Casi todos –admite– tienen un desacomodo recurrente: militares o estrategas brillantes cuando acaba la guerra, no saben desenvolverse en la vida cotidiana; muchos de ellos acabaron en el alcoholismo”. Y es eso lo que le ocurre al protagonista del cuento “La colina 155”.
“Para mí, la revolución es como el amor, se sublima. Hay cualidades que el amor inventa, pero todo es subjetivo y, también, todo es posible”, afirma.