Joaquín Araújo es un conocido naturalista, periodista, escritor, director editorial y miembro de la Red Internacional de Escritores por la Tierra (RIET). En su artículo de hoy (publicado originalmente en su blog del diario ‘El Mundo’), Araújo nos explica por qué es un defensor a ultranza de la agricultura ecológica y por qué ha decidido evitar alimentos que puedan tener algún tipo de producto químico como los glisofatos, que podrían ser cancerígenos. Un artículo que deberían leer todas aquellas personas preocupadas por lo que comen.
‘Glisofato’
Algunos llevamos casi cuarenta años dando y dándonos de comer sin usar un solo gramo de producto alguno producido por la industria química. Se trata de un instante porque la humanidad ha comido a través de ese mismo proceder a lo largo del 99,2 % de su historia como agricultor y ganadero. Originalidad ninguna, pues. Obligatoriedad, menos.
Lo mismo sucede con algunas de las tecnologías que parecen insustituibles y que, como aseguran sobre todo sus vendedores, deben ser consideradas como exponentes del bienestar y del progreso.
¡Qué fácil es solo sumar! ¡Qué fácil olvidar que a nadie le pasó nada por no tener un teléfono en el bolsillo constantemente! ¡Qué injusto que los todopoderosos consideren que deben acaparar incluso más del 90 % de lo que los humanos, todos, conseguimos!
Hasta que, claro, alguien se percata de que algunas sumas restan, es decir descubren las secuelas negativas que invariablemente se producen en todos los actos de la existencia. Mucho más a partir de un modelo económico/productivo claramente devorador. En los ámbitos naturales casi todo lo detraído es restaurado y renovado en cortos periodos de tiempo. Casi todo es renovable. En realidad es lo que sucede cuando los consumidores se consumen a sí mismos. Aquí, ahora, y solo entre nosotros, la norma es hacer todo lo contrario.
Por eso han convertido a lo que nutre a lo que nos nutre en un arma de destrucción masiva. Cultivar no debería ser sinónimo de suelos, aires, aguas contaminadas y comunidades zoológicas y botánicas casi del todo exterminadas.
Con el poder letal de los biocidas nos está sucediendo lo mismo que con el cambio climático, al que, por cierto, no pocos de los productos usados en agricultura contribuyen. Impera un negacionismo de partida, bien adobado con todos los sinónimos de eficacia, productividad y comodidad.
Las víctimas, entre las que hay muchas humanas, quedarán compensadas por el rendimiento. Dicen.
Hasta que nos llegan informes científicos que confirman en todo o en parte lo que muchos llevamos advirtiendo durante décadas. Los productos que matan a otras formas de vida pueden hacerlo también con la nuestra.
Un ejemplo:
Los glifosatos, usados hasta el delirio, como exterminadores de las excelentes “malas hierbas” tienen muchas posibilidades de ser cancerígenos.
Pues eso.
GRACIAS Y QUE LA AGRICULTURA ECOLÓGICA OS ATALANTE COMO A MI DESDE HACE 39 AÑOS.
Joaquín Araújo