Gustavo Portocarrero es abogado, periodista, filósofo y miembro de la Red Internacional de Escritores por la Tierra (RIET). El escritor boliviano nos envía de tanto en tanto extensos artículos muy desarrollados que nosotros leemos con mucho interés. El que publicamos hoy se titula ’Otra vez la peligrosa petrolera en Alaska’, y nos habla de los peligros que la industria petrolera puede ocasionar para la naturaleza, pero también para el propio ser humano.
‘Otra vez la peligrosa petrolera en Alaska’
El mundo de los negocios no duerme ni descansa porque su propia naturaleza lucrativa lo pone siempre en acción permanente. Cada año que transcurre, las empresas petroleras internacionales resultan menos en número porque entre aquellas se devoran las unas a las otras, sea por fusión integradora o por compra. Sin embargo, mientras menos consorcios quedan, aquellos acaban mucho más audaces como peligrosos.
El petróleo no solo derroca gobiernos sino provoca guerras, acciones de inteligencia, sobornos, crímenes personales, cosas inesperadas. Sus huellas visibles son la destrucción, no solo contra el ser humano, sino también contra la propia naturaleza. Como consecuencia, el poder de los consorcios petroleros es tan efectivo que, ante sus designios, no les queda otra cosa a los gobiernos, sin energía ni dignidad, que someterse a aquellos. Importa poco que los gobiernos obedientes, sean también poderosos; por igual sirven al gran capital.
El día 11 de mayo, el Departamento del Interior de los EE.UU. ha aprobado el plan de la transnacional Shell para explotar petróleo en las costas de Alaska, concretamente en el Mar de Chukchi, al norte del Estrecho de Bering. Lo curioso de esta determinación es que, tratándose EE.UU. del país más renuente a los acuerdos internacionales sobre el medioambiente, ya se había comprometido, esta vez y con anterioridad, para llegar a un acuerdo con la comunidad internacional, precisamente dentro el marco de las Naciones Unidas, para diciembre del presente año 2015.
El balde de agua fría que el gobierno del Presidente Barak Obama acaba de echar a la expectativa mundial contra el cambio climático, y particularmente a la Organización de las Naciones Unidas es como un garrotazo sin precedentes porque se cierne un peligro de gran consideración, que el periodista Gerardo Honty describe claramente sus peligros que se avecinan:
La explotación de las reservas en el Océano Ártico tiene el potencial de liberar un adicional de 15,8 mil millones de toneladas de CO2 a la atmósfera (equivalente a las emisiones de todos los automóviles de Estados Unidos durante 13 años) y el aumento de las concentraciones globales de CO2 en 7,44 partes por millón.
Aquella región, nunca antes explotada, tiene un gran potencial de petróleo como de gas natural, que al decir del periodista indicado:
Se estima que la región contiene un 20% del petróleo y gas natural no descubiertos en el mundo (23.6 mil millones de barriles de petróleo y 104.41 billones de pies cúbicos de gas) y la compañía espera iniciar la perforación a mediados de año.
La topografía de la situación pone a la todopoderosa empresa en un remoto lugar lejos de todo control, tanto nacional como de orden internacional. Se halla también en un distante rincón del mundo, lejos de toda ayuda y auxilio, donde las condiciones de trabajo resultan extremadamente duras: frío extremadamente cruel, tormentas inesperadas y oleaje de 7 metros de altura. Y no obstante que Shell tiene un barco inmenso para este propósito, nada garantiza otro impacto ambiental negativo, de los muchos desastrosos que ofrece la explotación petrolera y ha impactado horriblemente en la ecología y el medioambiente mundiales. Por lo menos la propia oficina norteamericana anticipa un riesgo del 75%, con el agravante de que aquella empresa ya se ha enfrascado en complicados riesgos anteriores, también en Alaska, debiendo cubrir penalidades de fuertes multas.
La puerta que el gobierno norteamericano ha abierto a la degradación de la naturaleza es una provocación cínica y sin límites a la comunidad internacional. Más parece ser resultado de presiones, conminatorias o advertencias del todopoderoso entre hacia su gobierno servil, que el ejercicio de una acción administrativa independiente y soberana.
Lo evidente es que los daños ambientales, ya conocidos y esperados de antemano, vuelven a proyectarse:
- Enorme aumento del calentamiento terrestre por el incremento en el uso del producto hidrocarburífero.
- Se echan por tierra las esperanzas de un cambio total y reemplazo de los combustibles fósiles hacia nuevas fuentes alternativas de energía limpia.
- Se incrementará la jugarreta de los “cupos” o cuotas de carbono, en desmedro de los países del Tercer Mundo.
- Lo jugosos negocios del mundo del petróleo, continuarán adelante dado su optimismo en la subida de los precios del hidrocarburo.
- La tierra se seguirá calentando con el riesgo de la desaparición de la vida biológica del planeta y los daños a la salud y vida de la humanidad en general, muy particularmente de los pobres.
- Está ya demostrado por la ciencia, que el sólo incremento de la temperatura terrestre en 2 grados centígrados, liquidará innumerables especies vegetales de la alimentación. También, de especies del reino animal.
- En el campo regional, no se precisa ser profeta para presentir la inmensidad de daños que van a experimentar la rica fauna de aquél lado virgen del Mar de Chukchi, los osos polares, pingüinos, focas, morsas, bancos de salmones y tantas otras especies no tocadas, hasta el día de hoy, por el ser humano. Sin embargo, podrá hacerlo aquél audaz consorcio sediento de dinero, que ya anunció tener inversiones de 6.000 millones de dólares, aún sin retorno.
Contra semejante atentado se han producido pronunciamientos. El señor Ed Murray, Alcalde de la ciudad de Seattle, Estado de Washington, –donde precisamente debe acondicionar sus barcos la empresa Shell, antes de partir para Alaska– ha negado toda autorización para la revisión y acondicionamiento de sus plataformas. Ha comenzado también una batalla con el respaldo de miles de personas que se han pronunciado en su favor y se hallan dispuestas a actuar.
Aún no se ha producido el desenlace final, pero aquella autoridad se mantiene firme en su negativa, resistiendo al propio desafío de la compañía petrolera que amenazó con ir para su destino, lo quiera aquella ciudad o no. El gobierno central le ha brindado autorización para perforar 6 pozos.
La lucha será desigual, pero habrá lucha. El respaldo de la ciudadanía se vuelve creciente. Según la “Voz de América”, el público hará su resistencia en kayaks para evitar las dos plataformas que Shell pretende llevar.
Los grupos de ecologistas auguran una catástrofe que degradará aquella gélida región del círculo polar. Conocen de antemano que la actividad petrolera jamás ha demostrado su potencialidad ni voluntad para limpiar derrames en aguas virtualmente congeladas.
Las críticas se han multiplicado. El medio “Expansión”, informa que Susan Murray, la vicepresidenta del grupo medioambiental Oceana, condenó al Gobierno estadounidense por haberse “precipitado a aprobar unas exploraciones de riesgo y mal concebidas en uno de los lugares más remotos e importantes de la Tierra”.
Marissa Knodel, una defensora del medio ambiente de Friends of the Earth, (la fundación: “Amigos de la Tierra”) describió el programa propuesto por Shell como “el plan de exploración más grande, ruidoso y sucio propuesto en el Océano Ártico americano”. Añadió: “La aprobación por parte de Interior de este plan es inadmisible teniendo en cuenta que los últimos estudios científicos dicen que el petróleo del Ártico debe permanecer en el suelo para que exista una oportunidad de mantener el planeta a salvo”.
Según el ABC de España: “Los líderes políticos deberían darse cuenta de que aprovechar todos los combustibles fósiles que albergan sus países es incompatible con el objetivo global de los 2ºC. Pero sí siguen empeñados en tal idea deberían, al menos, saber, cuáles no deberían ser quemados para cumplir sus compromisos globales de emisiones de gases de efecto invernadero”, explican los profesores Christopher McGlade y Paul Ekins.
Según “La Tercera”, Obama da fuerte golpe a ecologistas al aprobar proyecto petrolero en el Ártico.
Según el diario “The New York Times”, de Nueva York: Una gran victoria para la industria del petróleo y un golpe devastador para los ecologistas.
“El Times”, de Londres, destacó que el lugar de la explotación es una ruta de migración e importante zona de alimentación para los mamíferos marinos, incluidas las ballenas de Groenlandia y las morsas.
“Una vez más, nuestro gobierno se ha apresurado a aprobar prospecciones peligrosas y sin sentido en uno de los lugares más remotos de la Tierra”, repitió Susan Murray, vicepresidenta del grupo Oceana.
Rebecca Noblin, directora del Center for Biological Diversity, aseguró, en tanto, que la decisión de Obama “no sólo pone en riesgo parajes únicos, sino que también es incompatible con la retórica del Presidente estadounidense sobre la lucha contra la crisis climática”.
World Wildlife Fund (WWF), declaró que la decisión “representa un paso atrás”, ya que “este es un lugar donde las condiciones extremas de clima, vientos huracanados y fuertes marejadas hacen que toda operación sea extremadamente difícil”.
¿Y qué piensan los habitantes del Tercer Mundo sobre el particular? Es hora de crear conciencia solidaria con la situación. Para robustecer el criterio, el autor recomienda simplemente acudir al Internet, donde abunda el material informativo verbal y gráfico:
- Inmensas regiones marinas, cubiertas con una capa espesa de petróleo, se ven como próximo objeto de incendio para que la acción del fuego sobre el agua, consuma el hidrocarburo localizado en la superficie, para luego ser objeto de las llamas.
- Como resultado de aquella travesura incendiaria, enormes cantidades de humo y gases tóxicos, todo calculado en toneladas, se despacharán al espacio, más arriba de la atmósfera, para hacer toser a San Pedro y provocarle más crisis (que las que experimenta ahora) a la capa de ozono que rodea al planeta.
- Considerables capas de petróleo transportadas por los oleajes hacia las costas terrestres cumplirán papel ennegrecedor de las arenas blancas de las playas, de las rocas sobre la superficie y de la tierra con su verde vegetación. Todo aquello acabará ensuciado, engrasado y contaminado en aspecto desolador, intransitable y nauseabundo.
- Se formarán masas casi solidificadas (por la acción de las aguas y las olas), en forma de bolachas que agredirán a cualquier material que resista o se halle a su enfrente.
- Morirán los corales marinos que tuvieron la desgracia de ser rodeados y atacados por el negro veneno.
- Espectáculos desoladores y dolorosos se producirán con la fauna –que agoniza lentamente con tonalidades acústicas quejumbrosas– produciendo ruidos onomatopéyicos característicos por el dolor que se experimenta. Caimanes ennegrecidos que ya se tragaron el veneno viscoso, grandes tortugas y pequeñas tortuguitas, que apenas ya pueden moverse por agotamiento ante su esfuerzo liberador contra la masa opresora que los cubre, tienen sellado su destino.
- El esfuerzo es tanto peor para las aves (gaviotas, albatros, pelicanos) que -ya agotadas- apenas pueden levantar las alas o abrir el pico y solo esperan su lento fin por inanición.
- Otros seres ya tienen muerte masiva anticipada, con suma facilidad. Flotarán en las aguas, cangrejos, camarones, otros mariscos, peces, plantas, plantitas e insectos útiles a la vida.
- Tampoco se salvarán los seres biológicos (flora y fauna) que habitan el fondo del mar: los bosques marinos. Parte el petróleo se insumirá y lo cubrirá todo.
- No se salvarán ni los microorganismos de los pantanos, también invadidos por el petróleo.
¿Es o no es aquello un bárbaro crimen contra la naturaleza y el ser humano? ¿Por qué no se hallan en la cárcel criminales anteriores, que ya debieron ser pasados por las armas como asesinos?
Dan ganas a cualquiera de convertirse también en criminal y así buscar venganza. Se advierte que sobra dinero en cajas y cajones (sin exageración alguna) para pagar multas, proteger a los delincuentes de cuello blanco, lavar informaciones de la prensa mundial y distraer a la opinión pública internacional con nuevos temas.
Gustavo Portocarrero