Red Internacional de Escritores por la Tierra (RIET)

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Raúl de Tapia: ‘Tiempo para mí, tiempo de verdolagas’

rauldetapia

Raúl de Tapia es biólogo, director de la Fundación Tormes-EB y miembro de la Red Internacional de Escritores por la Tierra (RIET). También es un colaborador habitual del programa ‘El bosque habitado’ de Radio 3 bajo el seudónimo de Raúl Alcanduerca. Una de sus últimas intervenciones en este programa (que, por cierto, os recomendamos encarecidamente) lleva por título ’Tiempo para mí, tiempo de verdolagas’ y la podéis leer a continuación.

‘Tiempo para mí, tiempo de verdolagas’

He amanecido como un Allegro ma non troppo. Feliz, pero no en demasía. He abierto los ojos con apetencias gastrobotánicas y mis tímpanos buscan seducirse con Chaikovski.

He despertado mi consciencia. Mis lóbulos parietal y temporal acuerdan con el juicioso lóbulo frontal cómo ha de comenzar la mañana. Y es el occipital el que guía mi búsqueda:

Primero paso: Audición del Concierto para piano y orquesta nº 1 en si bemol menor, opus 23.

Concierto para piano y orquesta num 1 en si bemol menor Op 23 (movimiento 1)

Segundo paso: Apertura del “Tratado de plantas silvestres culinarias”. Página 9: Portulaca oleracea. “Verdolaga, hortaliza porticada”

Tercer paso: Sosiego y armonía para la apreciación pentasensorial.

Tras los efectos de un cálido café, tomo unas tijeras y me acerco al huerto. Huele a geosminas otoñales. Con mesura recolecto tallos jóvenes y hojas, no más. Tallos sonrojados y carnosos, como las piernas de los angelotes de Murillo. Las hojas glabras, turgentes como senos de pincel goyesco. Verdes, muy verdes.

Prescindo de las flores. Me recuerdan los nenúfares amarillos flotando plácidos en un charca clorofílica. En su centro un oasis de estambres, como palmeras en un desierto limonado. Algunas semillas aparecen en la planta. Diminutos sacos de carbón, como caracolas de diseño. ¿Me silban a mí los estorninos? No sé, pero me gusta. Igual están animando a las semillas a caer hacia la espera.

Camino con los pies descalzos, la tierra húmeda pasa a hierba fresca. Los dedos se cubren de cosquillas.

En la cocina siguen los músicos interpretando a Chaikovski. Aplicados, no han parado en mi ausencia. Troceo la verdolaga, lamino unos tomates, pico finamente una cebolla, delineo unas tiras de rúcula… por fin, empiezan las esencias a elevarse, el aire se llena de matices blancos, rojos, verdosos. Aderezo la sinestesia con sal y menta. Unas gotas generosas de aceite de olivos centenarios y el pico justo de limón.

Tomo un tenedor. Estoy a punto de convertir la melancolía otoñal en alegría botánica y hortícola. ¿Por qué no?

Mi paladar se detiene a degustar, sin prisa, tomándose mi tiempo.

Mientras paladeo, los músicos van callando y entra una voz, conocida, sensual. Cierro los ojos cuando Luis Eduardo Aute me susurra: So slowly, so slowly…

Raúl de Tapia

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