Las características irreprochables que nos dan la conducta y las normas, bajo la dirección de la ética y la moral del comportamiento en que nos debemos regir, nos hace ser sospechosos de ser simples instrumentos de la sociedad del consumo que termina alienándonos y al tiempo que sucumbimos bajo el apetito voraz del capitalismo, que lejos de llegar a su fin fruto de sus propias contradicciones como profetizaran las más gloriosas figuras del marxismo, parece tener salud suficiente para seguir engulléndonos.
Vivimos en una sociedad carcelaria, en que los presos deambulamos bajo la atenta mirada de nuestros cancerberos sentados cómodamente mientras parecemos circular sin una dirección definida, casi como un deambular tautológico. Esta sociedad carcelaria que habría hecho enmudecer a Jeremy Bentham con su “Utilitarismo” en una suerte de panóptico necesario para los nuevos tiempos, dentro del régimen de esclavitud asalariada nos hace preguntarnos ¿Dónde se haya la verdadera libertad del individuo?
Si acaso somos conscientes de los principios rectores que deben animar a nuestra libertad, entendiéndola como la capacidad de autodeterminación de la voluntad, que permite a los seres humanos actuar como deseen. Sin embargo, cabe preguntarse de qué forma ejercemos ese derecho moral, democrático y jurídico consagrado en todos los grandes volúmenes de las constituciones de las naciones o en la declaración universal de los derechos humanos.
¿Somos capaces de discriminar, lo bueno de lo malo? ¿Lo real de lo irreal? No será que vivimos en una inmensa caverna como lo expresara Platón (que constituyen una detallada discusión sobre la naturaleza de la justicia) ¿Y no sospechamos siquiera que existe una libertad más plena, solo que no la conocemos o tal vez tememos pasar los límites de nuestra propia realidad, so pena de sucumbir a ella?
Ya el escritor inglés Aldous Huxley describía en su novela a una sociedad futurista cuyos habitantes viven en un mundo ilusorio, tanto como lo hizo en 1516 Tomas Moro, Huxley al respecto de la libertad y la experimentación de ella expresó en su libro en que los isleños palaneses consumen una substancia cuyo nombre es “medicina moksha”, esta substancia no es para los escapistas ya que un principio ético de la isla se refiere a “prestar atención” pues bien, esta droga se suministra a los jóvenes palaneses mientras el guía les dice “La liberación… el fin de la congoja, dejar de ser lo que ignoradamente creéis y convertiros en lo que en verdad sois. Durante un breve lapso, gracias a la medicina-moksha, sabréis lo que significa ser lo que en verdad sois, lo que en verdad habéis sido siempre”. E cierta forma es el escape de la Matrix de los hermanos Wachowski y sus propias libertades sexuales sin pildoritas azules.
Es evidente que nosotros al haber modificado nuestro entorno y haber creado artificialmente los lugares en que vivimos, hemos perdido esa comunión de lo que somos, transitamos por los entresijos como si fuéramos una partícula acelerada artificialmente a punto de estrellarnos con la realidad, corriendo por los laberintos de nuestra propia vida ¿Esta aun nos pertenece? Sin más pretensión que cumplir con los dictámenes socio-biológicos que creemos importantes y todo lo que no calza con este molde es mirado con desdén.
Cuando los socialismos reales cayeron en apariencia bajo la vetusta losa de la economía planificada, muchos sentenciaron y exclamaron montados sobre el muro de Berlín, desgranando ingentes trozos de colección, preconizando el inicio de una nueva era, finalmente terminaron preguntándose ¿Tanto, para esto?
Luego del “pecado de la desconfianza original” terminó por sepultar la más afiebrada teoría de un renacimiento del capitalismo más humano, sin embargo surge como el Leviatán de Hobbes, el neoliberalismo mientras otros en sus secretas cavilaciones lloraban sin mesura añorando los viejos tiempos en que el Estado benefactor era la pieza fundamental de esa sociedad más justa, con errores graves pero definitivamente más justa, allí acabaron sus sueños y el hombre se transformó brutalmente en esa porción de mundo feliz en el homo homini lupus (El hombre es el lobo del hombre) y la sociedad deviene como bellum –omnium contra omnes (Guerra de todos contra todos).
El hombre añora aquel simple axioma “El hombre es sociable por necesidad y bueno por naturaleza” sin embargo cuando se da origen a la propiedad privada el mito se rompe por “El hombre ya no es bueno por naturaleza” Poniendo fin al símbolo clásico de la visión humanista y como raza extinta desaparecen las figuras del ideario pacifista como Ghandi y la madre Teresa dejando una sensación inefable de abandono, abiertas la puertas a la barbarie ilustrada pero al fin y al cabo barbarie en que la ciencia pareciera haberse convertido.
Pues bien, hace ya algunos lustros se habla de la sociedad del conocimiento, como si fuera la más entrañable certeza como si esa certeza fuera el Santo Grial a conquistar, sin embargo las estructuras de la economía “asertivamente” sometida a variables de resultados terminó por definir al hombre en un ser rentable y todo se reduce a esta premisa enmarcada en la voracidad del gran capital, en donde el hombre parece haberse convertido en un software productivo ¡Pobre de aquel que haya sido contaminado con el virus de la reivindicación social! Simplemente terminará sus días en la papelera de la exclusión.
Cada cierto tiempo esas variables de rentabilidad que no alcanzan a las utilidades necesarias para salvar las economías del primer orden mundial, deben generar conflictos armados que permitan dar un mayor impulso económico, amparándose en nacionalismos añejos y luchas por la “democracia” el desaparecido Fidel Castro en su libro decía, a propósito de este tema, “…¿qué sentido tiene hablar de equilibrio nuclear estratégico, de seguridad militar, de participación en la vida política de su comunidad, al hambriento, al desposeído, al enfermo, al ignorante, a aquel carente de oportunidad o siquiera de esperanza?
No olvidemos que la paz, motivo central de preocupación de los pueblos, no se logrará en el mundo en tanto no se resuelva la dramática situación de miles de millones de seres humanos cuya vida, en el mejor de los casos se reduce a una lucha clara por la supervivencia”.
Es evidente que estas palabras cobran un mayor sentido en pleno siglo XXI, en que los medios de comunicaciones mundiales prodigan la información de las graves fricciones entre las dos Coreas, el apetito por Irán y lo que quede de Siria, haciendo tambalear la relativa seguridad mundial en tanto que un conflicto armado, consume grandes cantidades de recursos no renovables y las víctimas propiciatorias de este ritual, terminan siendo siempre el pueblo indefenso. Por otro lado, cabe afirmar que los medios de comunicaciones de masas en su gran mayoría, están en manos de los grandes poderes económicos los que definen contenidos que sean aptos para mover la inmensa maquinaria económica, que mueve esos grandes engranajes, ya en la década de los 50´s el publicista Jerry Mander explicaba en su libro que el sujeto expuesto bajo el efecto de la televisión experimenta cambios fisicoquímicos importantes, la disminución de las pulsaciones cardíacas dependiendo del tipo de contenidos y una disminución de las ondas cerebrales.
Cuando ello se logra el sujeto que experimenta el abandono de sí, se trasforma en un ente preparado para el consumo. Hoy por hoy, la información instantánea en tiempo real, ha logrado constituirse en un mecanismo de carácter universal con el uso masivo de las computadoras, al tiempo que irrumpen en escena los programas que posibilitan la creación de las grandes redes sociales, convirtiéndolas a ellas en un gran referente de información, en una gigantesca y apetecida base de datos como jamás se había soñado, muchos consignamos en ellas nuestras más sentidas aspiraciones, nuestras frustraciones más íntimas con la urgente necesidad de publicar todo cuanto nos acontece.
Noam Chomsky el lingüista más afamado del mundo, nos dice en su libro que estas redes han generado una suerte de cultura cibernética y que por cierto es la primera cultura universal en la historia del hombre, llegando a competir con el cerebro humano en grandes redes de neurotransmisores electrónicos, el cerebro posee más de cien mil millones de neuronas trasmitiendo información por medio de neurotransmisores químicos. Por último debemos entender que todos estos mecanismos han ido generando un nuevo concepto “El mundo virtual” al tiempo que en un certero mecanismo de control ideológico condenando la libertad del pensamiento al secuestro de la voluntad o tal vez un miembro más del analfabetismo funcional. Y nuevamente nos surgen las preguntas ¿Quiénes somos realmente? ¿Somos conscientes de la realidad, en que nos movemos?
El miembro de la RIET Marcelo Antonio Saavedra Osorio es un poeta, escritor e historiador chileno. “¿Nuestra realidad es un mito?” ha sido publicada previamente en Mindalia