Otra sucursal bancaria que cierra y dejará sin servicio a la Vall de l’Arrabassada de Tarragona. Que como los bancos no ganan bastante dinero los pobrecitos, ahora cierran oficinas para recortar gastos, echar más gente a la calle y obligar a los sufridos clientes a ir a donde quieren ellos. Les da absolutamente lo mismo fastidiar a sus clientes y obligarles a gastar tiempo y esfuerzo. Y las personas mayores que no pueden desplazarse o no se aclaran con las nuevas tecnologías ya se apañarán para cobrar su pensión o arreglar sus asuntos.
A ver si, al final, nos obligarán a tener una tablet, un ordenador y un teléfono inteligente por ley. Que ya está bien de tanta falsa modernidad para lo que interesa y tanto oscurantismo para todo lo demás.
Los últimos datos del Banco de España nos dicen que ahora tenemos las mismas oficinas que en los años setenta. Total, solo han pasado unos 40 años y todo debe de seguir igual, aunque hayamos crecido en unos cuantos centenares de miles de habitantes, por decir algún cambio.
En 1977, en había 3.486 sucursales en Catalunya y 3.522 ahora, aunque en realidad ya son menos porque han ido cerrando más después de la publicación del informe del Banco de España. Y ojo al dato: en el 2008 había 8.159 oficinas, pero ha cerrado más de la mitad ( 57%) en 11 años. Este ritmo demencial de cierres inquieta hasta la propia Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia, que se ve venir que habrá una concentración excesiva en determinadas ciudades y alguien -¿quién será- tendrá la sartén por el mango.
La banca digital no debe ser la excusa para esta política de tierra quemada porque, que yo sepa, no se compra una barra de pan con céntimos virtuales.
Ya está bien de que siempre gane la banca sea cual sea el juego. Así que propongo a todas las administraciones que aborden este problema con reuniones al más alto nivel para mirar de reducir los daños. Si no atienden a razones, propongo entonces que den un paso valiente y dejen de trabajar con las entidades bancarias que cierran oficinas. Un cierre, un cliente menos. Y los ayuntamientos no son clientes precisamente pequeños.
También nosotros, como usuarios de los servicios financieros, podemos cambiar de entidad bancaria. Si ellos no quieren estar en nuestras calles, nosotros no querremos estar en sus cuentas de beneficios. Juguemos, pues, que a lo mejor por una vez salta la banca.
Ángel Juárez Almendros
Presidente
Mare Terra Fundació Mediterrània
Red Internacional de Escritores por la Tierra
Coordinadora d’Entitats de Tarragona