10 de mayo de todos mis años… noche de recuerdos que asoman al balcón de mi alma, serenata de dolor que me aturde las entrañas…
Desde que no estás soy una paloma sin alas, viajando y soñando en nuevas escalas, solitaria en medio de la tormenta que arrecia en la desesperanza.
Abrumada observo tu fotografía, mientras el silencio cruje frágil ante viejas heridas.
Eres un sueño imposible de realizar, esa tenue luz del farol de la esquina de los años, y yo la loca que se inventa sonrisas, para renacer ovulando ilusiones vanas. El tiempo se carcajea de mi sufrimiento y se marcha para no volver, la casa está callada, el polvo de tu ausencia me envejece y abre los cerrojos de mi alma.
Hoy es el día de las madres y hace mucho que dejé de celebrar, porque cada que te pienso no sé como erradicar esta locura contenida ¿estarás en el cielo o el infierno? Lo sabré hasta que el universo arranque la última hoja de mi cuaderno y llegue la calma…
Por ti supe a que sabe la muerte, sabe a tierra mojada con lágrimas de mi gente. Si, cerraste los ojos a la vida y no alcancé a despedirme, esta vida que te llenó tanto de dolor siendo muy niña, que te hizo ser madre soltera concibiendo lánguidos amores, terribles quimeras…
Dijiste que no llorara, que estarías a mi lado… ¡ y no fue así! Me quedé respirando soledad, todo este tiempo he golpeado rabiosa mi mente sin decir basta con el puño de la nostalgia, y tú me observas pero ya no hablas; eres un ángel que me visita y acaricia, que se recuesta pensativo por un instante en mi cama.
Encaré a Dios el haberte arrancado de mi lado cuando era aún muy joven, como hoja seca de un otoño inesperado, le debatí su decisión de permitir que entrara en tu carne la muerte.
¡Le lloré perdida entre las calles de la nada, entre esos laberintos de indecisiones y acechanzas que día a día me atacan!
En la inquietud que me provoca el ayer y aún teniendo canas, no puedo ser como tú, una mujer sabia…
Mi corazón aúlla, creyendo que eres la luna plateada que se asoma a mi ventana, el fantasma que con la lírica de su presencia me desgarra el vestido manchado de lágrimas.
Escucho a lo lejos el eco de los cuentos en los que yo era la princesa, esperando en la torre al príncipe que habita aquellas historias viejas que ya sòlo en sueños me relatas.
Mi alegría quedó sepultada y resucitó hasta que llegaron mis hijos, en sus ojos observo ese brillo de amor eterno que no acaba.
Los sentires del alma son un torbellino de instantes, de ancianos silencios llevados de la mano de lo inexplicable, de preguntas con respuestas mudas, que buscamos ansiosos, los que ya no tenemos en este mundo a nuestra madre.
Me enseñaste a ser fuerte, a luchar por lo que quiero, otras veces desquitabas tu furia conmigo, yo no sabía porque lo hacías mamita… y sentía morirme, tanto como este día que me duele no haberte dicho, cuanto te quiero y te quise. Extraño tus consejos, añoro tus reproches, tu regazo amoroso que consuela mi desdicha…
Quiero que sepas que el frío de la sensibilidad penetra por cada poro de mí ser y atrae un viento fugaz, un soneto amargo, un rayo de sol en el desierto, el llanto del cielo si fallece el azul redentor, la lección aprendida para ser libre y romper las cadenas de la oscuridad.
Porque el rito inexorable del destino se adueña de mi pensamiento que cual luciérnaga, revolotea en el devenir de mis días, porque nunca volveré a anidar en tus brazos.
Hoy quise venir al jardín mortuorio, donde crecen rosas albinas, sé que tú eres una de ellas, la más pálida y serena, la que siempre será mía, la que el médico ordenó que le retiraran el respirador… ¡porque ya estaba muerta! Esa estrella radiante que preñada de luz, hoy tímidamente bajó para respirar en mi poesía, en mis sueños más hermosos y desde el más allá me canta canciones de cuna, creyendo que sigue viva …
Te amo mami y te he necesitado siempre, acá hace mucho frío desde que no estás.
Oralia Lombera Reyes
“Musa Peregrina” es escritora y miembro de la RIET.
Esta pieza se ha publicado en Revista de los Escribas