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El malogrado sueño americano

statue-of-liberty-690574__340 He dedicado la primera quincena de agosto a hacer una estancia de estudio por diferentes ciudades de Estados Unidos. Justo al aterrizar, me sorprendía en los informativos de la CNN la noticia de la matanza de El Paso (Texas), en la que un hombre blanco de 21 años mató a 22 personas e hirió a otras 24, en nombre de la lucha americana contra la “invasión hispana”. Por una amarga coincidencia del destino, mis compañeros de asiento en el vuelo fueron un matrimonio de Ciudad Juárez que me contaron cómo su hija de 22 años acababa de irse a vivir a El Paso, huyendo del crimen y la inseguridad que azota a esta ciudad ubicada al otro lado del río Bravo que separa México del “sueño Americano”: el sueño de una vida próspera en una sociedad segura y justa. Nada más cruzar el río, la realidad desgarra las cortinas ilusorias del deseo.

El otro gran sueño, el de la política poética de Martin Luther King, también se ha desvanecido en la prosaica sociedad estadounidense. En su famoso discurso, pronunciado el 28 de agosto de 1963 desde las escalinatas del Monumento a Lincoln en Washington, el reverendo invocaba a un futuro de igualdad: “Yo tengo un sueño, que un día en las coloradas colinas de Georgia los hijos de los ex esclavos y los hijos de los ex propietarios de esclavos serán capaces de sentarse juntos en la mesa de la hermandad… Yo tengo un sueño, que mis cuatro hijos pequeños vivirán un día en una nación donde no serán juzgados por el color de su piel, sino por el contenido de su carácter”.

A día de hoy, el color de la piel determina en Estados Unidos el barrio en el que vives, el colegio en el que estudias, la exposición a la enfermedad y la indigencia, el patrimonio económico heredado, las opciones profesionales y las posibilidades de acceso a espacios de representación política. A día de hoy, Estados Unidos es un país donde la población blanca concentra los recursos de poder de una forma proporcionalmente asimétrica respecto a las comunidades minoritarias. Queda pendiente una transformación del orden socio-político racializado, dominantemente blanco, que incluya de manera justa y ponderada a la población “no blanca” en cada una de las áreas de poder que estructuran la sociedad.

Los hispanos, que representan en torno a un 20% de la población estadounidense, solo conforman el 1% de todos los funcionarios electos. Por su parte, con un hondo arraigo histórico, la población afroamericana representa en torno a un 13% de la población estadounidense: ninguno de los 50 estados de Estados Unidos cuenta con un gobernador afroamericano. A pesar de estas cifras, la hegemonía blanca empieza a sentirse amenazada por el cambio demográfico de la sociedad estadounidense, que en las últimas elecciones ha convertido al 116 Congreso en el más diverso de la historia: un 20% está compuesto por representantes pertenecientes a comunidades minoritarias. No obstante, los políticos blancos aún representan un 80% de la cámara, mientras que la población blanca compone el 60% de la población estadounidense.

La retórica anti-inmigración de Trump, como representante de la América blanca y conservadora, en favor de la construcción de un muro en la frontera con México para evitar la “invasión” de migrantes ilegales, traduce un miedo político: que la diversidad étnica y/o “racial” dé un vuelco al tablero político en un futuro no muy lejano. En la elección en la que Trump venció a Clinton, los votantes blancos favorecieron al magnate republicano por un margen de 15 puntos. Por su parte, las comunidades minoritarias, en ascenso demográfico progresivo, votan mayoritariamente por el partido demócrata.

Trump encarna el sentimiento colectivo de una hegemonía blanca en retroceso, que recurre a metáforas apocalípticas al denominar “escuadrón” progresista a las cuatro congresistas demócratas a las que exhortó en un tuit a que “regresaran a sus países de origen”, refiriéndose a Alexandria Ocasio-Cortez, Ilhan Omar, Rashida Tlaib y Ayanna Pressley, todas ciudadanas estadounidenses pertenecientes a diferentes comunidades minoritarias.

Sarcásticamente, en la tierra de los sueños, al horizonte de la igualdad racial no se avanza por medio de la imaginación moral, sino por la fuerza imparable de la transformación demográfica de una sociedad que traduce la fragmentación étnica de la población en opciones electorales en competición.

Ismael Cortés es doctor en Estudios Internacionales de Paz y Conflicto, analista político, diputado por Tarragona de Unidas Podemos en Comú y miembro de la RIET.
“El malogrado sueño americano” ha sido publicado previamente en “Tribuna abierta” de “Eldiario.es”

Azul

Esta noche tiene tu rostro en el azul.
Ojos de noche
mi deseo es azul.
Bendito color de los mares
maldito náufrago en alta mar.

Sigo nombrando al velero que navega
sin capitán ni timonel.
Cómo sueña el amor cuando el itinerario
está escrito sobre estelas.
Esta noche tiene de luces urgencias
jadea silenciosa.
Quizá extravié su ruta y se olvide del relámpago
mientras
el deseo es azul.
&&
En otro azul
tuve fijeza de náufrago:
Tanta gavia sin tarea, tanta gaviota sin eco.
Azul atado al silencio de la roca.

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¿Por qué azul?
Todo lo azul es leyenda y sueño:
flor de Novalis,
clara fuente de Rubén Darío.
Ilusión de náufrago
fijos los ojos en otros azules
para hacer más naufragios.
Mano tendida a la aurora,
cerrada luego en adiós.

Cerco el plomizo viento, no quiero dañar el azul.
¡Que levante vuelo en las hojas
del verano extinguido!

Alejo Urdaneta es escritor, poeta, editor y miembro de la RIET. Este poema ha sido publicado previamente en el blog del autor

Noches de menta

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Noches de menta y dulzor
aparecen fragancieras
envolviendo el corazón
de nostalgias mañaneras.
Perfume. Cálido aire
impregnando todo suave.
Nocturnas luces brillantes
temblores vivos de aves.
Noches azules henchidas
de luciérnagas osadas,
de sombras negras ceñidas.
Noches de luna y menta,
oscuridad recordada.
Identidad resumida.

La poetisa y artista plástica argentina Alicia Susana Baigorria es autora de “Versos vehementes” y socia de la RIET

Lugares paradisíacos

no-one-3053438_960_720Uno
Yo tenía ocho años.
El cielo aún se precipitaba sobre nosotros cuando dos arcoíris —sí, señores, dos, y podían ser tres tranquilamente— rodearon al sol. Olía a lluvia, a tierra húmeda, a hierba maltratada, a estiércol, a no sé qué olor misterioso de los valles andinos. Bajamos del automóvil para unirnos a la comparsa, a esos olores inidentificables, a los sonidos guturales de las cavernas, de los árboles, de las sombras. Más allá estaba el río furioso, amenazante, acaso reclamando su supremacía sobre la serranía, sobre el Perú, sobre todo. Al rato pasaron unos pueblerinos por dónde nos encontrábamos, jalaban unas mulas de ojos relampagueantes. ¿Qué lugar es este?, les preguntó mi padre. Chocón, señor.

Dos
Invierno duro en Ohio. Para llegar al hotel desde donde nos encontrábamos teníamos que cruzar un pequeño bosque —venido a menos por las nevadas— que daba a una laguna congelada. A medida que entrábamos toda nuestra ropa parecía insuficiente para abrigarnos. Dianita quiso llorar, pero se consolaba con las increíbles fotografías que Wendy nos sacaba de cuando en cuando. Finalmente tropezamos los tres y lo único que vimos era la nieve que nos había sepultado. Apenas me recuperé de la caída, socorrí a Dianita que temblaba. ¿Has visto a Wendy?, le pregunté. Ella asintió y señaló en dirección a la laguna. Vamos, le dije, dándole mis guantes. En la orilla encontramos a Wendy con su cámara y a unos cuervos graznando por lo cielos.

Tres
—¿Cómo tai, po?
—Bien, gracias —respondí—. No podría estar más contento.
—¿Alguna vei ha’ ido a lo’ ande’ chilenos, peruanito?
Negué con la cabeza.
—¡Súbase, po! —me dijo eufórico, aflautando la voz—. Ahora mismo vamo’ para allá.
Trepé la camioneta y me acomodé lo mejor que pude al lado de las otras tres personas que viajaban ahí. Media hora después estábamos rodeados de insectos enormes que nos atacaban incesantes, desesperados, comilones. Al comienzo pensé que eran abejorros por lo gordos, pero al verlos más de cerca descubrí su rostro horrible y amenazante.
—Salen de la tierra —dijo uno de mis acompañantes—. Ahí viven durante el invierno.
—¿Qué son?
—Mosquitos.
La camioneta se detuvo frente a un río ancho y calmo que nos separaba de unas enormes montañas de hielo cuya cúspide no alcanzábamos a divisar desde nuestra posición.
Hacía bastante calor, sin embargo.
Mis acompañantes se desvistieron en el acto y se lanzaron al río.
—¿No vai a entrar, peruanito? —me gritó uno.
—Sí, ahí voy.

Cuatro
Mi familia: Eduardo, Doris, Raquel, Marcelo y yo.

Cinco
Los brazos de Úrsula.

“Lugares paradisíacos” fue publicado previamente en el blog del autor, el escritor, fotógrafo y miembro de la RIET Anthony Yupanqui Wedding

Mi corazón es vuestro

RAMBLAS-1514-copiaNació en un país muy al sur del mundo justo en el preciso momento que un sargento bajito y bigotudo se quiso comer Europa a mordiscos. Al ver todo esto, se dijo que no podía ser, que había que hacer algo. Pensó primero en mudarse de planeta, luego comprobó que no tenía dinero (como siempre) para el pasaje, entonces se imaginó una isla, es decir, un mundo donde todos sus habitantes fueran felices, pero al tiempo de intentarlo descubrió que la isla se hundía.

Una tarde, enfadado, rabioso y furiosamente esperanzado, viendo pasar una muchacha hermosa, decidió cambiar el mundo. Y escribió su primera poesía. Ya mayor, empecinado en no sentar cabeza, militó en el campo de la utopía y anduvo por caminos poblados de profundas pero crípticas palabras. Así cruzaba nuestro amigo escribidor aquellos calendarios donde se le veía enflaquecido, la mirada limpia pero cansada, llevando en el bolsillo una fotografía amarilla, algo de bohemia y unas pelusillas como tentempié. No había duda, se había enganchado a la poesía. Su camello era la vida y el síndrome de abstinencia lo curaba con lecturas de Borges.

Un lunes, como quien no quiere la cosa, con esa pinta de porteño ilustrado y astronauta despistado, llegó al El Prat con una maleta de doble fondo donde escondía exilios y otras nostalgias. Cogió el tren del aeropuerto y se bajó en Paseo de Gracia. Algo intuyó, algo ajeno a su consuetudinario hambre con el que llegaba a la ciudad, y decidió que no, que esa no era su calle, que debía haber por ahí algo más hondo, más poeta. Algo que le trajera todas las calles de su barrio y todos los paisajes amados.

De pronto sintió que sus pies se alegraban. Miró a los costados y vio una fuente y dos adolescentes enamorados. Se sintió feliz porque aquél lugar le acariciaba el sentimiento tan herido de distancias y silencios.

Una mañanita de verano los ramblistas vieron a un soñador de triste figura que se había instalado con sus libros –“papeles”, los llama él- en medio de la Rambla. “¡Vaya desparpajo!” habrá pensado alguien, pero los más lo fueron rodeando hasta llegar a este domingo para que el hoy viejo poeta pueda decirles a todos los hombres, a todas las mujeres, a todos los niños y a todas las niñas de Barcelona, a todos los catalanes, a todos los inmigrantes, a todos los españoles, a todos los turistas, y a todos sus amigos: “¡Mi corazón es vuestro!”

Eduardo Mazo es escritor, poeta, articulista y miembro de la RIET. “Mi corazón es vuestro” ha sido publicado anteriormente en la página web del autor.