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Patrullas ciudadanas para todo

brutícia al carrer
El fenómeno de las patrullas ciudadanas contra los carteristas será una novedad en Barcelona, pero en Tarragona nos acordamos muy bien cuando los agricultores, hartos de que les expoliaran cosechas, maquinaria y les destrozaran sistemas de riego buscando cobre, también salieron a patrullar para protegerse.

En Lleida, los agricultores también tuvieron que organizarse en somatenes para frenar una sangría sin fin de su modo de vida. Tan bien funcionaban estas patrullas que el por aquel entonces conseller de Interior, el controvertido Felip Puig, bendijo y auspició los somatenes, como complemento – por no decir parche- de los Mossos d’Esquadra. Ahora bien, con ciertas condiciones como no ir armados –por suerte, nuestra tierra no es Texas-, no enfrentarse a los ladrones y avisar en seguida a la policía, los verdaderos profesionales de la seguridad.

Cuando Interior cambió de manos, el Parlament de Catalunya aprobó una moción para ponerles fin. Poco contaban, sin embargo, de que los somatenes se resistieron porque los robos habían disminuido.
Es totalmente lógico que las fuerzas policiales desconfíen de las patrullas ciudadanas. Ni tienen formación ni son profesionales y lo que no sucede en toda una vida, puede pasar en un minuto. Como un ladrón sorprendido por los somatenes con las manos en la masa que murió de un ataque al corazón mientras le perseguían. La investigación no atribuyó esa muerte a las patrullas rurales, pero ahí queda.
Si una de las definiciones de estado es tener el monopolio de la violencia, hay que analizar bien qué son las patrullas ciudadanas en este contexto.

Centramos el foco en los somatenes porque son lo más llamativo, pero si lo abrimos, encontraremos muchísimos más ejemplos de que la gente toma las riendas cuando se hartan de que las autoridades y las administraciones no hagan su trabajo. Un trabajo que, no lo olvidemos, lo paga quien al final, harto de dejadeces, se arremanga y tira por la vía rápida.

Mare Terra Fundació Mediterrània, por ejemplo, hace de patrulla ciudadana de vigilancia y control del medio ambiente, al igual que un buen puñado de entidades ecologistas.
Gracias a la mensajería instantánea, han surgido grupos de voluntarios que limpian montes y playas.

Un grupo de tarraconenses, bajo el nombre de Tarragona TT, denuncia la suciedad en Tarragona y, entre muchas otras geolocaliza contenedores desbordados o vertederos ilegales.

Un grupo de usuarios del parque de la Ciutat, hartos de tener el pipican en malas condiciones, lo arreglaron ellos mismos.

La aplicación Epp del ayuntamiento de Tarragona invita al ciudadano a ser una suerte de policía cívica digital.

Pero tal como la seguridad y el monopolio de la violencia no debe dejarse en manos del ciudadano para evitar la ley del más fuerte –es decir, una jungla-la administración no puede, en ningún caso, dejar en manos de la gente el control de la seguridad ambiental.

Tampoco puede permitirse el lujo de transmitir relajación y laxitud a la hora de controlar episodios de contaminación, de fallos de seguridad o el gran error de que salga más barato pagar la multa si te pillan que no hacer las cosas bien hechas desde el principio.

Una vecina de la Part Baixa publica, cada día en sus redes sociales, los análisis de la calidad del aire de los medidores que tiene instalados en sus casas. Si dice “hoy es buena”, es más creíble que toda la administración junta. Pensemos en ello.

Y pensemos también en los recursos que tenemos, como ciudadanos obligados a patrullar, para que las administraciones hagan su trabajo y no nos obliguen a denunciarlas por prevaricación ni dejadez de funciones.

Ángel Juárez Almendros es presidente de Mare Terra Fundació Mediterrània, de la Coordinadora d’Entitats de Tarragona y de la RIET

Eva/sion/es

Chiqui Vicioso es una referencia en la literatura y la cultura dominicana de los últimos 30 años. Recuperamos este vídeo – que forma parte de la Memoria Audiovisual del Festival Internacional de Poesía de Medellín- en el que esta poetisa, socia de la RIET, recita un fragmento de su obra.

Abismo

abismo

Desde la cumbre de la catedral de piedra tallada en gótico veía el amplio valle. El aire silencioso que rodea la antigua atalaya es un espacio de abejas sobre un océano de tierra vestido con colores difusos, y hombres y bestias son puntos inquietos de aquella vastedad. Salvo el silbido del viento, nada más escucha el contemplador.
Abajo, al pie de la mole, otro hombre mira la obra labrada en roca que sube y parece hender las nubes para darles formas humanas y rombos de espuma. Hay aquí abajo un silencio sólo roto por el movimiento rumoroso de seres cercanos, hechos a su semejanza y necesidad.

El de arriba contempla las figuras esculpidas en la piedra intemporal y las siente próximas y las comprende. Vistas de cerca son inmensa sombra, y el grifo es para él un ala rugosa que todo lo cubre, con garras como lazos que parecen capturarlo. Él piensa que son figuras sin vida y no les teme: se siente dueño del escenario y domina a sus actores como domina el paisaje a sus pies.
El hombre de abajo sonríe al mirar desde la llanura aquellas monstruosas gárgolas y seres mitológicos: está a salvo del maleficio que amenaza al otro situado en las alturas.

La piedra milenaria cae en cascada hacia el hombre de abajo, absorto en tanta magnificencia, seguro en la firme planicie.
Ambos son vencidos.

Alejo Urdaneta es escritor, ensayista y miembro de la RIET. Esta pieza literaria ha sido publicada previamente en la Página de los cuentos.

La fusión nuclear, objetivo esencial para una nueva era de bonanza

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Vista del lugar de construcción de ITER (Foto © ITER.org)

La obtención ilimitada de energía por fusión nuclear representaría una auténtica inflexión histórica, ya que la humanidad podría reconducir adecuada y oportunamente la actual deriva ecológica y asegurar un desarrollo humano con calidad de vida digna a escala global.

Se han venido realizando progresos para conseguir la fusión en lugar de la fisión nuclear, pero los intereses cortoplacistas de los grandes traficantes de combustibles fósiles unidos a los de quienes restringen el ámbito de la seguridad a la hegemonía territorial han impedido que se dedicaran al proyecto científico internacional ITER los recursos de toda índole que hubieran permitido avanzar con el apremio exigible. ¡Y éste es el único acelerador que interesa ahora acelerar!

No me cansaré de repetir que ha llegado el momento de la “voz de los pueblos”, liderados por las comunidades científica, académica, artística, literaria, intelectual en suma, para conseguir una nueva gobernanza multilateral que aplique con diligencia las prioridades de las Naciones Unidas (alimentación, agua potable, servicios de salud de calidad, cuidado del medioambiente y educación) al tiempo que aporte todos los medios necesarios para grandes acciones conjuntas que permitan disponer lo antes posible de energía procedente de fusión nuclear.

Frente a los miopes gobernantes que no alcanzan a ver más allá de los sombríos horizontes actuales… la voz de los científicos, la voz de los pueblos en favor de los cambios que, todavía, podrían permitir un legado intergeneracional adecuado.

Es imprescindible resistir. Resistir para no ser espectadores en lugar de actores; para ser ciudadanos del mundo cuando los retos globales acechan, especialmente a las generaciones venideras; resistir para no permitir que se incumplan por irresponsables líderes actuales los acuerdos sobre cambio climático y desarrollo sostenible que firmaron sus antecesores; resistencia para evitar la vergüenza de la insolidaridad y la indiferencia… Espero que, una vez más, tenga razón Albert Camus cuando escribió que “Sólo los resistentes tienen la última palabra”.

Federico Mayor Zaragoza es intelectual, académico, político, escritor, poeta y miembro de la RIET. Este texto ha sido publicado previamente en el blog del autor

Es hora de parar la guerra contra la Tierra

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Hoy en día, cuando pensamos en la guerra, nuestra mente se torna hacia Iraq y Afganistán. Pero la guerra más grande es la guerra contra el planeta. Ésta tiene sus raíces en una economía que no respeta límites ecológicos y éticos – límites a la desigualdad, límites a la injusticia, límites a la codicia y la concentración económica.

Un puñado de empresas y de potencias busca controlar los recursos de la Tierra y transformar el planeta en un supermercado en el que todo está en venta. Quieren vender nuestro agua, genes, células, órganos, conocimientos, culturas y nuestro futuro.

La guerras duraderas en Afganistán, Iraq y las que les han seguido no son sólo sangre por petróleo. A medida que ellas se desarrollan, vemos que son sangre por alimentos, sangre por genes y biodiversidad y sangre por agua.

La metalidad guerrera subyacente a la agricultura bélico-industrial es obvia en los nombres de los herbicidas de Monsanto— Round-Up, Machete, Lasso. American Home Products, que se ha fusionado con Monsanto, da a sus herbicidas nombre igualmente agresivos, incluyendo “Pentagon” y “Squadron”. Es la lengua de la guerra. La sustentabilidad se basa en la paz con la Tierra.

La guerra contra la Tierra comienza en la mente. Los pensamientos violentos dan forma a acciones violentas. Categorías violentas construyen herramientas violentas. Y en ninguna parte esto es tan vivaz como en las metáforas y métodos en los que se basa la producción industrial, agrícola y alimentaria. La fábricas que produjeron venenos y explosivos para matar a la gente durante las guerras han sido transformadas en fábricas productoras de agroquímicos al terminar las guerras.

El año 1984 me hizo ver que algo no estaba bien en la manera en que los alimentos se producían. Con la violencia en el Punjab y el desastre en Bhopal, la agricultura parecía guerra. Fue entonces que escribí La Violencia de la Revolución Verde, y por eso mismo lancé Navdanya como un movimiento por una agricultura libre de venenos y productos tóxicos.

Los pesticidas, que en un principio se utilizaron como químicos bélicos, no pudieron controlar las plagas. La ingeniería genética iba a ofrecer una alternativa a los productos químicos tóxicos. Al contrario, ha llevado a un mayor uso de pesticidas y herbicidas y desatado una guerra contra los campesinos.

Los altos costos de los insumos y productos químicos hacen que los agricultores caigan en la trampa de la deuda – y la tampa de la deuda lleva a los agricultores al suicidio. De acuerdo a datos oficiales, en la India más de 200.000 campesinos se han suicidado desde 1997.

Hacer la paz con la Tierra siempre ha sido un imperativo ético y ecológico, que se ha convertido ahora en un imperativo para supervivencia de nuestra especie.

La violencia contra el suelo, la biodiversidad, el agua, la atmósfera, el campo y los campesinos produce un sistema alimentario marcial que no puede dar de comer a la gente. Un billón de personas sufre hambre. Dos billones sufren de enfermedades relacionadas con la alimentación: obesidad, diabetes, hipertensión y cáncer.

Hay tres niveles de violencia implicadas en el desarrollo no sustentable. El primero es la violencia contra la Tierra, que se expresa en la crisis ecológica. El segundo es la violencia contra gente, que se expresa en la pobreza, la indigencia y el desplazamiento. El tercero es la violencia de la guerra y el conflicto, cuando los poderosos echan mano a los recursos que están en otras comunidades y países para satisfacer su apetito que no tiene límites.

Cuando cada aspecto de la vida es comercializado, vivir se hace más caro, y la gente se empobrece, incluso si ganan más de un dólar al día. Por otra parte, la gente puede ser rica en términos materiales, incluso sin economía monetaria, si tienen acceso a la tierra, si los suelos son fértiles, si los ríos están limpios, su cultura es rica y mantiene la tradición de construir casas y prendas bonitas, buena comida, y hay cohesión social, solidaridad y espíritu comunitario.

La ascensión del dominio del mercado, y de la moneda en tanto que capital producido por el hombre, a la posición de principio superior organizativo de la sociedad y única forma de cuantificar nuestro bienestar ha llevado al debilitamiento de los procesos que mantienen y sostienen la vida en la naturaleza y la sociedad.

Entre más ricos nos hacemos, somos ecológica y culturalmente más pobres. El aumento en el bienestar económico, medido en dinero, lleva al aumento de la pobreza en los aspectos material, cultural, ecológico y espiritual.

La verdadera moneda de la vida es la vida misma, este punto de vista lleva a varias preguntas: ¿cómo nos miramos a nosotros mismos en este mundo? ¿Para qué están los seres humanos? Y ¿somos simplemente una máquina de hacer dinero devoradora de recursos? O ¿tenemos un propósito más elevado, un fin superior?

Creo que la “Democracia Terráquea” nos permite imaginar y crear democracias vivientes basadas en el valor intrínseco de todas las especias, de todos los pueblos, de todas las culturas – un reparto justo y equitativo de los recursos vitales de esta Tierra, un reparto de las decisiones sobre el uso de los recursos de la Tierra.

La “Democracia Terráquea” protege los procesos ecológicos que mantienen la vida y los derechos humanos fundamentales que son la base del derecho a la vida, incluyendo el derecho al agua, la alimentación, la salud, la educación, el trabajo y el sustento.

Tenemos que escoger. ¿Obedeceremos las leyes de mercado de la codicia corporativa o las leyes de la Madre Tierra para mantener los ecosistemas terrestres y la diversidad de los seres vivos?

Las necesidades en alimentación y agua de la gente sólo pueden satisfacerse si se protege la capacidad de la naturaleza para producir alimentos y agua. Suelos y ríos muertos no dan alimento ni agua.

Por ello, defender los derechos de la Madre Tierra es el más importante de los derechos humanos y de las luchas por la justicia social. Es el más amplio movimiento pacifista de nuestra época.

La doctora Vandana Shiva es una física, ambientalista,significada activista y escritora miembro de la RIET