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Clamor en contra de los plásticos en el mar

Ya hace 28 años seguidos que Mare Terra Fundació Mediterrània convoca una jornada anual de sensibilización para mantener la playa limpia. Os invitamos a ver la acción de este año, en la que no han faltado incluso sirenas

Síntomas, síndromes, complejos

planetSíntomas, síndromes, complejos…fácil diagnóstico tiene la sociedad actual: conformismo crónico. Tener o retener lo que se merece no sólo depende de la intencionalidad, también de la nacionalidad. Factores externos que confluyan en favorecer los propósitos, minan la línea de accesibilidad por conseguir el mito de la meta. Fatigados de abrupta corrupción, bocas secas por entablar cantinelas de bar llenas de queja, pérdidas de apetito por no llevar a la boca ni muerdo ni bocado, insomnio por no saber ya contar ovejas que puedan llegar a saltar del desahucio o logren balar el próximo alquiler, alergia al intruso y al uso político…estos, entre otros, son unos de los síntomas que a día de hoy padece sufrir la gran “empeoría” de la población.

Médicos infiltrados, que envenenados inyectan suero ilógico a estos síntomas, mantienen aún sus impolutas e imputables batas operando a rostro abierto, y sin alma, la dolosa, dañina y deforme enfermedad de la desesperación. Impotencia y pesimismo, junto con el ya diagnosticado y crónico conformismo, nada más pueden “derribar” a un estado de la vida al que llaman muerte. Esta suerte es todavía remediable, siempre y cuando, saquemos de en medio los medios que tienen como remedio los médicos que nos tratan…de engañar. No se muere únicamente dejando de latir, también desfalleciendo por intentar abrir los ojos y seguir viendo como no podemos mover nuestra utilidad. Parece también que sigamos haciéndonos los suecos ante nuestro problema capital y suframos como el amor de la rana, en silencio, el síndrome de Estocolmo. Seguimos dando muestras de cariño a nuestros carceleros. ¿Alguien lo entiende?
Entre Peter Pan con su síndrome de falta de madurez, y Alicia en el país de las maravillas en el que sólo veía alegría y en pequeño, parece que vivamos sin ¡vivas! dentro de una película de desdibujados ánimos. Cuando se acaben las palomitas y empecemos a vernos envejecidos de aburrimiento y hambre, será cuando daremos el salto a la gran pantalla protagonizando sin play ni backs la revolución de las masas. Es más fácil la solución que el complejo que afrontamos ante el problema.
Inconformismo en pastillas, jarabe de lucha y supositorios de nitroglicerina a los que nos dan por…perdidos.

Por Oscar Molero, miembro de la RIET

Ahora sí, “Nosotros, los pueblos”

multitudHa llegado el momento de, con gran apremio, implicarse en la gobernanza a escala local y mundial para hacer frente a los procesos irreversibles que constituyen una grave amenaza para la calidad de vida sobre la Tierra.

Hace años que la UNESCO, el Club de Roma, la Academia de Ciencias de los Estados Unidos, el panel de científicos de las Naciones Unidas, han venido alertando primero y alarmando después sobre la necesidad de controlar los efectos perniciosos sobre el medioambiente –tierra, mar y aire- de emisiones de gases “con efecto invernadero” eliminados en la combustión de carburantes fósiles, especialmente utilizados en actividades industriales, transporte, refrigeración, etc.

Resultaba imprescindible, para que todos estos llamamientos no fueran desoídos y se adoptaran las medidas adecuadas, el rápido y eficaz funcionamiento del multilateralismo democrático, a través de unas Naciones Unidas dotadas de los recursos personales, de defensa, técnicos y financieros necesarios para poder actuar con la diligencia y urgencia debidas.

El neoliberalismo no sólo desoyó tantos requerimientos de las comunidades científica y académica sino que puso las riendas del destino común de la humanidad en las manos de muy pocos países (grupos plutocráticos G6, G7, G8, G20), dóciles a la voz de su amo, que decidían siempre en virtud de intereses económicos cortoplacistas, haciendo caso omiso de síntomas de deterioro tan patentes como el cambio climático o la fusión del casquete Polar Ártico.

En el otoño de año 2015, gracias en buena medida al Presidente Obama, se suscribieron los Acuerdos de París sobre Cambio Climático y las Naciones Unidas aprobaron la Agenda 2030, que contiene los Objetivos de Desarrollo Sostenible “para transformar el mundo”.

El periodo de esperanza fue muy breve: el Presidente Donald Trump, siguiendo las pautas de comportamiento de sus antecesores del Partido Republicano, marginó totalmente a las Naciones Unidas y declaró que no pondría en práctica los Objetivos de Desarrollo Sostenible ni los relativos al cambio climático.

Y silencio. Silencio de la Unión Europea que todavía era vista por algunos como referente de unos valores universales que debían prevalecer.

Silencio de los grandes consorcios globales, guardianes celosos de los medios de comunicación e información.

Y silencio, el más incomprensible, de las comunidades académica, científica, artística, literaria,… intelectual, en suma.

Todos distraídos, todos mirando hacia otro lado cuando lo que deberían hacer era tener en cuenta a las generaciones que llegan a un paso de las nuestras y decirle al señor Trump que no se puede atentar impunemente contra la humanidad.

El Presidente norteamericano pidió más dinero para la defensa y todos los países silenciosos fueron, además, sumisos y corrieron a decirle incrementarían sus inversiones en gastos militares y armas. Por lo visto, más de 4000 millones de dólares al día no son suficientes para la defensa territorial… cuando en las mismas 24 horas mueren de hambre y extrema pobreza miles de personas, la mayoría niñas y niños de uno a cinco años de edad.

Ha llegado el momento de tener muy presente cuanto antecede y levantar la voz, ahora que ya, por primera vez en la historia, “los pueblos” pueden expresarse libremente.

Debemos recordar a Stephane Hessel cuando nos recomendaba indignarnos e implicarnos y a José Luis Sampedro cuando advertía a la juventud de que era necesario “cambiar de rumbo y nave”.

Es imperativo proceder sin demora a establecer un nuevo concepto de seguridad, de tal modo que estas ingentes cantidades no se destinen sólo a ejércitos y armas para defensa de los territorios, sino para disponer de unos excelentes sistemas de prevención y acción con los que hacer frente, por ejemplo, a los incendios que calcinan, en la propia Norteamérica, miles de hectáreas, sin que se hayan adoptado durante todo el año las medidas de cuidado de los bosques que son imprescindibles y no se disponga de la tecnología terrestre y aérea adecuada para una actuación eficaz. Lo mismo sucede con otras catástrofes como las inundaciones, los terremotos, los tsunamis… En una palabra, estamos preparados y tenemos en los cuarteles a miles de soldados para abordar los conflictos bélicos pero no los naturales, para asegurar la pertenencia de terrenos pero no el bienestar de quienes viven en ellos.

Una vez más, si se diera a las Naciones Unidas la posibilidad de actuar como corresponde, se aseguraría a todos los seres humanos, iguales en dignidad, las cinco prioridades del Sistema: alimentación, agua potable, servicios de salud de calidad, cuidado del medioambiente y educación.

Insisto: es necesario establecer un nuevo concepto de seguridad para hacer frente a las amenazas globales. Frente a problemas que afectan a la humanidad en su conjunto, reacción de ciudadanos del mundo. En efecto, tenemos que reconocer que, cuantitativamente, la mayor parte de los países son irrelevantes. Frente a la India o China, cada una de ellas con más de 1000 millones de habitantes, la mayor parte de las naciones del mundo carecen, en un análisis sereno, de peso. Pero, pueden ser cualitativamente extraordinariamente influyentes, si demuestran con sus acciones, con sus proyectos, su visión del futuro, etc. que pueden reconducir las actuales tendencias en el mundo y entrar con plena esperanza en la nueva era.

Ha llegado el momento de oír la voz de “Nosotros, los pueblos”, especialmente de las mujeres y jóvenes, que hoy adquieren, en total pie de igualdad, responsabilidades que hasta ahora les estaban vedadas.

Con profunda preocupación por el silencio de unos y por las declaraciones de otros (como la de los responsables de las grandes multinacionales de la tecnología de la comunicación) pienso que es el momento, sin demora alguna, de promover grandes clamores mundiales de los “pueblos”, tan prematura como lúcidamente citados en la primera frase de la Carta de las Naciones Unidas en 1945, pero que son en estos momentos la única esperanza.

En el extenso currículum del miembro de la RIET Federico Mayor Zaragoza destacamos sus facetas de poeta, político, expresidente de la UNESCO, científico, co-presidente del Grupo de Alto Nivel para la Alianza de Civilizaciones o miembro fundador de Foro Mundial de la Sociedad Civil UBUNTU. El artículo Ahora sí, “Nosotros los pueblos” ha sido publicado previamente por el autor en su blog.

Acerca de las conversaciones en los consultorios

medicoNo me molesta para nada ir al consultorio del doctor, entre otras cosas, porque me gusta esperar y en esta ciudad, como en el resto del país, los diversos consultorios y hospitales siempre se encuentran hacinados de gente, gente enferma, gente desesperada y –como les dije antes– a mí no me molesta esperar. Lo que me molesta, en todo caso, es que a otros les moleste esperar.

Los abuelos empiezan a hojear revistas arrugadas de tanto manoseo, y bueno, el doctor es un imbécil –incrédulo laborioso– por no decir un reverendo idiota como casi todos los médicos que dejan periódicos y revistas en la sala de espera. Como un vano afán de disuadir la molestia y aburrimiento consideran las revistas un insípido intento de remedio. Lo sorprendente es que la gente las lee o hace que leerlas. Es difícil darse cuenta a veces.

Supongo que esto de esperar es algo azaroso cuando uno está sentado, sin mucho que hacer, es lógico que se empiece a plantear cosas y a refutar muchas otras más.

Generalmente voy al consultorio los jueves por la tarde, hay menos gente, de hecho, siempre somos tres y claro el gato, el gato bañado de sol.

– Míralo –dijo Irma–. Siempre igual, el muy ocioso.

Alicia volcó la mirada de inmediato; yo no, yo sabía exactamente lo que hacía el gato desde hace 3 años. Podría lanzarle cualquier tipo de objeto, podría caminar hacia él con una de esas viejas revistas como mazo y el gato no se movería, nunca lo hace en realidad.

– Jamás he visto algo parecido– dijo Irma dirigiéndose a nosotras sin dejar de mirar al felino. –Los gatos son criaturas nocturnas.

– ¿Y…?– pregunto Alicia.

– Tonta, que no es un gato normal.

– ¿Qué no es un gato normal, dices? ¿A qué te refieres? –Preguntó incrédula Alicia.

– Es que no te das cuenta de lo que pasa en tus narices, ¿ya lo viste? El gato se la pasa todo el día recostado al sol.

Y definitivamente el gato se la vive recostado en el único charco de sol que entra por la ventana del consultorio, intentando ampliar al máximo su tamaño para remojarse en aquellos hilos dorados que caían como lluvia fina en su pelaje.

– ¿No se dan cuenta acaso? – Irma volvió con su persistente cuestionario. – El gato no se mueve nunca, pero el sol tiene un trayecto que cumplir conforme las horas pasan; sin embargo, el gato siempre está al sol, ¿cómo puede ser posible eso?

– Está claro, Irma, no puede ser posible. – Respondió Alicia.

– No puede ser posible, pero así es. ¿Cuánto tiempo llevamos esperando?

– Ummm… unos cuarenta y cinco minutos será. –Dijo Alicia consultando su reloj.

– Cuarenta y cinco minutos y el gato no se movió del sol, pero el sol tampoco se movió del gato, aquí pasa algo muy extraño, hay gat…

– ¿Gato encerrado? – Interrumpió Alicia sonriendo. – ¿Qué opinas tú? – Y su mirada se dirigió hacia mí.

– ¡Qué va a pensar ella! –Dijo precipitadamente Irma, sin ni siquiera darme tiempo a que me inmute. –Si ella tiene privilegios o es que tampoco te diste cuenta que siempre le atienden antes que a nosotras.

– Bueno es que la verdad soy muy distraída –respondió Alicia–, y no me di cuenta.

– Pues yo si me fijo, me fijo en el gato, en el sol, y en ella, ella que llega después de nosotras y la atienden primero

– Quizá tiene una cita acordada. –Dijo Alicia, dirigiéndose a mí con alguna complicidad.

– ¿Y nosotras no? –Preguntó Irma con la paciencia al borde del colapso–. ¿A ver cuándo fue la última vez que nos atendió a nosotras? ¿Ayer? ¿El lunes? ¿La semana pasada?

– Pues no me acuerdo, –respondió Alicia con una ansiedad que no podía ser controlada.

– Piensa bien, –insistió Irma.

Alicia pensó y, mientras lo hacía, intuía una invención no apta para disimular sus defectos de memoria.

– ¿Te das cuenta ahora? No intentes recordar por qué el doctor nunca te atendió.

– Es absurdo, –afirmaba Alicia como tratando de aferrarse a algo– imaginar siquiera lo que estás diciendo raya el borde de la paranoia.

– ¿En serio? A ver… ¿Cómo se llama el doctor? ¿Podrías hacer una descripción física de él? ¿Hace cuánto estas de tratamiento y por qué vienes aquí?

Hubo un silencio tedioso que pasó a la perplejidad, de la perplejidad al asombro, del asombro a la súbita resignación y, finalmente, algo dubitativa, se escuchó la voz de Alicia:

– ¿Tres años?

– Tres años, y en todo este tiempo a la única de las tres que atiende es a ella, –Dijo Irma señalándome.

– Estás paranoica. –Le respondió Alicia y me miró con timidez y algo de empatía.

– Puede ser, pero dime algo: ¿Te acuerdas de algo más que no sea esta sala, el gato o el sol?

– Pues claro. –Contestó segura Alicia.

– Dime entonces. –Prosiguió Irma, más firme y más confiada que al principio.

– Que vengo aquí desde hace tres años.

– ¿Enserio? ¿Qué más? –Ahora el color de voz de Irma era más irónico, se sospechaba algo de ansiedad.

– Que ustedes son mis amigas.

– Por supuesto, pero se más específica.

– Uhmmm… pues me acuerdo del gato, sí… del gato y el sol. –Respondió Alicia inquieta y perturbada.

A lo largo del corredor se oyó el cincel de unos zancos chocando con el vidrio esmaltado del piso, entonces la mujer salió hasta la sala de espera y llamó en voz alta:

– Doris, pase por favor, el doctor la está esperando.

Me incorporé sin ruido en una inútil perfección del silencio, el gato seguía en su charco de luz tratando de guardar el sol, decidiendo por voluntad propia ejercer felizmente una profesión inventada para él, aquel maravilloso ocio que envidiaba a pasos de mí…

– Chicas, –dije mirándolas fijamente a los ojos, tratando de disuadir la tentación de dramatizar– ahora hagan el favor de quedarse quietas y sin hacer ruidos que mi psiquiatra no quiere saber más de ustedes.

Este artículo de Ana Gabriela Serrano Gonzales ha sido publicado inicialmente en el Correo del Sur.

Ana Gabriela Serrano (Sucre, 1992) es una arquitecta comprometida con el patrimonio y la literatura. Cofundadora del Club de Lectura de la ciudad de Sucre. Cuenta con varios poemas y relatos, paralelamente escribe artículos de arquitectura y patrimonio. Es integrante y activista de la Sociedad de Estudios Patrimoniales de Chuquisaca y miembro de la RIET.

Los dientes en la práctica cultural y ceremonia indígena

dientes las culturas indígenas se han utilizado variados iconos dedicados a los cultos ceremoniales, es así el caso del uso de plumas, huesos, dientes y hasta ojos de animales o reptiles.

La práctica de las mutilaciones dentarias como muestra de jerarquía, representación mágica o de belleza, y en la cultura funeraria, ha sido muy variada. Es así como algunos grupos indígenas centroamericanos como los Sayate Tchekar del área chincha-atacameña, de Vilama, los de Tocaryi cerca del Potosí, quitaban los dientes anteriores a sus difuntos para que el alma tuviera un lugar por donde escapar del cuerpo.

También han sido usadas las mutilaciones dentarias en ceremoniales referentes a ritos de paso de la pubertad en jóvenes de ambos sexos (Aguirre, 1990). Los indios guaimíes de Panamá y los huancavilcas de Ecuador tenían la costumbre de romper el canino superior izquierdo a los jóvenes al llegar a la pubertad para demostrar que estaban en disposición de contraer matrimonio.

Así también los koradje’s, grupo étnico minoritario de Nueva Gales del Sur, cortan las encías con un trozo de hueso agudizado y hacen saltar un incisivo (Reverte Coma, 2001).

Otra forma de extracción de los incisivos se realizaba por lo general apoyando una tablilla sobre el diente que se quería extraer, dándole un golpe seco con una piedra. Algunos grupos étnicos como los de Bantú (grupo indígena que ocupaba los márgenes del Río Congo, Angola y Zaire) realizaban este rito durante lo que llamaban “Fiesta de los dientes” o Vahiva (Reverte Coma, 2001).

También grupos como son los guaimíes indígenas, chiriquí y veraguas en el occidente del Istmo de Panamá, liman sus dientes en punta como señal de belleza, lo mismo ocurre en África Central, en donde es práctica generalizada entre los tumba, okanda, kaba y yenyé (Reverte Coma, 2001).

Otra práctica ceremonial de embellecimiento ha sido la incrustación en los incisivos de fragmentos de turquesas, obsidiana, esmeraldas y otras piedras preciosas o semipreciosas (Becker, 1973) y a veces alambre de oro que se entrelazaba entre los dientes en señal de poder como lo hacían algunos grupos étnicos de Ecuador como los huarorani y los shuar y grupos mayas como los xiximas y tepehuanes de México (Tiesler, 2001).

Existen dos teorías referentes al método usado para crear las modificaciones directas en el hueso, una era la talla de la pieza dentaria con piedras y el otro método era a través de un arco que funcionaba como un taladro utilizado para realizar los desgastes.

Texto de Lilian Uribe publicado en Letralia. Tierra de letras
Lilian Uribe es poeta, ensayista, novelista y guionista chilena (Santiago)