“Nos habéis robado los sueños y las esperanzas”, espetó la activista Greta Thumberg en la Cumbre de Acción del Clima de la ONU. Millones de jóvenes –y no tan jóvenes-de todo el mundo han salido a la calle a protestar para que se devuelva el botín robado y que se tomen acciones ya mismo para revertir el cambio climático.
Los datos científicos, por mucho que quieran discutirse, son los que son y ya hace demasiados años que escuchamos advertencias sobre lo letal que será que se deshagan los glaciares y aumente el nivel del mar. Hasta ahora, ha sido un no hacer nada de nada de manual, pero ya es hora de tomar decisiones para que esto, al menos, aminore la velocidad hacia el desastre.
El mensaje de Thumberg ha calado tan hondo que “las sociedades tendrán la percepción continua de estar amenazadas, de inseguridad, de miedo, de temor respecto al futuro”, definió la socióloga del Medio Ambiente Mercedes Pardo al inaugurar el curso 2019-2020 en la Universitat Autònoma de Barcelona. Tanto es así, que muchos jóvenes ya hablan abiertamente de no tener hijos para no condenarlos a un mundo de caos. Es decir, que parafraseando a Thumberg, también nos roban el futuro.
Los datos son espeluznantes: la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera sigue hacia arriba y ya superado la barrera de las 400 partículas por millón, la temperatura sube 0,2 grados por década, cada año es el más cálido de la historia (a ver qué temperaturas sufriremos el verano del 2020), los glaciares están en sus niveles más bajos y los océanos, en los más altos.
Las consecuencias también son escalofriantes: desaparecerán territorios enteros – con las micro islas en primera línea de salida- la sequía se alternará con inundaciones, con lo que la seguridad y la alimentación de millones de personas está ya amenazada, la escasez de productos básicos disparará los precios y, por tanto, la pobreza y , por si fuera poco, la falta de agua afecta ya a un tercio de la población mundial.
¿Estamos ya en un punto de no retorno? Es posible, pero hay que confiar en el tesón de la gente para forzar voluntades políticas y actuar ya. Hace más de 30 años que los científicos claman en el desierto y el acuerdo mundial de Kyoto para revetir esta situación simplemente se ha ignorado.
¿Motivos para ser pesimistas? Todos. ¿Motivos para ser optimistas? Alguno queda. Como, por ejemplo, que no hace tantos años, el medio ambiente solo nos preocupaba a cuatro bichos raros y ahora, ya somos millones los que clamamos por cambios antes de que sea demasiado tarde.
Ángel Juárez Almendros
Presidente
Mare Terra Fundació Mediterrània
Red Internacional de Escritores por la Tierra
Coordinadora d’Entitats de Tarragona