Es tanta la monotonía de oír hablar de Paz
Que ya cansa y, más
Cuando vemos a los señores de la guerra
Que no vencen sus malas inclinaciones
Y señales malas
Que eligen para sus gobiernos
Ayudados por el voto de las gentes
A personas mal inclinadas
Viciosas, ladronas, falsarias
Y cosas semejantes
Bendecidos por iglesias o sectas
Hipócritas, obscenas, embusteras
Que su bien le fundan solamente
En engañar y alucinar al pueblo.
Un pueblo que se deja llevar
Como discapacitado, bobo de baba
Temeroso de esas sentencias:
”El miedo guarda la viña”
“Al pueblo rebelde, palo y estaca”
“A quien se rebela y no se humilla
Tiro en la nuca, y despojarle
De su casa, llevándose todo
Hasta la colcha de la cama”
Sentencias que llevan las gentes
Como apostema en la garganta
Y que no les deja hablar.
Allá en tiempos de antaño
Como hoy en día, a diario
Escritores y poetas
Políticos y cantantes
Sacerdotes, gurús, budistas e imanes
Hacen loas a la Paz
Buscando una Felicidad
Que nunca ha habido ni habrá.
El odio que se tienen entre sí los humanos
Hace reír a los animales de la selva
Los del zoo y de la casa
Viendo tanto ardor, tanto esfuerzo
Que ponen en conseguir la Paz
Unos energúmenos que tienen por asesores
A toda la corte celestial
De dioses, semidioses, santos pedófilos
A Ali Babá y los cuarenta ladrones
Quedando siempre, en el combate
Ambos bandos
Con un montón de muertos
Infelices del fatal encuentro
Donde han perdido muchas vidas
Matando a lo burro.
Además, este enfado tan apreciable
Que muchos hacen a la Paz
Elevándole un aria a la desilusión:
“Ay la Paz, qué guerra nos da.”
Daniel de Culla
Poeta, escritor, pintor y fotógrafo.
Miembro de la RIET