Por Leonardo Boff, Teólogo y Filósofo
Para comprender adecuadamente el cristianismo es necesario hacer distinciones, aceptadas por la mayoría de los estudiosos. Así, es importante distinguir entre el Jesús histórico y el Cristo de la fe. Por Jesús histórico se entiende al predicador y profeta de Nazaret tal como existió realmente bajo César Augusto y Herodes. El Cristo de la fe es el contenido de la predicación de sus discípulos, que lo ven como el Hijo de Dios y el Salvador.
Otra distinción importante que hay que hacer es entre el Reino de Dios y la Iglesia. Reino de Dios es el mensaje original de Jesús. Significa una revolución absoluta redefiniendo las relaciones de los seres humanos con Dios (hijos e hijas), con los otros (todos hermanos y hermanas), con la sociedad (centralidad de los pobres), y con el universo (la gestación de un nuevo cielo y una nueva tierra).
La Iglesia ha sido posible debido a que Jesús fue rechazado y, por eso, no se realizó el Reino. Se trata de una construcción histórica, que trata de llevar a cabo la causa de Jesús en las diferentes culturas y épocas. La encarnación dominante es en la cultura occidental, pero también se ha encarnado en la cultura oriental, en la copta y en otras.
También es importante distinguir la Tradición de Jesús y la religión cristiana. La Tradición de Jesús se sitúa con anterioridad a la redacción de los Evangelios, aunque esté contenida en ellos. Los Evangelios fueron escritos entre 30 y 60 años después de la ejecución de Jesús. En ese tiempo intermedio ya se habían organizado comunidades e iglesias, con sus tensiones, conflictos internos y formas de organización. Los Evangelios reflejan y toman partido dentro de esta situación. No pretenden ser libros históricos, sino libros de edificación y de difusión de la vida y del mensaje de Jesús, como el Salvador del mundo.
¿Dentro de esta maraña que significa la Tradición de Jesús? Es ese núcleo duro, el contenido que cabe en una cáscara de nuez y que representa la intención original y la práctica de Jesús (ipsissima intentio et acta Jesu) antes de las interpretaciones que se le hicieron. Se puede resumir en los siguientes puntos: En primer lugar viene el sueño de Jesús, el Reino de Dios, como una revolución absoluta de la historia y del universo, propuesta conflictiva pues se oponía al reino del César. Después, su experiencia personal de Dios que trasmitió a sus seguidores: Dios es Padre (Abba), lleno de amor y ternura. Su característica especial es ser misericordioso, ama a los ingratos y malos (Lucas 6,35). Luego predica y vive el amor incondicional que pone a la misma altura que el amor a Dios. Otro punto es dar centralidad a los pobres e invisibles. Ellos son los primeros destinatarios y beneficiarios del Reino, no por su condición moral, sino porque se les priva de la vida, lo cual lleva al Dios vivo a optar por ellos. En el comportamiento que tengamos con ellos se decide si heredamos o no la salvación (Mt 25 ,46). Otro punto importante es la comunidad. Él escogió a doce para vivir con él; este número doce es simbólico: representa la reunión de las 12 tribus de Israel y la reconciliación de todos los pueblos, hechos Pueblo de Dios. Por último, el uso del poder. Sólo se legítima aquel uso que es servicio a la comunidad y el portador de poder debe buscar siempre el último lugar.
Este conjunto de valores y visiones es la Tradición de Jesús. Como se deduce, no se trata de una institución, doctrina o disciplina. Lo que Jesús quería era enseñar a vivir y no crear una nueva religión con feligreses piadosos de una institución. La Tradición de Jesús es un sueño bueno, un camino espiritual que puede adquirir muchas formas y que puede tener también seguidores fuera de lo religioso y eclesial.
La Tradición de Jesús se transformó a lo largo de la historia en una religión, la religión cristiana: una organización religiosa en forma de distintas Iglesias, especialmente la Iglesia romano-católica. Éstas se caracterizan por ser instituciones con doctrinas, disciplinas, determinaciones éticas, formas rituales de celebración y cánones jurídicos. La Iglesia católica romana en concreto se organizó en torno a la categoría del poder sagrado (sacra potestas), concentrándolo en manos de una pequeña élite que es la jerarquía con el Papa a la cabeza, con exclusión de los laicos y de las mujeres. Ella detenta las decisiones y el monopolio de la palabra. Es jerárquica y creadora de grandes desigualdades. Se identificó ilegítimamente con la Tradición de Jesús.
Este tipo de traducción histórica cubrió de cenizas gran parte de la originalidad y del encanto de la Tradición de Jesús. Por eso todas las Iglesias están en crisis, pues no son “alegría para todo el pueblo” (Lc 2,11) como lo fueron en sus inicios.
Jesús mismo, vislumbrando este desarrollo, advirtió que de poco sirve observar las leyes “y no preocuparse de lo más importante que es la justicia, la misericordia y la fe; esto es lo que importa, sin dejar de hacer lo otro” (Mt 23,23).
Actualizando: ¿En qué reside la fascinación de la figura y de los discursos del Papa Francisco? En que se liga directamente a la Tradición de Jesús. Afirma que “el amor está antes que el dogma y el servicio a los pobres antes que las doctrinas” (Civiltà Cattolica). Sin esta inversión el cristianismo pierde “la frescura y la fragancia del Evangelio”, se transforma en una ideología religiosa y se convierte en una obsesión doctrinaria.
No hay otro camino para recuperar la credibilidad perdida por la Iglesia, sino volver a la Tradición de Jesús, como lo hace sabiamente el Papa Francisco.