El gran duque de Alba, Fernando Álvarez de Toledo (1507 – 1582), fue uno de los más brillantes generales y estrategas de su época, un servidor leal de la Monarquía Hispánica y una gran figura histórica europea, aunque también tiene su lado oscuro, ya que protagonizó la represión de los levantamientos en Flandes y ello le valió en Holanda el sambenito de la leyenda negra, una demonización que pesa sobre su fama desde entonces. Afortunadamente, el estudio del pasado nunca se detiene.
Si pensáramos en perspectiva, veríamos que resulta imposible mantener una visión local de las figuras que definieron los inicios de la Edad Moderna en Europa -en el caso del duque de Alba, tanto la versión hagiográfica como la deletérea-. De hecho, los acontecimientos que protagonizaron tuvieron dimensión internacional y conflictiva (cabría apuntar aquí que el simposio reaccionario que celebrará Cataluña desde el próximo jueves es un ejemplo paradigmático: la visión local de la toma de Barcelona como agresión de España en 1714 en lugar del acto final de una guerra de Sucesión en la que se alineaban y combatían todas las potencias de Europa).
Por ello, el papel del duque de Alba en la historia merecía una revisión y es la que acaba de ofrecerle, en lengua inglesa, el monumental volumen «Alba. General and servant to the Crown», de la editorial holandesa Karwansaray. Ya solo el nombre de la editorial -que significa caravasar: albergue oriental donde los viajeros compartían historia y vivencias- resulta elocuente.
Historia sin fronteras
Los responsables de la edición, Mauritius Ebben, Margriet Lacy-Brujin y Rolof van Hövell tot Westerflier -que ya preparan una edición en español- han sido capaces de reunir en este volumen, que se presentó recientemente en la FundaciónCarlos de Amberes de Madrid, a dieciséis de los mayores especialistas de ocho países con el fin de presentar un trabajo exhaustivo, renovador y muy moderno, sobre el gran duque de Alba. A ello se unen las magníficas ilustraciones, una colección de obras de arte sobre el duque y su tiempo que constituyen un verdadero museo europeo, por su procedencia y relevancia. Afortunadamente son parte de la nueva generación de historiadores que tejen una red de estudios tan global como nuestro mundo y ponen su trabajo al servicio de la sociedad.
Para ellos, las fronteras ya no se llevan en la historiografía. ¿Es Luis XIV una figura de la historia francesa? ¿Napoléón, o Hitler, se circunscriben a su historia nacional? Para ellos, claramente no. En conversación con ABC, Mauritius Ebben resalta que «ofrecemos al lector las nuevas visiones desde que, en 1983, se publicó la biografía de William Maltby». Visiones que «han evolucionado en un contexto internacional, la perspectiva nacional resulta en muchos casos de poca utilidad porque no casa con el mundo de la Edad Media en el que el Estado nacional no existía y el sentimiento nacional era embrionario».
Entre las más sugerentes ideas de estos historiadores, figura el hecho de que «los investigadores han hecho preguntas nuevas a la documentación archivística desde otras perspectivas, sobre todo más internacionales, que nos parecen más de acuerdo con la realidad histórica de la Monarquía Hispánica».
Leyenda negra y propaganda
En todo caso, este libro, de acuerdo con Rolof van Hövell, no está solo dirigido a especialistas sino a una diversa audiencia aficionada a la historia que quiere conocer los más recientes estudios de los estudiosos. Ofrece «una visión más equilibrada del duque de Alba, que fue una figura europea por excelencia, y de su papel en la historia».
Sobre la leyenda negra, no cabe duda que el duque de Alba es una de las principales figuras de esa operación de propaganda lanzada por Guillermo de Orange. Van Hövell argumenta que este libro desvela una visión ecuánime. Para empezar «hay que tener en cuenta que el duque sirvió 59 años a la Corona y solo pasó seis en Flandes». Centrar su valoración negativa en ese periodo revela el fallo secular de perspectiva. Pero incluso en Holanda logró grandes victorias, a veces sin luchar, sino con la pura habilidad táctica que mostró en Jemmingen, donde hizo retirarse al enemigo antes del choque.
Durante su gobierno se uniformizaron las leyes, se moderaron los impuestos y se reorganizó la iglesia. La hábil jugada de Guillermo de Orange fue centrar su artillería propagandística en el vasallo y dejar fuera de sus ataques al Rey: «Yo siempre honré al rey de España», cuentan que dijo astutamente Guillermo de Orange, una cita que hoy forma parte de la letra del himno de Holanda y que se canta todavía, recuerda Van Hövell.
Lo cierto es que se demuestra que el gran duque de Alba, Fernando Álvarez de Toledo, «no estaba tan obsesionado con la herejía como se suele asumir, puesto que contrató soldados protestantes en su ejército, aparte de que durante sus años de servicio trabajó sin promblemas con la reina Isabel de Inglaterra. Lo que siempre aborreció fue la rebelión», concluye.
Está claro que hay que leer este volumen, en el que se estudia aspecto por aspecto (diplomacia, propaganda, acción bélica, servicio a la Corona, mecenazgo de las artes…) todo el conjunto de realidades que configuraron a una personalidad tan compleja e influyente en su tiempo. Además de que participan historiadores bien conocidos para el lector español, como Henri Kamen, lo más destacable es que los ensayos que conforman este libro están escritos tanto desde el rigor histórico como desde un sentido de la narración que hacen una delicia asomarse a la historia del gran duque de Alba, por fin, con una perspectiva ecuánime.