Artículo de Ángel Juárez Almendros, Presidente de Mare Terra Fundación Mediterrània y de la Red Internacional de Escritores por la Tierra.
Siempre hemos sabido que los cambios son posibles, que aquella parte de la sociedad disconforme con la forma de hacer política y desafectada de sus políticos tiene al final su voz y su espacio. El triunfo de la formación Podemos es un claro ejemplo del evidente cansancio de miles de personas con la situación actual marcada por los casos de corrupción, los altos sueldos que nadie entiende y la colección de enchufismos a los que nos someten todos los partidos con sus allegados pendientes de favores.
Podemos es la punta del iceberg de una masa solida formada por decenas de miles de españoles que han visto en la crisis su perdición y, lo que es más importante, han comprobado que en momentos de necesidad, donde quienes nos gobiernan tienen que dar la cara, todos les dan la espalda. Si te quitan el paraguas cuando llueve, cambias de paisaje. Si te giran la cara cuando tienen que darla, eres tu quien decide cambiar su rostro por otro.
El toque de atención es claro. Los cinco eurodiputados que ha conseguido Podemos, fruto del millón doscientos mil votos obtenidos en las últimas elecciones europeas, son solo el principio de un movimiento que, dejando a un lado su nombre y a sus líderes, tendrá continuidad. Ahora mismo, para los partidos de siempre es insalvable la debacle que se traducirá, ya en las próximas elecciones autonómicas y municipales, en un aumento de los votos a nuevas formaciones nacidas desde plataformas sociales.
¿Os habéis fijado en las propuestas electorales que realizan? Derogar las últimas reformas laborales, establecer un sueldo máximo, jornada laboral de 35 horas, jubilación a los 60 años, una Renta básica para todos los ciudadanos, menos subvenciones para los partidos y menos privilegios para los políticos, prohibir los copagos sanitarios, paralizar los desahucios o reconocer el derecho a decidir.
Es la lista de los deseos para hacer de nuestro país, de nuevo, un lugar agradable donde vivir y convivir con una mínima dignidad, dotar a las personas de los derechos fundamentales que tanto nos costó conseguir y tan poco han tardado en eliminar. No se trata de nada utópico aunque el trabajo que supondría cumplir ese programa es faraónico. Es, y que nadie lo dude, la culminación de aquellas esperanzas que aun tenemos todas las personas y especialmente las que peor lo pasan por la crisis. Ante la soledad, aire fresco. Ante el desamparo, ideas que aporten sonrisa y permitan que nadie más desfallezca por el camino. Debemos salvarnos, salvar nuestro entorno, nuestra sociedad más cercana. Hay que actuar desde el progreso, desde el ecologismo, en pro del planeta y especialmente de nuestras ciudades.
El disparo de salida para el cambio ya está hecho. Ahora debemos aprovechar el ejemplo de Podemos para generar otras sinergias sociales mediante las cuales sea posible cambiar las cosas. Lo principal, y que nadie lo pierde de vista, es demostrar a quienes nos gobiernan que somos nosotros, los ciudadanos, quienes debemos decidir mediante ellos a quienes elegimos en las urnas para que nos representen.
Cualquier plataforma cívica es ahora un elemento de lucha y trabajo para apoyar a las personas y marcar de cerca a la clase política. Quizás sea el momento de acabar con la casta pero evitando que lleguen caras nuevas y se conviertan en otra de nueva. Hay que lavar la imagen de nuestros estamentos políticos, desinfectar ciertos foros que se han contaminado por culpa de aquellos que quieren el poder eterno. Listas abiertas en las municipales, mandatos de ocho años para todos los cargos electos (incluidos senadores, diputados y consejeros), participación ciudadana y referéndums de consulta en aquellas decisiones importantes que afecten al conjunto, a la mayoría.
Estas son algunas de las propuestas que debemos trabajar ahora, desde el punto de inicio que se ha generando dotando de un cierto poder a un partido formado desde la propia sociedad. Empezamos a caminar en buena dirección. No perdamos el rumbo. Nosotros podemos hacerlos. Ellos no podrán con nosotros.