Los miembros de la Red Internacional de Escritores por la Tierra continúan pronunciándose sobre el acuerdo global tomado en la Cumbre del Clima de París (COP 21) celebrada hace unos días. Hoy es el turno de una de las voces más autorizadas de la Red. Se trata del teólogo, escritor, filósofo, ecologista y uno de los doce miembros del Comité Honorífico de la RIET, Leonardo Boff, quien reconoce que el acuerdo tiene muchos puntos positivos, pero también despierta muchas dudas, especialmente por la preponderancia de la economía mundial sobre el medio ambiente. Os recomendamos encarecidamente la lectura del artículo porque expone una visión muy interesante de la cuestión.
‘La engañosa propuesta de la COP 21′
La COP21 que acaba de concluir sus trabajos el día 12 de diciembre en París con la autocomplacencia de todos, ha traído innegablemente puntos positivos. Laurent Fabius, presidente de la COP21, reafirmó que el «texto es diferenciado, justo, duradero, dinámico, equilibrado y jurídicamente vinculante”. Muy bien. Pero eso no nos exime de hacer algunas reflexiones críticas, dada la gravedad del tema que afecta al futuro de todos.
Primer punto positivo fue la cooperación entre los 195 países participantes. Su ausencia fue lamentada en la COP15 de Copenhague por Nicholas Stern, asesor de la reina Isabel en cuestiones ecológicas, con estas palabras: «Nuestra cultura no está habituada a la cooperación, excepto en caso de guerra; en el resto impera la competición entre las naciones. Mientras perdure este espíritu nunca llegaremos a ninguna convergencia». Ahora la convergencia se dio, facilitada por el reconocimiento de que no estamos yendo al encuentro del calentamiento, sino que nos encontramos ya dentro de él; además «el cambio climático representa una amenaza urgente y potencialmente irreversible para las sociedades humanas y para el planeta» (introducción).
El segundo punto positivo es la decisión de mantener el calentamiento por debajo del techo de 2°C, orientándose hacia 1’5° C hasta 2100, como en la era pre-industrial.
El tercer punto positivo es la convergencia en la necesidad de la adaptación y de la mitigación que deben ser asumidas por todos los países, de forma diferenciada según su participación en la emisión de CO2.
El cuarto punto positivo fue la decisión de los países ricos de pasar a partir de 2020100 mil millones de dólares al año a los países menos equipados. Cabe, por cierto, observar que dicha cuantía representa apenas el 0,16% del PIB de las 20 mayores economías mundiales.
El quinto punto positivo es la transferencia de conocimientos científicos y tecnológicos a los países con carencias en este área.
El sexto punto positivo es la promoción de la capacitación para los países más necesitados a fin de implementar la adaptación y la mitigación.
El séptimo punto positivo es el establecimiento de «contribuciones previstas y determinadas a nivel nacional» por cada país para dejar clara la intención de detener voluntariamente el avance del calentamiento.
El octavo punto positivo es la creación de un organismo internacional dedicado a las pérdidas y daños para compensar a los países más afectados por los cambios climáticos.
No obstante estos puntos positivos, hay que hacer algunas reflexiones que no admiten espera. La primera de ellas es el horizonte en el que se elabora cómo enfrentarse al calentamiento global, revelado en el objetivo de la Conferencia: transformando nuestro mundo: la agenda 2030 para el desarrollo sostenible.
Como se puede ver, lo que está en cuestión aquí no es el destino y el futuro de la vida y de la Tierra amenazados por el caos climático, por lo tanto, la ecología. El centro de interés es la economía bajo el signo de un desarrollo sostenible. Esta opción encaja perfectamente en la corriente dominante actual en la cual la macroeconomía mundialmente integrada determina el rumbo de las políticas mundiales y nacionales.
Es importarte destacar que el mencionado desarrollo se trata en realidad de crecimiento económico material, medido por el PIB mundial y nacional. Ese desarrollo/crecimiento es claramente insostenible, como ha sido mostrado por economistas críticos y por renombrados ecologistas, pues, se funda en premisas falsas: lo infinito de los recursos naturales y lo infinito de desarrollo hacia el futuro. Estos dos infinitos son ilusorios: los recursos no son infinitos porque la Tierra es finita. Y el desarrollo tampoco puede ser infinito porque un planeta finito no soporta un proyecto infinito. Además no es universalizable para todos.
Pero lo que causa verdadera indignación es que el texto no mencione a la naturaleza y la Tierra (sólo una vez al referirse en el nº 140 a las culturas que llaman Madre a la Tierra). El problema no es el desarrollo y la naturaleza sino el ser humano y la naturaleza: relación de agresión o de sinergia. Este es el error imperdonable de la cosmología rudimentaria presente en el texto. Entendemos la reacción inmediata del mayor especialista en el calentamiento James Hansen: lo que la COP21 propone «es un fraude, una farsa» (The Guardian 14/12/2015). Me uno a él y en breve volveré sobre el tema.
Leonardo Boff