Luis Eduardo Vivero es un escritor chileno especializado en literatura infantil y cuentos para adultos. También es miembro de la Red Internacional de Escritores por la Tierra (RIET). De tanto en tanto actualiza su blog (que podéis consultar aquí), en el que escribe sobre temas de diversa índole. Hoy nos explica su experiencia personal como contador de historias para niños o, lo que es lo mismo, sus secretos y técnicas como narrador oral. ¡Muy interesante!
‘A contar se aprende contando’
Esto es válido para contar números, por cierto, pero especialmente para contar historias con una técnica que se llama narración oral. En este artículo cuento la experiencia que estoy teniendo a través del proceso de convertirme en un narrador oral.
En las actividades del Club de Lectura Infantil Preguntines he tenido la oportunidad de interactuar bastante con niños, por lo cual podríamos decir que ya había comenzado de alguna forma a narrar, aunque sin una técnica definida, ni recursos de narración ni de despliegue escénico. Así es que como se imaginarán, por más ganas que tuviera, la presentación no siempre iba a cautivar la atención de los niños, o más allá, entretenerlos y al mismo tiempo entregarles un mensaje.
Trabajar con público infantil es todo un desafío, y también algo muy gratificante para el alma, siempre y cuando disfrutemos de esta labor. Lo fascinante es parte de la complicación, si lo queremos ver de esa forma, ya que si bien es cierto son muy auténticos y están dispuestos a reír a carcajada limpia, también lo están para hacernos saber que algo les aburrió. Y si algo va mal tienes entre treinta segundos a un minuto para recuperar la actividad o darle un giro, porque de otra forma simplemente los perderás y no habrá vuelta atrás, no por lo menos en esa oportunidad.
Algo que me agrada especialmente de los niños es su capacidad para imaginar escenas, personajes y hechos que van más allá de la realidad que podemos percibir con los ojos. Y justamente ahí está la oportunidad para fomentar el desarrollo de la imaginación y creatividad.
El poder de una imagen mental
Al contar un relato podemos influir en los niños de tal forma de que creen una escena con más o menos detalles en su mente. Por ejemplo, en la narración oral del cuento infantil ilustrado La Jirafa Margarita cumple su sueño, digo algo como lo siguiente:
“De pronto, Margarita se dio cuenta que el bosque se estaba haciendo menos espeso y que al fondo se veía una luz en lo alto. En ese momento supo que estaba cerca de la playa y se echó a correr como una loca. Cuando dejó los arbustos atrás, sus patas entraron en contacto con la arena de playa, la cual estaba tibia y seca; ese calorcito subió por sus patas y se sintió riquísimo. También inspiró largamente y disfrutó de la frescura de la brisa marina, la cual antes de eso conocía solamente a través de las historias de su abuela”.
Si lo anterior se cuenta con gracia, un ritmo y corporalidad adecuada, quien escucha el relato puede imaginar lo que está sucediendo en el cuento. Y como comprenderán, no habrá una misma imagen mental a través de todos los niños, porque se produce una interpretación según los filtros e imaginación que cada asistente aplique.
Narradores naturales y el resto de nosotros
Mi abuelita Elba se había criado en el campo, en la zona central de Chile. Desde que fui pequeño hasta convertirme en un adulto me contaba historias campesinas que ella había aprendido de la tradición oral, y otras que supongo creó en base a los sucesos de su vida y la de su familia directa. Sin duda era una narradora natural y tenía la capacidad de cautivar la atención de quien escuchaba sus historias. Justamente a raíz de eso escribí una serie de relatos llamados Cuentos de luna de la Abuelita Elba, material que espero publicar lo antes posible.
Quienes no tenemos esas habilidades naturales – probablemente la mayoría – tenemos que desarrollar nuestras capacidades a través de talleres, información en línea y sobre todo en la práctica. En relación a lo anterior, tengo la fortuna de haber tomado un taller de narración oral con Manuel Conde, en el Centro Cultural Blasa, ubicado en Lince, Lima.
El taller terminó superando las expectativas que tenía en un comienzo, y me significó un impulso tremendo en el arte de narrar cuentos. Si bien es cierto que todavía tengo un camino por recorrer para desplegar mis habilidades al respecto, ya cuento con una metodología básica para enfrentar el análisis y la puesta en escena de un cuento narrado. De forma adicional, estoy incorporando algunos cambios en la forma de escribir cuentos, de tal manera que el proceso de traducción a la narración oral del mismo sea más fácil. Tal es el caso del cuento La leyenda africana de la hiena y la vaca, el cual escribí para los talleres de la Biblioteca Infantil de la Municipalidad de San Miguel.
Manuel Conde suele decir que su opinión no tiene valor, aunque por supuesto que lo tiene, sobre todo desde su punto de vista de un narrador oral escénico con diez años de experiencia. Fue genial que nos haya invitado a participar en la XIII Narratón de Lima, organizado por Déjame que te Cuente. Esa fue la primera presentación en público, una oportunidad maravillosa para probar nuestros avances, como también disfrutar de contar un cuento. Porque cada vez que lo hacemos, una parte de nosotros se queda con el público; cada contada es única e irrepetible, ya que al disponer de la capacidad para interactuar con el público, vamos modificando y adaptando la historia a quienes la escuchan.
Cuando un narrador oral ha hecho suyo un cuento y lo cuenta desde el corazón, es capaz de lograr que los asistentes sientan lo que él está sintiendo en ese instante. Para conseguir eso, quien narra tiene que mostrar su interior y dejar una puerta abierta a su alma; justamente por eso dicen que un buen narrador se desnuda ante el público.
¡Felices historias para todos!
Luis Eduardo Vivero