Síntomas, síndromes, complejos…fácil diagnóstico tiene la sociedad actual: conformismo crónico. Tener o retener lo que se merece no sólo depende de la intencionalidad, también de la nacionalidad. Factores externos que confluyan en favorecer los propósitos, minan la línea de accesibilidad por conseguir el mito de la meta. Fatigados de abrupta corrupción, bocas secas por entablar cantinelas de bar llenas de queja, pérdidas de apetito por no llevar a la boca ni muerdo ni bocado, insomnio por no saber ya contar ovejas que puedan llegar a saltar del desahucio o logren balar el próximo alquiler, alergia al intruso y al uso político…estos, entre otros, son unos de los síntomas que a día de hoy padece sufrir la gran “empeoría” de la población.
Médicos infiltrados, que envenenados inyectan suero ilógico a estos síntomas, mantienen aún sus impolutas e imputables batas operando a rostro abierto, y sin alma, la dolosa, dañina y deforme enfermedad de la desesperación. Impotencia y pesimismo, junto con el ya diagnosticado y crónico conformismo, nada más pueden “derribar” a un estado de la vida al que llaman muerte. Esta suerte es todavía remediable, siempre y cuando, saquemos de en medio los medios que tienen como remedio los médicos que nos tratan…de engañar. No se muere únicamente dejando de latir, también desfalleciendo por intentar abrir los ojos y seguir viendo como no podemos mover nuestra utilidad. Parece también que sigamos haciéndonos los suecos ante nuestro problema capital y suframos como el amor de la rana, en silencio, el síndrome de Estocolmo. Seguimos dando muestras de cariño a nuestros carceleros. ¿Alguien lo entiende?
Entre Peter Pan con su síndrome de falta de madurez, y Alicia en el país de las maravillas en el que sólo veía alegría y en pequeño, parece que vivamos sin ¡vivas! dentro de una película de desdibujados ánimos. Cuando se acaben las palomitas y empecemos a vernos envejecidos de aburrimiento y hambre, será cuando daremos el salto a la gran pantalla protagonizando sin play ni backs la revolución de las masas. Es más fácil la solución que el complejo que afrontamos ante el problema.
Inconformismo en pastillas, jarabe de lucha y supositorios de nitroglicerina a los que nos dan por…perdidos.
Por Oscar Molero, miembro de la RIET