En la primera luna llena del 2022, iniciamos el año con poesía.
Dedicado a Héctor Collado,
poeta de día y de noche.
(Jorge) Pongámonos poetas Cebaldo, que ella invariablemente anda por ahí…
(Cebaldo) Sea palabra, sea un canto, un abrazo, la poesía anda por ahí o está en uno. La palabra mágica, el canto misterioso, sabroso, provocador. Sí, la poesía vuela, anda, corre, nos vive, nos habita. También nos espera.
(Jorge) ¿Recuerdas dónde escuchaste o quizás leíste, los primeros poemas?
(Cebaldo) Un día descubrí que la poesía o lo que entiendo por poesía, andaba buscándome desde siempre. Que llegaba desde la voz de mamá en sus diálogos conmigo (yo todavía nadando en su barriguita), después andaba en las voces de mis tías y vecinas que me cantaban las canciones dule de arrullo. ¡Qué lindo volver a escucharlas! Y cuando miraba a todas esas mujeres los colores y los símbolos de sus vestidos me hacían volar y quedarme despierto, seducido y encantado con tanto color y vuelo. El aprendizaje de otras gramáticas, viendo las molas. Luego, cuando llegó la escuelita y teniendo a mis padres de maestros, el salto a la lectura y a los poemas escritos como que la hizo más fácil, más alegre y emocionante. Pero ella continúa.
(Jorge) Uno se pregunta, qué será pues la poesía. Por qué no nos basta ser especie que habla sino que, encima, nos da por poetizar. Al recibir el Nobel de Literatura 1982, García Márquez tituló su discurso de agradecimiento, leído en aquella gran gala de Estocolmo (vestido de “liquiliqui” pues ni de a vainas se iba a poner frac porque le recordaba los velorios…), tituló su discurso, te decía, “Brindis por la poesía”. El discurso es una hermosa declaración de principios que termina con un párrafo contundente:
Es por eso que invito a todos ustedes a brindar por lo que un gran poeta
de nuestras Américas, Luis Cardoza y Aragón, ha definido como la única
prueba concreta de la existencia del hombre: la poesía.
Muchas gracias.
Se podría decir que la poesía es imprescindible, necesaria. Pero es más que “necesaria”, Inawinapi. Acertó Grace Solomonoff cuando nos escribió, sabiendo del tema que trataríamos en esta Luna: “La leche enciende la vida pero la poesía enciende el alma”.
Cualquiera sea la explicación para la poesía, tendrá que ser de la manera que se inventó el Joaquín Sabina, cuando definió el acto de bailar como un “soñar con los pies”.
(Cebaldo). Ella es… Son formas como nos comunicamos con la Naturaleza. Y con nosotros mismos, como buscando infinitos o una hamaca amiga. Una vez conté aquella historia de las “lirico–terapias” recetadas en las aldeas de mi tribu. Ahí relaté sobre los médicos botánicos guna que empiezan su arte y su ciencia cantando y conversando y pidiendo permiso a las plantas medicinales que recolectan en la montaña, con un lenguaje muy especial cargado de metáforas y vuelos. Me los imaginaba como “curanderos/poetas que recetan poemas o versos de acuerdo a los dolores del alma o del cuerpo.”
La poesía nos cuida y guarda. Ando siempre con mi vieja libreta de poemas, un cuadernito de notas de color verde. Y en él están muchas, como “La Luna” de Jaime Sabines.
(Jorge) En esta botella con mensaje – en esta Luna Llena de enero 2022 que quién sabe hasta qué playas llegará – pongámosle dentro un poema, compadre. Y ya que me toca el timón de la nave este mes, propongo sea un poema de Ezra Pound. Además, que sea un poema amoroso: yo lo pago. “Francesca”, del que dicen los entendidos que es su poema más traducido al español – por algo será.
Saliste de la noche
Y había flores en tus manos,
Ahora saldrás de una confusión de multitudes,
De rumores que hablan de ti.Yo que te vi en las cosas primarias
Reaccioné cuando mencionaron tu nombre
En sitios ordinarios.Me gustaría que olas frescas recorran mi mente,
Y que el mundo se seque como una hoja muerta,
O que desaparezca como una semilla de diente de león,
Para así encontrarte de nuevo,
Sola.
(Cebaldo) No es por mera coincidencia que mi pueblo Guna tiene su forma de acompañar, de despedir, el viaje último de los seres queridos cuando se marchan ya a navegar los ríos más sagrados. El Poeta Mayor del Masar Igar, durante horas – diez a catorce horas – canta. Con algunos intervalos y compañía, canta en palabras mayores la vida del que se va…, de sus hechos, de sus trabajos, de sus árboles amigos. También de los animales que cuidó, de sus viajes por ríos y mares, como de sus días en la aldea. Y le dará indicaciones para que no se pierda en ese viaje final. Es también para la comunidad que canta y cuenta, para que continúe siendo amiga y solidaria y atenta a los sonidos de la naturaleza y de la vida. ¡Un poema despide y cuida al que se nos va!
Por eso, la poesía es la palabra mayor. La que siempre nos habitará y nos cuidará en todos los caminos.
Cebaldo Inawinapi y Jorge Ventocilla
Escritores y soñadores