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Perder el foco

protest-4242661_960_720Es fácil perder el foco cuando se usa un lente largo. El cuidado que hay que ponerle para que el objetivo no pierda claridad debe ser mayor. Es decir, cuando se está lejos y se quiere mirar de cerca al mismo tiempo, si no se tienen cuidad, todo sale borroso; digamos que la ubicuidad tiene su arte.

Algo similar ha ocurrido con la forma en que hemos mirado, durante las últimas semanas, la protesta femenil de un viernes en la Ciudad de México. Han aparecido los puntos de vista extremistas, que no radicales, pues es característica de un necio colocarse en el lado opuesto de su oponente sólo por joder, y pocos ha sido los análisis certeros y bienintencionados que buscan que lo ocurrido el 16 de agosto no sea condenado tachado de vulgar vandalismos y pase a ocupar un sitio en el escaparate del ostracismo que, a la vista de todos, ha ocultado en este país muchas de las cosas que de verdad importan y deberíamos tener frescas en la memoria todos los días.

Nadie con tres dedos de frente puede negar la importancia de que las mujeres hayan mostrado públicamente su hartazgo y frustración al respecto de un mundo que las orilla a representar sólo el papel de objetos de satisfacción masculina poniéndolas en el centro de las agresiones verbales, físicas, sexuales, y hasta en riesgo de perder la vida. La magnitud de la protesta es directamente proporcional al daño que les hemos causado todos como sociedad, sobre todos aquellos que se quedan impávidos viendo pasar lo ocurrido como las vacas miran pasar los trenes.

Pero tú eres hombre. A ti nadie te ha acosado, nadie te violenta, ¿qué te importa? Aun cuando estas afirmaciones claramente machistas fueran ciertas es mi derecho, como padre de una hija, mostrar mi solidaridad a un movimiento que busca el respeto y la igualdad, al igual que mi consternación por vivir en un país donde día con día la cifra de mujeres que desparecen y al poco aparecen muertas crece como la espuma, mejor será decir, como el sargazo.

El punto es simple. ¡No debe de ser así! Ni mi hija, ni su madre, ni ninguna mujer deberían salir a la calle con miedo. Todas en este país deberían salir a la calle vestidas como se les pegue la gana, mostrando o no las partes de su cuerpo tal cual les plazca. Y si alguien se atreviera a faltarles por la simple y sencilla razón de ser mujeres, el castigo debería ser ejemplar y público. No se trata de la ley del talión, se trata de volver a la sana costumbre del respeto, único estandarte donde puede izarse y ondear la bandera de la igualdad.

Sin embargo, aunque la rabia con que actuaron es comprensible, no es justificable; no porque lo destruido vaya a costarle a los contribuyentes, o porque se altere el apacible sueño del monumento independentista, no, sino porque el destrozo se convierte en el pretexto idóneo para perder el foco, para volverlo el tema principal y soslayar lo verdaderamente importante: que las mujeres en México están cansadas de morirse por ser mujeres.

Es como cuando, en el medio de una discusión de pareja, uno de los implicados comete un error de fecha o confunde la ubicación de unas vacaciones, inmediatamente la pifia es utilizada por el contrincante, digo por la otra parte, para desprestigiar lo dicho, por poner en tela de juicio la veracidad del argumento, pero que eso, para anular la validez del sentimiento.

Pero ya ha ocurrido, ¿qué hacemos ahora? Esforcémonos por no perder el foco, quitémonos el telefoto y no juguemos a estar en dos sitios a la vez, acerquémonos a escuchar lo que las mujeres a nuestro alrededor han sufrido en la calle, en la oficina en la casa y pongámonos firmemente de su lado, al cabo la justicia que ellas buscan nos liberará a todos.

Abraham Chinchillas es un escritor, poeta, traductor, editor, periodista, fotógrafo, locutor de radio y TV y promotor cultural mexicano. El texto “Perder el foco” ha sido publicado previamente en el blog de este miembro de la RIET,

Ocupaciones, ¿derechos, mafias o sesgo de clase?

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Primero fueron pisos sueltos, ahora son bloques enteros e incluso chaletito con piscina ocupado en verano para desesperación de los dueños, pero también de los vecinos que sufren, día a día, la degradación de su espacio personal. En la ciudad de Tarragona ya es tristemente famoso el bloque ocupado en la Part Baixa, foco de peleas, tráfico de drogas, ruidos y porquería. Esta sucia estela se extiende en tantos otros puntos–afecta a todos los barrios- que parece una invasión ruidosa de los bárbaros expulsando a la ciudadanía. Y ojalá fuera solo en Tarragona, porque el problema es general.

Tener un techo digno es un derecho constitucional que se ha convertido en un potaje en que, como se corea en la calle, hay gente sin casa y casas sin gente. Pero todos tenemos claro que una cosa son las personas o familias que no tienen donde vivir y la otra, las mafias que se aprovechan del sistema y sin rubor alguno, alquilan y venden casas que no son suyas con un estilo no precisamente amable.
Tampoco son precisamente amables los bancos que, invocando vete a saber qué derecho, no cumplen con sus obligaciones con la comunidad una vez han expulsado a los habitantes de un piso. Y si uno no paga la luz de la escalera ni la limpieza ni el mantenimiento de las zonas comunes, el resto tiene que apechugar más hasta que, al final, no paga nadie. ¿El resultado? El esfuerzo de toda una vida degradado a la velocidad de la luz. Que no deja ser otro avance de la barbarie.

Sin embargo, este retroceso de lo civilizado no afecta a toda la sociedad. Tiene un claro sesgo de clase social. Una vez más, quien tiene dinero tiene casa y recursos para no verse en la calle o con vecinos mafiosos devaluando su propiedad. Pero los desfavorecidos, una vez más, o les expulsan o les degradan su entorno.
No olvidemos que la vivienda es algo más que un techo seguro. Es tu propio espacio vital para desarrollarte como persona, tu refugio en tu proyecto de vida. La intemperie no es solo física, sino emocional. Devastadora, pues, a todos los niveles.

Apelar a la solidaridad es muy bonito, pero como raras veces funciona, apelo al derecho constitucional de una vivienda digna y a las competencias de las autoridades para proteger este derecho. Es de sentido común afirmar que una buena bolsa de vivienda social reduciría la ocupación. También los incentivos para el alquiler social de los pisos vacíos como, por ejemplo, con la garantía que los inquilinos no destrozarán la casa, sino que la cuidarán. Podría hacerse con acompañamiento, supervisión y formación de los inquilinos.

Otra fórmula sería con ayudas a la rehabilitación a cambio de un alquiler asequible durante un plazo de tiempo razonable. O, incluso, con un seguro que garantice el cobro del alquiler. La realidad es que se ofrecen auténticos cuchitriles Pero ¿cuánta vivienda social hay en España, en Catalunya, en Tarragona? Desconozco la cifra, pero tengo claro que es insuficiente y con demasiados casos de cuchitriles disfrazados de piso. La falta de terrenos no debe ser excusa: o se compran, como todo puede comprarse en esta vida, o se expropian.

Conviene recordar el caso de Tarragona. Hace muchos años se creó una empresa pública para velar por la vivienda. Poco recorrido tiene del mucho que podría haber hecho con un mínimo de voluntad política. Voluntad que no está, aunque muchos la esperamos.

Los ayuntamientos dan ayudas al alquiler de las personas y familias más vulnerables. Esto también reduce las ocupaciones ilegales, pero con un matiz de caridad que no es de recibo. ¿No sería mejor una bolsa de trabajo social? La cita del pez para comer un día o enseñar a pescar será vigente toda la vida, aún a riesgo de que se enfaden veganos y animalistas fanáticos.

No se puede permitir de ninguna de las maneras que haya gente durmiendo en la calle y familias enteras privadas de sus derechos más básicos mientras los de siempre siguen amasando fortunas. Es una obligación moral buscar soluciones y, en este sentido, la Coordinadora d’Entitats de Tarragona (CET) planteará crear una bolsa de trabajo social entre el más de centenar de socios que la componen.

Si hay trabajo, no hay ocupación. De las mafias, que se ocupen, nunca mejor dicho, las autoridades. Pero ya.

Ángel Juárez Almendros es presidente de Mare Terra Fundació Mediterrània, de la CET y de la RIET. Este artículo ha sido publicado en “Reflexiones… por Ángel Juárez.
Espacio de reflexión sobre medio ambiente, cooperación internacional y actualidad”

Crisálida

fractal
Ella canta, canta
y no importa la lluvia.
Canta y el deseo la invade.
Corre, corre
y se le va la vida.
Presiente que no está sola,
pero no lo sabe aún.

Hasta que la ve entre la multitud
que corre a refugiarse.

Canta, canta y el dolor persiste en el pecho.
Un ángel cae en medio del concierto final.
Desde abajo los mira.
Le arrojan flores y –finalmente- tierra.

Crisálida

En otro lugar,
ella esta triste y no sabe por qué.
Y la mujer con sombrero que siempre está.
Las misteriosas marionetas
le dejan huellas,
y el amor.

Las fotografías develadas
le muestran la verdad.
Aquella existía.
Percibe su presencia,
en un canto, en una fugaz luz,
en el azul del anochecer.
Se dirige al padre.
Comprende que debe seguir;
por ella, por las dos,
y el árbol las une eternamente.

El miembro de la RIET Eduardo Alberto Planas es abogado, poeta y editor . El poema “Crisálida” fue publicado en Artesanías Literarias.

Haz un milagro en mí

La cantautora nicaragüense Katia Cardenal es miembro de la RIET. Entre su extenso palmarés, destacamos el premio Sang til friheten de la Fundación Bjorn Afzelius (Dinamarca) por su compromiso con la paz; el Premio a la Trayectoria y el Premio Cantante femenina del año de la Asociación de Artistas de Nicaragua Rafael Gastón Pérez en conjunto con la Asamblea Nacional o la creación de la Fundación Dúo Guardabarranco, dedicada a mantener viva la obra que realizó junto a su hermano Salvador Cardenal Barquero.

¿Nuestra realidad es un mito?

mito Las características irreprochables que nos dan la conducta y las normas, bajo la dirección de la ética y la moral del comportamiento en que nos debemos regir, nos hace ser sospechosos de ser simples instrumentos de la sociedad del consumo que termina alienándonos y al tiempo que sucumbimos bajo el apetito voraz del capitalismo, que lejos de llegar a su fin fruto de sus propias contradicciones como profetizaran las más gloriosas figuras del marxismo, parece tener salud suficiente para seguir engulléndonos.

Vivimos en una sociedad carcelaria, en que los presos deambulamos bajo la atenta mirada de nuestros cancerberos sentados cómodamente mientras parecemos circular sin una dirección definida, casi como un deambular tautológico. Esta sociedad carcelaria que habría hecho enmudecer a Jeremy Bentham con su “Utilitarismo” en una suerte de panóptico necesario para los nuevos tiempos, dentro del régimen de esclavitud asalariada nos hace preguntarnos ¿Dónde se haya la verdadera libertad del individuo?

Si acaso somos conscientes de los principios rectores que deben animar a nuestra libertad, entendiéndola como la capacidad de autodeterminación de la voluntad, que permite a los seres humanos actuar como deseen. Sin embargo, cabe preguntarse de qué forma ejercemos ese derecho moral, democrático y jurídico consagrado en todos los grandes volúmenes de las constituciones de las naciones o en la declaración universal de los derechos humanos.

¿Somos capaces de discriminar, lo bueno de lo malo? ¿Lo real de lo irreal? No será que vivimos en una inmensa caverna como lo expresara Platón (que constituyen una detallada discusión sobre la naturaleza de la justicia) ¿Y no sospechamos siquiera que existe una libertad más plena, solo que no la conocemos o tal vez tememos pasar los límites de nuestra propia realidad, so pena de sucumbir a ella?

Ya el escritor inglés Aldous Huxley describía en su novela a una sociedad futurista cuyos habitantes viven en un mundo ilusorio, tanto como lo hizo en 1516 Tomas Moro, Huxley al respecto de la libertad y la experimentación de ella expresó en su libro en que los isleños palaneses consumen una substancia cuyo nombre es “medicina moksha”, esta substancia no es para los escapistas ya que un principio ético de la isla se refiere a “prestar atención” pues bien, esta droga se suministra a los jóvenes palaneses mientras el guía les dice “La liberación… el fin de la congoja, dejar de ser lo que ignoradamente creéis y convertiros en lo que en verdad sois. Durante un breve lapso, gracias a la medicina-moksha, sabréis lo que significa ser lo que en verdad sois, lo que en verdad habéis sido siempre”. E cierta forma es el escape de la Matrix de los hermanos Wachowski y sus propias libertades sexuales sin pildoritas azules.

Es evidente que nosotros al haber modificado nuestro entorno y haber creado artificialmente los lugares en que vivimos, hemos perdido esa comunión de lo que somos, transitamos por los entresijos como si fuéramos una partícula acelerada artificialmente a punto de estrellarnos con la realidad, corriendo por los laberintos de nuestra propia vida ¿Esta aun nos pertenece? Sin más pretensión que cumplir con los dictámenes socio-biológicos que creemos importantes y todo lo que no calza con este molde es mirado con desdén.

Cuando los socialismos reales cayeron en apariencia bajo la vetusta losa de la economía planificada, muchos sentenciaron y exclamaron montados sobre el muro de Berlín, desgranando ingentes trozos de colección, preconizando el inicio de una nueva era, finalmente terminaron preguntándose ¿Tanto, para esto?

Luego del “pecado de la desconfianza original” terminó por sepultar la más afiebrada teoría de un renacimiento del capitalismo más humano, sin embargo surge como el Leviatán de Hobbes, el neoliberalismo mientras otros en sus secretas cavilaciones lloraban sin mesura añorando los viejos tiempos en que el Estado benefactor era la pieza fundamental de esa sociedad más justa, con errores graves pero definitivamente más justa, allí acabaron sus sueños y el hombre se transformó brutalmente en esa porción de mundo feliz en el homo homini lupus (El hombre es el lobo del hombre) y la sociedad deviene como bellum –omnium contra omnes (Guerra de todos contra todos).

El hombre añora aquel simple axioma “El hombre es sociable por necesidad y bueno por naturaleza” sin embargo cuando se da origen a la propiedad privada el mito se rompe por “El hombre ya no es bueno por naturaleza” Poniendo fin al símbolo clásico de la visión humanista y como raza extinta desaparecen las figuras del ideario pacifista como Ghandi y la madre Teresa dejando una sensación inefable de abandono, abiertas la puertas a la barbarie ilustrada pero al fin y al cabo barbarie en que la ciencia pareciera haberse convertido.

Pues bien, hace ya algunos lustros se habla de la sociedad del conocimiento, como si fuera la más entrañable certeza como si esa certeza fuera el Santo Grial a conquistar, sin embargo las estructuras de la economía “asertivamente” sometida a variables de resultados terminó por definir al hombre en un ser rentable y todo se reduce a esta premisa enmarcada en la voracidad del gran capital, en donde el hombre parece haberse convertido en un software productivo ¡Pobre de aquel que haya sido contaminado con el virus de la reivindicación social! Simplemente terminará sus días en la papelera de la exclusión.

Cada cierto tiempo esas variables de rentabilidad que no alcanzan a las utilidades necesarias para salvar las economías del primer orden mundial, deben generar conflictos armados que permitan dar un mayor impulso económico, amparándose en nacionalismos añejos y luchas por la “democracia” el desaparecido Fidel Castro en su libro decía, a propósito de este tema, “…¿qué sentido tiene hablar de equilibrio nuclear estratégico, de seguridad militar, de participación en la vida política de su comunidad, al hambriento, al desposeído, al enfermo, al ignorante, a aquel carente de oportunidad o siquiera de esperanza?

No olvidemos que la paz, motivo central de preocupación de los pueblos, no se logrará en el mundo en tanto no se resuelva la dramática situación de miles de millones de seres humanos cuya vida, en el mejor de los casos se reduce a una lucha clara por la supervivencia”.

Es evidente que estas palabras cobran un mayor sentido en pleno siglo XXI, en que los medios de comunicaciones mundiales prodigan la información de las graves fricciones entre las dos Coreas, el apetito por Irán y lo que quede de Siria, haciendo tambalear la relativa seguridad mundial en tanto que un conflicto armado, consume grandes cantidades de recursos no renovables y las víctimas propiciatorias de este ritual, terminan siendo siempre el pueblo indefenso. Por otro lado, cabe afirmar que los medios de comunicaciones de masas en su gran mayoría, están en manos de los grandes poderes económicos los que definen contenidos que sean aptos para mover la inmensa maquinaria económica, que mueve esos grandes engranajes, ya en la década de los 50´s el publicista Jerry Mander explicaba en su libro que el sujeto expuesto bajo el efecto de la televisión experimenta cambios fisicoquímicos importantes, la disminución de las pulsaciones cardíacas dependiendo del tipo de contenidos y una disminución de las ondas cerebrales.

Cuando ello se logra el sujeto que experimenta el abandono de sí, se trasforma en un ente preparado para el consumo. Hoy por hoy, la información instantánea en tiempo real, ha logrado constituirse en un mecanismo de carácter universal con el uso masivo de las computadoras, al tiempo que irrumpen en escena los programas que posibilitan la creación de las grandes redes sociales, convirtiéndolas a ellas en un gran referente de información, en una gigantesca y apetecida base de datos como jamás se había soñado, muchos consignamos en ellas nuestras más sentidas aspiraciones, nuestras frustraciones más íntimas con la urgente necesidad de publicar todo cuanto nos acontece.

Noam Chomsky el lingüista más afamado del mundo, nos dice en su libro que estas redes han generado una suerte de cultura cibernética y que por cierto es la primera cultura universal en la historia del hombre, llegando a competir con el cerebro humano en grandes redes de neurotransmisores electrónicos, el cerebro posee más de cien mil millones de neuronas trasmitiendo información por medio de neurotransmisores químicos. Por último debemos entender que todos estos mecanismos han ido generando un nuevo concepto “El mundo virtual” al tiempo que en un certero mecanismo de control ideológico condenando la libertad del pensamiento al secuestro de la voluntad o tal vez un miembro más del analfabetismo funcional. Y nuevamente nos surgen las preguntas ¿Quiénes somos realmente? ¿Somos conscientes de la realidad, en que nos movemos?

El miembro de la RIET Marcelo Antonio Saavedra Osorio es un poeta, escritor e historiador chileno. “¿Nuestra realidad es un mito?” ha sido publicada previamente en Mindalia