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La rebelión de las criadas

No alcanza con denunciar los mecanismos de opresión y desarrollar una teoría por nosotras y para nosotras. Se trata de ejercer una práctica transversal y ocupar los espacios masculinizados por excelencia: la política, la tecnología, la economía, la filosofía y el pensamiento, la ciencia, los medios de comunicación, los sindicatos, las organizaciones. Y también en la familia, en las instituciones, en las calles, en los espacios públicos, los barrios”.

Marina Mariasch, “¿El futuro es feminista?”.

El miércoles 1 de agosto, en el marco del debate político y legislativo por la despenalización del aborto en Argentina, se desarrolló frente al Congreso de la Nación la performance “Las Criadas II”. Con el mismo espíritu con el que se había hecho el mes anterior se creó y adaptó una nueva acción en la que las “criadas” (personajes de la paradigmática obra de Margaret Atwood popularizada en una serie) ya no marchaban con la cabeza gacha, ya no miraban hacia abajo con tristeza o con la mirada perdida, ya no se resignaban más a esa esclavitud. Ahora se posaban firmes, seguras, con los ya emblemáticos pañuelos verdes, frente al Congreso y les exigían a los senadores y senadoras que respetaran sus derechos. Los carteles que sostenían decían por un lado “Nuestras vidas no se negocian”, y por el otro “Aborto legal ya”.

En la primera acción de “Las Criadas” participó una treintena de mujeres. En la segunda versión ya eran ciento cincuenta. El movimiento y la acción habían cobrado fuerza y eso devino en celebración por parte de muchas compañeras que deseaban participar. Luego se replicó en otras ciudades y regiones de la Argentina. Las “criadas” fuimos muchas y esa rebeldía contagiosa se transformó en una constante.

criada

No es la primera vez que la obra de Atwood traspasa el marco de la novela. Ya se manifestaron como “criadas” las feministas en EEUU, frente a las puertas del Capitolio en Washington.

Participé de la performance aunque sin vestirme de criada. Llevaba el mismo cartel que ellas, pero acompañaba desde otro lugar, junto a otras compañeras. Yo quería participar y a la vez ver todo, observar desde lejos y desde cerca la acción de las “criadas”, sus expresiones, sus pasos, sus voces enmarcadas en aquella caracterización tan potente y disruptiva para nuestro colectivo.

Con túnicas rojas y cofias blancas “las Criadas” se abren paso entre la gente, irrumpen en el espacio llamando la atención, exhibiendo sus demandas. Desde lejos y desde cerca se observaba una imagen bellísima dotada de una poesía aguda y poderosa.

Nos tocó caminar frente a las personas antiderechos que estaban ahí manifestándose a favor del aborto clandestino: para que las criadas siguiéramos siendo criadas. Es más, estaban ahí para que hubiera un ejército mayor de criadas. “Lo podés dar en adopción” dice, como si la continuidad de un embarazo fuera un trámite sin compromiso físico y emocional para un cuerpo con capacidad de gestar. Somos cuerpos desechables, envases cambiables, vasijas y finalmente “objetos”. Objetos de goce y placer para un varón, objeto incubadora para una futura maternidad y objeto para una crianza sin compromiso de quien entrega el espermatozoide.

Nos gritaban “sí, a la vida, sí, a la vida, sí, a la vida” y lo repetían como un mantra, como si esa frase absoluta y vacía de contenido los protegiera de esas mujeres libres que se manifestaban contra el oscurantismo y la irracionalidad frente al no derecho.

La única oradora fue una adolescente salteña llamado Milagros Peñalba, quien se había pronunciado en el Congreso a favor de la despenalización del aborto. Milagros leyó un documento redactado colectivamente y que representaba la voz de las y los estudiantes de escuelas secundarias.

Milagros encabeza el movimiento denominado “La rebelión de las hijas”, por ese intercambio y recambio generacional que se produce entre las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo y las denominadas “pibas” (niñas y adolescentes autodenominadas feministas que luchan por los derechos humanos de las mujeres y de los colectivos oprimidos en la Argentina).

Allí, frente al Congreso, vestidas de criadas o vestidas de nosotras, compañeras de todas las edades y de todos los sectores sociales, supimos que todavía hay mucho por transformar, aun a pesar de tantos logros, aun a pesar de tanta movilización y visibilidad, aún así se necesitan, son fundamentales, y es imprescindible la fuerza y la contundencia de la rebelión de las criadas.

 

 Micaela Fernández Darriba es directora y creadora de “Foeminas”, revista virtual de género, investigadora y crítica especializada en arte, cultura, comunicación y feminismos; cofundadora de “La igualdad en juego”y socia de la RIET

El artículo “La rebelión de las criadas” ha sido publicado previamente en Tribuna Feminista

 

Cuando el hombre prende la muerte en el pulmón verde

 

incendio brasil nasaEl incendio de Notre- Dame levantó olas de solidaridad y, en teoría, un alud de donaciones para recuperar esa joya arquitectónica. No veo esas mismas reacciones en el pavoroso incendio que asola el Amazonas, el mayor pulmón verde del planeta. Como si no fuera con nosotros, la especie humana que necesita aire y agua para sobrevivir. El fuego, en este caso, sinónimo de muerte, avanza sin control y arrasa con todo a su paso. Qué casualidad que coincida con la apuesta criminal del presidente Jair Bolsonaro para deforestar la selva. Desde la llegada al poder del ultraderechista, se ha incrementado en más de un 200% el arrasarla.

Por no hablar de las ocupaciones ilegales de tierras y su explotación, hasta que mueran de puro agotamiento, a cargo de gente poderosa que sacará sus buenos dineritos a cambio de hipotecar el futuro –o quizás ya el presente- de esta cansada tierra que habitamos.

Los satélites dan imágenes escalofriantes del desastre en tiempo real, tan horripilantes como saber que cada minuto, muere más y más selva ante la impasibilidad de todos. Ante este panorama, solo falta Bolsonaro acusando a las ONG de estar detrás de los incendios como ya ha hecho. El mundo al revés o vivir para ver.

Un mundo y una tierra que deberíamos recordar a cada segundo que no nos pertenece. Estamos aquí de paso y debemos pasar el testigo de un planeta cuidado a las siguientes generaciones. A este ritmo, sin embargo, me temo que les dejaremos un planeta desolado, carbonizado, inhóspito, deshumanizado totalmente.

Este cáncer humano en el pulmón verde del Amazonas significa más inundaciones, más pérdida de suelo; vientos extremos, la desertificación y, por descontado, más olas de calor y vuelta a empezar.

Otro desastre – a menor escala pero igual de desastre- son los grandes incendios que se han cebado en las islas canarias en menos de un mes, con llamas de hasta 50 metros que han atacado el Parque Natural de Pinar de Tamadaba, una reserva de la biosfera

Este verano empezamos alarmados por el incendio en la Ribera d’Ebre, una comarca ninguneada, despoblada y envejecida a la que, sin embargo, sí ha llegado la solidaridad de la gente antes que las ayudas gubernamentales. Bajo el llamamiento de #rebrotem, la gente se organizado para intentar recuperar la normalidad. Es el único resquicio de esperanza en mitad de tanta desolación.

Así que hay que ponerse las pilas y, por una parte, castigar a los pirómanos con dureza, especialmente a los que sacan tajada a costa del futuro de los demás. Que el castigo haga que no les salga a cuenta especular usando el fuego. Por otra parte, también hay que aplicar prevención, con una buena gestión forestal, cortafuegos y caminos en condiciones. Y religando todo esto, hay que volver a valorar el bosque como lo que era unos años atrás: una fuente de riqueza, además de salud y bienestar. Un buen aprovechamiento del bosque, con perspectiva sostenible, por supuesto, ayudaría a mantenerlo protegido del fuego. No pasemos nunca de estar de paso a dar el último paso.

Ángel Juárez Almendros es presidente de Mare Terra Fundació Mediterrània, de la Coordinadora d’Entitats de Tarragona y de la Red de Escritores por la tierra.

 

El malogrado sueño americano

statue-of-liberty-690574__340 He dedicado la primera quincena de agosto a hacer una estancia de estudio por diferentes ciudades de Estados Unidos. Justo al aterrizar, me sorprendía en los informativos de la CNN la noticia de la matanza de El Paso (Texas), en la que un hombre blanco de 21 años mató a 22 personas e hirió a otras 24, en nombre de la lucha americana contra la “invasión hispana”. Por una amarga coincidencia del destino, mis compañeros de asiento en el vuelo fueron un matrimonio de Ciudad Juárez que me contaron cómo su hija de 22 años acababa de irse a vivir a El Paso, huyendo del crimen y la inseguridad que azota a esta ciudad ubicada al otro lado del río Bravo que separa México del “sueño Americano”: el sueño de una vida próspera en una sociedad segura y justa. Nada más cruzar el río, la realidad desgarra las cortinas ilusorias del deseo.

El otro gran sueño, el de la política poética de Martin Luther King, también se ha desvanecido en la prosaica sociedad estadounidense. En su famoso discurso, pronunciado el 28 de agosto de 1963 desde las escalinatas del Monumento a Lincoln en Washington, el reverendo invocaba a un futuro de igualdad: “Yo tengo un sueño, que un día en las coloradas colinas de Georgia los hijos de los ex esclavos y los hijos de los ex propietarios de esclavos serán capaces de sentarse juntos en la mesa de la hermandad… Yo tengo un sueño, que mis cuatro hijos pequeños vivirán un día en una nación donde no serán juzgados por el color de su piel, sino por el contenido de su carácter”.

A día de hoy, el color de la piel determina en Estados Unidos el barrio en el que vives, el colegio en el que estudias, la exposición a la enfermedad y la indigencia, el patrimonio económico heredado, las opciones profesionales y las posibilidades de acceso a espacios de representación política. A día de hoy, Estados Unidos es un país donde la población blanca concentra los recursos de poder de una forma proporcionalmente asimétrica respecto a las comunidades minoritarias. Queda pendiente una transformación del orden socio-político racializado, dominantemente blanco, que incluya de manera justa y ponderada a la población “no blanca” en cada una de las áreas de poder que estructuran la sociedad.

Los hispanos, que representan en torno a un 20% de la población estadounidense, solo conforman el 1% de todos los funcionarios electos. Por su parte, con un hondo arraigo histórico, la población afroamericana representa en torno a un 13% de la población estadounidense: ninguno de los 50 estados de Estados Unidos cuenta con un gobernador afroamericano. A pesar de estas cifras, la hegemonía blanca empieza a sentirse amenazada por el cambio demográfico de la sociedad estadounidense, que en las últimas elecciones ha convertido al 116 Congreso en el más diverso de la historia: un 20% está compuesto por representantes pertenecientes a comunidades minoritarias. No obstante, los políticos blancos aún representan un 80% de la cámara, mientras que la población blanca compone el 60% de la población estadounidense.

La retórica anti-inmigración de Trump, como representante de la América blanca y conservadora, en favor de la construcción de un muro en la frontera con México para evitar la “invasión” de migrantes ilegales, traduce un miedo político: que la diversidad étnica y/o “racial” dé un vuelco al tablero político en un futuro no muy lejano. En la elección en la que Trump venció a Clinton, los votantes blancos favorecieron al magnate republicano por un margen de 15 puntos. Por su parte, las comunidades minoritarias, en ascenso demográfico progresivo, votan mayoritariamente por el partido demócrata.

Trump encarna el sentimiento colectivo de una hegemonía blanca en retroceso, que recurre a metáforas apocalípticas al denominar “escuadrón” progresista a las cuatro congresistas demócratas a las que exhortó en un tuit a que “regresaran a sus países de origen”, refiriéndose a Alexandria Ocasio-Cortez, Ilhan Omar, Rashida Tlaib y Ayanna Pressley, todas ciudadanas estadounidenses pertenecientes a diferentes comunidades minoritarias.

Sarcásticamente, en la tierra de los sueños, al horizonte de la igualdad racial no se avanza por medio de la imaginación moral, sino por la fuerza imparable de la transformación demográfica de una sociedad que traduce la fragmentación étnica de la población en opciones electorales en competición.

Ismael Cortés es doctor en Estudios Internacionales de Paz y Conflicto, analista político, diputado por Tarragona de Unidas Podemos en Comú y miembro de la RIET.
“El malogrado sueño americano” ha sido publicado previamente en “Tribuna abierta” de “Eldiario.es”

Azul

Esta noche tiene tu rostro en el azul.
Ojos de noche
mi deseo es azul.
Bendito color de los mares
maldito náufrago en alta mar.

Sigo nombrando al velero que navega
sin capitán ni timonel.
Cómo sueña el amor cuando el itinerario
está escrito sobre estelas.
Esta noche tiene de luces urgencias
jadea silenciosa.
Quizá extravié su ruta y se olvide del relámpago
mientras
el deseo es azul.
&&
En otro azul
tuve fijeza de náufrago:
Tanta gavia sin tarea, tanta gaviota sin eco.
Azul atado al silencio de la roca.

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¿Por qué azul?
Todo lo azul es leyenda y sueño:
flor de Novalis,
clara fuente de Rubén Darío.
Ilusión de náufrago
fijos los ojos en otros azules
para hacer más naufragios.
Mano tendida a la aurora,
cerrada luego en adiós.

Cerco el plomizo viento, no quiero dañar el azul.
¡Que levante vuelo en las hojas
del verano extinguido!

Alejo Urdaneta es escritor, poeta, editor y miembro de la RIET. Este poema ha sido publicado previamente en el blog del autor

Noches de menta

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Noches de menta y dulzor
aparecen fragancieras
envolviendo el corazón
de nostalgias mañaneras.
Perfume. Cálido aire
impregnando todo suave.
Nocturnas luces brillantes
temblores vivos de aves.
Noches azules henchidas
de luciérnagas osadas,
de sombras negras ceñidas.
Noches de luna y menta,
oscuridad recordada.
Identidad resumida.

La poetisa y artista plástica argentina Alicia Susana Baigorria es autora de “Versos vehementes” y socia de la RIET