El gran duque de Alba, Fernando Álvarez de Toledo (1507 – 1582), fue uno de los más brillantes generales y estrategas de su época, un servidor leal de la Monarquía Hispánica y una gran figura histórica europea, aunque también tiene su lado oscuro, ya que protagonizó la represión de los levantamientos en Flandes y ello le valió en Holanda el sambenito de la leyenda negra, una demonización que pesa sobre su fama desde entonces. Afortunadamente, el estudio del pasado nunca se detiene.
Si pensáramos en perspectiva, veríamos que resulta imposible mantener una visión local de las figuras que definieron los inicios de la Edad Moderna en Europa -en el caso del duque de Alba, tanto la versión hagiográfica como la deletérea-. De hecho, los acontecimientos que protagonizaron tuvieron dimensión internacional y conflictiva (cabría apuntar aquí que el simposio reaccionario que celebrará Cataluña desde el próximo jueves es un ejemplo paradigmático: la visión local de la toma de Barcelona como agresión de España en 1714 en lugar del acto final de una guerra de Sucesión en la que se alineaban y combatían todas las potencias de Europa).