Y dijo la señora: ¡Imagínate, ahora mi empleada es amparada por el gobierno, con esas leyes absurdas! Como si nosotros, los patronos, no tratáramos bien a esas desgraciadas, que nacen en una favela, en medio de la pobreza, y tienen la suerte de encontrar un empleo en nuestras familias.
La María Dolores, por ejemplo, no tenía dónde caer muerta. Su padre borracho, su madre lavandera, una retahíla de hermanos. La chavalita comenzó aquí, en esta casa, como cuidadora de mi hijo pequeño Jorge. Yo le enseñé hábitos de higiene, le di un uniforme blanco, dejé que llevase para su casa lo que sobraba de las comidas que mi marido ofrece a sus clientes.