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Ángel González Quesada: ‘El teatro no es algo para cuando no se tiene otra cosa que hacer’

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Ángel González Quesada es licenciado en Filosofía, dramaturgo, narrador, guionista, actor y director del grupo de teatro ETÓN. También es miembro de la Red Internacional de Escritores por la Tierra (RIET) y fue el ganador del primer Premio Hispanoamericano de poesía Ernesto Cardenal, que se entregó el pasado mes de junio en Tarragona. Con este curriculum vitae, os podéis imaginar que Gónzalez Quesada tiene muchas cosas interesantes que explicar. Por eso, a continuación os dejamos con una interesante entrevista que le hicieron en el medio Salamanca 24 horas.

Ángel González Quesada: ‘El teatro no es algo para cuando no se tiene otra cosa que hacer’

-Etón Teatro es el grupo de teatro independiente más antiguo de Castilla y León.

-Nacimos como grupo en 1980, pero estaba integrado por gente que habíamos estado en otros colectivos teatrales, es decir, somos gente de teatro histórica de los 70. Nacimos con la intención de implicarse en la sociedad, de la función principal del teatro que es la comunicación. Nacimos con ese objetivo y con ese objetivo venimos trabajando ininterrumpidamente desde entonces no sólo con montajes de teatro, sino también dando cursos, seminarios, asesorando a centros educativos, haciendo publicaciones, intercambios… No hemos parado desde 1980.

 -¿Ha sido fácil ese camino?

-No, nunca es fácil, pero siempre nos ha guiado la pasión por el teatro, por el arte, y a mí personalmente es lo que me ha mantenido porque si no muchas veces lo hubiera dejado. Nunca hemos vivido de esto ni hemos pretendido, entonces es la pasión, la conciencia de la necesidad de comunicar ciertas cosas, el adormecimiento de esta ciudad y de esta región en general, que era algo que a mí me escocía… Entonces pretendía por lo menos aportar mi granito de arena para que hubiera cierta vivacidad en la cultura. No sé si lo hemos conseguido, pero ahí estamos.

 -¿El mensaje ha variado con el paso de los años?

-El mensaje siempre es el mismo, la solidaridad, la honestidad, la ética tanto ciudadana como la moral individual, es decir, transmitir ciertos valores que a mí me parece que no deberían perderse. Hemos utilizado el teatro no como lugar para sermonear a nadie, no he pretendido eso, sino con la intención última de que esas cosas contribuían a la unión de la gente, a ámbitos cada vez más amplios de compartir ideas, inquietudes.

-Han pasado más de tres décadas, así que no sé si tienes contabilizadas las obras que habéis representado.

-Muchas, no lo sé. Si te hablo de 50 montajes distintos igual me quedo corto. Pero hemos hecho desde cosas hipercómicas como entremeses del Siglo de Oro hasta cosas mucho más dirigidas a la reflexión como ‘Pedro y el capitán’, de Benedetti, ‘Los justos’, de Camus o esta última, ‘Los forjadores de imperio’, de Boris Vian. La ventaja que tiene mantener un grupo de teatro independiente y no basado en la rentabilidad económica es que uno puede hacer aquel teatro que le parece que debe hacer, no tiene que ajustarse a necesidades comerciales de ningún tipo.

Nosotros por ejemplo con ‘Los forjadores de imperio’, que es una obra dificilísima, hacemos que la gente no salga indiferente, sale más bien con mal cuerpo, pero creo que de vez en cuando esas cosas hay que decirlas. El teatro no es ‘jiji’, ‘jaja’ y pasar, relax, el teatro es participación, si no para eso está el cine, para que le den a un botón y pasen las cosas sin que haya comunicación. En el teatro compartimos el mismo espacio, el mismo minuto, el mismo país, el mismo estado de cosas y tendremos que comunicarnos, si no no tendría sentido.

 -Al final el teatro, como cualquier obra de arte, lo importante es que genere alguna sensación en el espectador.

-Claro, como una exposición pictórica, si sales igual que entraste y no te ha cambiado la vida ni un milímetro entonces no ha merecido la pena, aquello no tenía sustancia. Yo quiero que en el teatro pase igual, que la gente salga incluso más contenta, pero que salga distinta, que le cambie la vida y que a mí me cambie la vida después de la representación también, que tenga una experiencia más, que les haya sentido respirar, reír, llorar o tirar tomates, pero que la cosa esté viva.

 -La plantilla habrá ido variando con el paso de los años, ¿no?

-Ha ido variando. Hay gente ahora en el grupo que no había nacido cuando nosotros empezamos. Hemos trabajado con más de cien personas distintas. El único que sigue soy yo, que fundé el grupo y sigo. Ahora mismo en la última obra, ‘La herejía de Meléndez Valdés’, éramos cuatro actores y casi entre los otros tres hacían la edad mía, es decir, hay gente muy joven. Pero por ejemplo, en la obra que hicimos de Albert Camus el pasado 8 de junio en el atrio de la Casa de las Conchas los músicos y los actores eran algunos de mi quinta, otros más jóvenes…

Nosotros hemos trabajado con músicos, escenógrafos, bailarines, hemos hecho cosas donde en el reparto hemos fichado a bailarines italianos que venían desde allí, profesionales de la danza, de la música, del diseño, del cine… Porque el teatro es así de grande, así de amplio, el teatro no es una caja italiana, un escenario, sino que es algo que coge pedazos de otras artes.

 -¿Cuáles son los escenarios más importantes donde habéis actuado?

-Cualquier escenario es importante. Hemos actuado desde el rincón donde hacían pis los perros, y ahí nos ha puesto alguna institución pública que no diré, hasta enormes auditorios como el de la Universidad de Alicante, todos los teatros de aquí o distintos festivales, pero para mí todos los escenarios son igual de importantes si se produce esa comunicación temporal y emocional con el público.

-Os gusta meteros en la vida de los personajes como ha sido el último caso de Meléndez Valdés, ¿verdad?

-Una de las cosas de las que me quejo es que los medios de comunicación hacen poco a ningún caso a la cultura en general. Para ellos la cultura son los conciertos que vienen en ferias y no sé si el desfile de la procesión del 12 de junio que es el día del patrón, pero por ejemplo grupos con el mío, que lleva treinta y tantos años trabajando aquí, muchas veces te descuaja un poco que pase todo desapercibido porque tú estás haciendo ciudad igual. En cuanto a personajes históricos, nosotros empezamos en el año 2005 a hacer ‘Vidas y ficciones’, que ahora se ha convertido en ‘Plazas y patios’, y entonces cada año escribo un texto original, me documento muchísimo, sobre personajes que han tenido que ver con Salamanca, que han estado en Salamanca o que son de Salamanca, personajes históricos que yo trato de bajarlos del pedestal y de cogerlos por su lado canalla, no hacer un postal turística, hablar como personas con sus defectos.

Así hemos hecho desde ‘La leyenda del marqués de Villena’ pasando por El Cid, Francisco de Vitoria, Miguel Unamuno, la revolución francesa, Meléndez Valdés, Abraham Zacut, Erasmo… Todos los años hacemos un montaje de calle con un texto original que quiere dar a conocer esos personajes y yo creo que lo hemos conseguido, a mí me han reconocido que Abraham Zacut, el gran astrónomo y que era salmantino, ha sido ocultado por la historiografía judeocristiana por ser judío, se tuvo que ir con la expulsión de 492. Yo pretendo reivindicarlos, pero no como figuras adorables, sino como hombres que estuvieron haciendo patria también. Y este año a Meléndez Valdés, que en Salamanca se sabe que hay una calle, un chaflán que tiene un busto de Meléndez más feo que picio, que nosotros lo decimos en la obra, pero ¿quién era Meléndez Valdés? Meléndez Valdés era uno de los grandes pensadores del siglo XVIII, un ilustrado, un hombre inteligentísimo, un enorme escritor, un humanista, alguien que se preocupó por la salubridad, por la educación, pero ¿qué pasó? Que no se puso a escupir franceses en la revolución francesa, entonces la historiografía de los vencedores lo ha tapado y aquí pasan los años y nadie sabe quién es. Yo quiero reivindicar, por lo tanto de esa manera se está haciendo ciudad, cultura y se está dando a conocer, pero no sólo es teatro educativo, es lúdico.

En esos montajes de verano aprovecho no sólo para escribir textos originales sino para experimentar, para mostrar nuevas formas de actuación, convierto los escenarios en otras cosas. Por ejemplo en Erasmo hice un escenario circular, la gente estaba en 360 grados y nosotros girábamos actuando durante toda la obra para dar la cara y eso tenía un sentido con el mareo que se tenía en el siglo XV con las ideas de Erasmo. Ahora hemos hecho una especie de sacabuche, un cilindro, donde los personajes se metían por un sitio en una época y salían convertidos en otros en otra época. O hicimos un teatro con títeres, que los títeres eran actores de verdad, en la plaza de San Benito para hablar del Cid.

-¿Y el público responde?

-En general tenemos bastante aceptación, mucho éxito, la gente va yendo, pero esta ciudad es una ciudad desagradecida, ingrata. La ciudad no es nada. Es una ciudad que deja pasar, que sólo se preocupa de ciertas tradiciones que le favorecen, de la comodidad, de que les den todo mascado, además de que está muy envejecida es poco proclive a pensar, a implicarse en una obra de teatro, en una exposición o en una película. Yo sé que la sociedad funciona así, que Gran Hermano y esas cosas tienen los índices más altos de audiencia en la televisión, sé que los blockbuster en el cine son los que atraen, sé cómo funciona la sociedad, pero eso no me va a impedir seguir metiendo el dedo en el ojo por que se muevan, que la sociedad a la que pertenezco esté viva. Y ahora con la crisis, peor.

Se han creado dinámicas teatrales durante años que eran de subvención, de dar, había dinero para cualquier cosa y cuando digo ‘cualquier cosa’ lo digo en su sentido más peyorativo. Estoy encantado de que todo el mundo haga teatro, pero creo que hay que tener una cierta preparación, clase y trabajo para hacer cosas. Y todos eran iguales, todo se apreciaba igual, a todos nos metían en el mismo saco. Ha venido la crisis económica y yo no digo que sea positiva para nada, pero si ha servido de algo ha sido para clarificar las cosas. Ahora las instituciones a la hora de contratar miran un poco más la calidad y ya no vale todo. Aquí ha habido mucho trompetero, mucho saltimbanqui malo haciéndose pasar por teatrero.

Voy a poner un ejemplo a nivel nacional, la Fura dels Baus. Empezó haciendo unas obras espléndidas y después se convirtió en un engaña ayuntamientos que venían con los montajes a colgar gente y tal y los concejales que no tenían ni idea se asombraban con aquello, les ponían la pasta y eso quitaba espacio para otros montajes y se llevaba los presupuestos. Siempre lo comparo con la evolución que ha tenido Albert Boadella, él personalmente. Es un poco para mí el paradigma de la evolución que ha tenido el teatro comercial y de cierta calidad desde los 70. Desde ‘La Torna’, ‘Olimpic Man’…obras acojonantes que las veías y decías “yo no hago más teatro porque nunca seré capaz de igualar” y de pronto empezó a bajar y a pillar subvenciones de ayuntamientos y al final ¿en qué se ha convertido? El último montaje que vi de Els Joglars, una cosa basada en el Quijote, me pareció una porquería. Y tengo que reconocer que fueron mis ídolos. Pues eso ha pasado, ahora la crisis ha desenmascarado a todos esos y también a los arrimados.

 -Y los mediáticos, por decirlo de alguna forma.

-Claro y aquí lo tienes. Vienen un tío y una tía que están en la serie ‘Amar es para siempre’ o qué sé yo, se juntan los fines de semana, se aprenden un texto, lo ensayan mal ensayado, llenan los teatros, les pagan los cachés, ocupan los espacios, las señoras del abrigo de piel llenan los teatros porque son mediáticos y los demás nos quedamos con una cara de tontos que no veas. Yo creo que el peor provincianismo es el que aprecia el sitio de donde se viene o la popularidad en vez de apreciar el talento, la valía, las cosas bien hechas o la calidad. Tío, mira eso, no mires si este sale en la televisión.

Yo quiero huir de eso y por eso hice ‘Los forjadores de imperio’, una de las obras más difíciles que yo he hecho. La estrenamos el 23 de mayo aquí en el Liceo. Son obras incómodas, pero si las ves están hablando de nosotros y no es un sermón, no es ir al teatro a pasar un mal rato, es ir a participar de la vida, a emocionarte con cosas que le pasan a la gente pero que te pueden pasar a ti, la comunicación es eso, como la poesía, si un libro de poesía no le dice nada al lector de sí mismo entonces está mal. El teatro si no te dice nada de ti y te cuenta una historia… Es lo que está pasando con la literatura, Juego de Tronos y eso, sí, tiene mucho éxito, pero porque no te implica, es muy cómodo, en el momento que coges un libro de Rafael Chirbes o de Isaac Rosa que te hablan de ti, eso ya no porque te pone frente al espejo.

 -Como dicen: “Pensar cansa”.

-Claro. Por ejemplo, estamos en el mes de agosto, este país sigue cerrando en agosto, es una aberración porque no hay ningún país que cierre ningún mes por vacaciones, ni siquiera Argentina, que son sus vacaciones de verano y están en Navidad. Aquí las bibliotecas públicas cierran en verano por las tardes y es la aberración más grande que yo me he encontrado en la vida. Se reducen los horarios de las cosas públicas, los ayuntamientos y los concejales creen que en verano la cultura tiene que ser fresquita, no hombre no… Es verdad, tú vas con una obra mínimamente seria a un pueblo, te ponen detrás de la vaquilla y estás jodido porque va todo el mundo borracho.

Lo primero que hay que hacer es una educación de quienes programan. Si vas a programar una obra de teatro mínimamente decente en las fiestas prográmala un día que no haya otra cosa, no me digas que tienes la fiesta de la espuma, la vaquilla, el concierto, vamos a ver si batimos el récord de cerveza del año pasado y luego la obra de teatro, no me jodas. Pues así funciona. Por eso te decía, y abrocho con el principio, que actuamos donde mean los perros. Ese comportamiento que tienen muchos ayuntamientos, muchos concejales, muchas comunidades autónomas e incluso el Gobierno central con la gente de teatro es ponerles en el rincón donde mean los perros.

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