Manuel de Medio es periodista y miembro de la Red Internacional de Escritores por la Tierra (RIET). El artículo que os presentamos hoy (que fue publicado originalmente en el blog del autor ‘Cartas para Nacho‘) se titula ’Fernando’, y en él nos habla del adiós de Fernando, uno de esos héroes anónimos que pueblan nuestras calles sin que el resto de los mortales lo sepamos. Valgan estas líneas como obituario a una persona que, por lo que describe Manuel de Medio, fue maravillosa.
‘Fernando’
Fernando murió hace unos días. Con algo más de ochenta años. Solo. En su cama. En su casa próxima a la iglesia de San Marcos. Se quedó dormido y no despertó. Pintor de bocha gorda y mayordomo de una marquesa de Sevilla. Onubense de Chucena. Sevillano por razones obvias. Gaditano de Rota por vocación veraniega.
Nacer en los años treinta o cuarenta en la Andalucía profunda tenía sus riesgos. Fernando lo sabía y adoptó a Sevilla no sólo como su lugar de trabajo, sino también como su paraíso terrenal.
Todo un personaje del centro de Sevilla. Toda una biblioteca viviente de la Sevilla de siempre. Esa que también está a punto de desaparecer. Su preocupación era que me prepararan unas buenas lentejas. Intuí la doble intención. La picardía. El juego de lo ambiguo. En esto era un maestro. Doctor en la copla.
Tardes en el teatro San Fernando y noches en busca de la y del artista. Con el acompañamiento musical del rompeolas de Rota, podías pasar una deliciosa velada escuchando y viendo las interpretaciones más sentidas de las grandes coplas de la canción española. Aquel helado de “tutti frutti”, que era el que le gustaba, acababa derritiéndose mientras que la clientela se quedaba boquiabierta.
Fernando y los de su generación no lo tuvieron fácil. Héroes. Supervivientes. Lo mejor que les decían era que estaban enfermos. Monos de feria y diana de todas las burlas. Dardos envenenados que alcanzaban sus corazones pero no su coraje. El amor todo lo puede. Toda una revolución.
Fernando contaba cosas de su juventud. De sus amoríos pasajeros. También de su gran amor. Con la edad se retiró de la búsqueda de otros. Ya estoy mayor para estas cosas. Lo decidió solo. No fue la sociedad. Claro que tampoco renunció a alegrarse la vista de vez en cuando.
No fui amigo cercano de Fernando. Lo veía poco. Pero sí me he sentido próximo a él en su muerte. Tanta lucha por la vida. Tanta experiencia acumulada. Y ahora eso se pierde. ¿Dónde va todo este esfuerzo? ¿Quién recoge el testigo?
El “salir del armario” es el final de un duro proceso de autoconocimiento. De asumir una realidad a la que muy pocos heterosexuales son capaces de enfrentarse en otros ámbitos. Cuando das el paso, lo haces por convencimiento o por cansancio, pero lo haces.
El legado que deja Fernando y los de su generación nunca se verá reconocido. Si difícil es tomar la decisión en una época en la que la sociedad lo tolera, no quiero ni pensar lo que suponía tomarla en aquella Andalucía de los años treinta o cuarenta.
Manuel de Medio