Hoy nos hemos levantado con ganas de leer a la gran Claribel Alegría, por lo que hemos decidido recuperar uno de sus poemas que más nos gustan: ‘Carta al tiempo’. La nicaragüense, que forma parte del Comité Honorífico de la Red Internacional de Escritores por la Tierra (RIET), está considerada como una de las poetas y escritoras más importantes de Latinoamerica. Este poema nos recuerda que el paso del tiempo, nos guste o no, es inexorable…
‘Carta al tiempo’
Estimado señor:
Esta carta la escribo en mi cumpleaños.
Recibí su regalo. No me gusta.
Siempre y siempre lo mismo.
Cuando niña, impaciente lo esperaba;
me vestía de fiesta
y salía a la calle a pregonarlo.
No sea usted tenaz.
Todavía lo veo
jugando al ajedrez con el abuelo.
Al principio eran sueltas sus visitas;
se volvieron muy pronto cotidianas,
y la voz del cielo
fue perdiendo su brillo.
Y usted insistía
y no respetaba la humildad
de su carácter dulce
y sus zapatos.
Después me cortejaba.
Era yo adolescente
y usted con ese rostro que no cambia.
Amigo de mi padre
para ganarme a mí.
¡Pobrecito el abuelo!
En su lecho de muerte
estaba usted presente,
esperando el final.
Un aire insospechado
flotaba entre los muebles.
Parecían más blancas las paredes.
Y había alguien más;
usted le hacía señas.
Le cerró los ojos al abuelo
y se detuvo un rato a contemplarme.
Le prohíbo que vuelva.
Cada vez que lo veo
me recorre las vértebras el frío.
No me persiga más,
se lo suplico.
Hace años que amo a otro,
y ya no me interesan sus ofrendas.
¿Por qué me espera siempre en las vitrinas,
en la boca del sueño,
bajo el cielo indeciso del domingo?
Sabe a cuarto cerrado su saludo.
Lo he visto el otro día con los niños.
Reconocí su traje:
el mismo tweed de entonces
cuando era yo estudiante
y usted amigo de mi padre:
su ridículo traje de entretiempo.
No vuelva,
le repito.
No se detenga más en mi jardín.
Se asustarán los niños
y las hojas se caen:
las he visto.
¿De qué sirve todo esto?
Se va a reír un rato
con esa risa eterna
y seguirá saliéndome al encuentro.
Los niños,
mi rostro,
las hojas,
todo extraviado en sus pupilas.
Ganará sin remedio.
Al comenzar mi carta lo sabía.
Claribel Alegría