Ignacio Martínez es un conocido escritor uruguayo que ha publicado más de 70 libros (la mayoría de ellos de literatura infantil) y ha escrito una treintena de obras de teatro. Es el responsable de la revista ecologista de niños ‘El Tomate Verde’, presidente de las Redes Amigos de la tierra de Uruguay, presidente del Departamento de Cultura del PIT-CNT de Uruguay y miembro de la Red Internacional de Escritores por la Tierra (RIET). Podéis saber más sobre él en su web oficial. Hoy os dejamos con las palabras que Martínez pronunció en un encuentro de homenaje al gran Mario Benedetti.
‘Benedetti es nuestra voz’
Desde 1945, sólo para citar un momento de su vida, Mario Benedetti escribe lo que una parte de su entorno vive y siente. Sus poemas, ensayos, cuentos, dramaturgia y novelas se irán extendiendo cada vez a más voces y sentimientos que cantan y dicen a través de toda su prolífica obra “…cantamos porque llueve sobre el surco / y somos militantes de la vida/ y porque no podemos ni queremos / dejar que la canción se haga ceniza.”
Mario Benedetti no es un autor encerrado en un faro de cristal. Él asumió un compromiso con el tiempo que le tocó vivir. Desde su incorporación al semanario Marcha y en cuanto compromiso periodístico estuvo, (revista Marginalia, Número, La Mañana, Peloduro, Tribuna Popular, etc) hasta la militancia directa en la cuestión política, lo encontraron siempre como un protagonista de los acontecimientos sociales de Uruguay y de América Latina. Su adhesión a la revolución Cubana y el tiempo en que estuvo al frente de Casa de las Américas, su trabajo en la Facultad de Humanidades de Uruguay y luego su largo exilio por Argentina, Perú, Cuba y España, lo fueron identificando cada vez más con los temas continentales y del mundo.
La fuerza de sus palabras estuvo en interpretar nuestras voces, nuestros sentimientos y alentando la tarea de resistir los lados oscuros de la vida para fortalecer los que la embellecen y la hacen mejor para todos: “…pero aquí abajo / abajo / cerca de las raíces / es donde la memoria / ningún recuerdo omite / y hay quienes se desmueren / y hay quienes se desviven / y así entre todos logran / lo que era un imposible / que todo el mundo sepa / que el Sur también existe”.
Así, con todas sus palabras, Benedetti creció entre su pueblo, nutriéndose mutuamente, sin dejar nunca su Montevideo, al tiempo de ganar el mundo que lo fue reconociendo porque desde su “comarca” y su “paisito”, como gustaba llamar esta región, se volvió cada vez más universal en un mundo que cambia cada día: “…no vayas a creer lo que te cuentan del mundo / (ni siquiera esto que te estoy contando) / ya te dije que el mundo es incontable”.
Quizá podamos afirmar que a Benedetti no le quedó tema por abordar. Eso también nos permite decir que por eso una gran diversidad de personas con sus sentimientos y pareceres, se ve reflejada en sus poesías, en sus cuentos y novelas, en su dramaturgia y sus ensayos. Un aporte no menor a la divulgación de su obra tiene la música que talentosos cantantes pusieron a sus versos, muchos de los cuales ya estaban pensados como canciones en el conservatorio que Mario Benedetti tenía en su propia creación. Él es la expresión de nuestra necesidad de decir muchas cosas: “…en mi garganta empiezo / por lo pronto / a ser libre…” y nosotros comenzamos a ser libres en sus palabras. Por eso hablar sobre don Mario no corre el riesgo de ser sólo un recuento biográfico, una semblanza y un estudio académico para entendidos.
Creo que la mejor forma de hablar sobre Benedetti es divulgando sus trabajos y que él mismo lo diga: “…vivir / después de todo / no es tan fundamental / lo importante es que alguien / debidamente autorizado / certifique que uno / probadamente existe…” ¡Y vaya que sí existe este poeta que ya es parte de todos nosotros!
Mario Benedetti supo que en algún momento íbamos a habar de él y quizá por eso trabajó incansablemente hasta el último momento de su vida y hoy tendríamos tanto para decir… Pero tenemos tiempo, él también lo supo: “Tengo un mañana que es mío / y un mañana que es de todos / el mío acaba mañana / pero sobrevive el otro”. Eso le da una suerte de sobrevivencia. Es que quizá la eternidad sea sobrevivir en la memoria de los otros, nosotros, como vive don Mario al que queremos y recordamos.
Ignacio Martínez