Hoy tenemos el placer de presentaros a un nuevo miembro de la Red Internacional de Escritores por la Tierra (RIET). Se trata del ambientalista mexicano Masasiui Tenorio, que lleva años trabajando en proyectos relacionados con comunidades indígenas y campesinas. Él mismo explica que “he alzado la mano pa\’ hacer bailar la pluma y entre el vaivén de las historias oídas, vividas y prestadas denunciar e invitar a reflexionar. Esa es la intención detrás de cada escrito”. Masasiui debuta en la web de la RIET con un breve relato titulado ‘El hormiguero’.
‘El hormiguero’
Eran semanas de alerta. En la aldea ya no se dedicaban a lo de siempre. La milpa se habia dejado a un lado, el ganado se encargaba a los cipotes, y la casa dejaba de ser barrida a diario. En esos días se atendía a la llamada de los compañeros para detener a los mineros.
Maria estaba en el cumpleños de Johny en casa de Ros, cuando se escucho a lo lejos el chocar de las piedras. -Estan levantando la zanja los policias. – alertó el pequeño Efren.
Las rebanadas de pastel fueron abandonadas sobre la mesa, y la gente salió a confrontar a la policia.
Resultó que los policias estaban moviendo las piedras y los escoperteros, con arma en mano, impedían que se acercara la común-unidad. Ladeaban la escopeta de un lado al otro, con el dedo siempre en el gatillo y la mirada clavada en la gente. Una mirada sin retorno, fija y perdida. Profunda.
La común-unidad iba avanzando, cual familia: juntos; cual hormiguero: dispersos. Unos iban hacia la aldea para avisar a más hormigas-hombres, otros iban al río rodeando a los atancantes, y otros, encendidos, al frente denunciando, gritando. Con la Digna Rabia en la palabra y el corazón.
El escopetero de la derecha, el único con gafas oscuras, era el de mirada más perdida. Su cuerpo estaba presente, junto al río y con escopeta en mano. Pero su pensamiento estaba ausente, allá en las promesas hechas por el dinero, en las seducciones de pensarse con todos esos lujos que siempre anheló. Anhelo que se escurría al ver a la gente acercarse. -Esta mina tiene que pasar- pensó y lanzó cinco disparos a los pies de las hormigas-hombres.
El hormiguero se prendió. Ni un paso atras. Nadie reculó.
María, cual pequeña hormiga, ya estaba harta y cansada de tanto pisoteo, tanto ruido, tanta amenaza. Hace unos días habían amenazado a su esposo, y aún le retumbaban las palabras de sus primas cuando le contaron como rodearon a Antonio y a Juan en sus casas para amenazarlos. María sintió un calor que nacía del pecho y se expandía hacia todo su cuerpo. Una fuerza que emanaba a la izquierda y abajo de su pecho. Fuerza que se hizo una pelota. Bajó a su estomago y subió a la garganta. La Digna Rabia ya era incontenible.
– ¡Si va a disparar, dispáreme a mi primero! ¡Aquí al pecho, si tan valiente es! – grito María señalando al corazón.
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Masasiui Tenorio