Gustavo Duch es escritor, activista y uno de los miembros más activos de la Red Internacional de Escritores por la Tierra (RIET). Si estáis interesados en la soberanía alimentaria de los pueblos, su blog Palabre-ando es un referente en la red y os animamos a visitarlo. En el artículo de hoy, que fue publicado originalmente en El Periódico de Catalunya, nos habla sobre la posibilidad de que “enfermemos cual ciudadanía de los Estados Unidos”.
‘Los pepinos de Estados Unidos’
Si todo sale como las grandes corporaciones quieren -investigaciones recientes muestran que 147 grupos controlan el 40% del sistema corporativo mundial- en un par de años, con toda probabilidad, enfermaremos cual ciudadanía de los Estados Unidos. O, al menos, así será si se aprueba el Tratado Transatlántico de Comercio e Inversiones entre Estados Unidos y Europa, el TTIP.
Como explica un informe de Amigos de la Tierra, con el TTIP operativo, en cuestión de ganadería y alimentación de origen animal estaremos en una situación paradójica. Mientras que a los sistemas productivos europeos se les seguirá exigiendo el cumplimiento de la normativa en materia de higiene de los alimentos que actualmente rige, se permitirá la importación de productos cárnicos de Estados Unidos producidos bajo sus estándares de calidad. Que más que existir para velar por la salubridad de los alimentos y el bienestar animal, desaparecen para facilitar la producción de cuanta más carne mejor y en el menor tiempo posible, cual cadena fordiana de montaje de automóviles.
Con esas ventajas competitivas (aproximadamente el 75% de los animales criados en los sistemas intensivos de producción de carne en EEUU reciben hormonas de crecimiento en su alimentación y el 50% reciben otros promotores del crecimiento, como la ractopamina), el propio Departamento de Agricultura de Estados Unidos ha calculado que sus exportaciones a Europa podrían dispararse un 3.983% en carne de porcino, un 966% en carne de vacuno, un 901% en leche en polvo y un 988% en quesos.
Además de liquidar los sistemas nacionales de producción, la entrada de esta carne de animales culturistas nos igualará en muchas otras cosas con la otra orilla: serán homogéneas las dietas, serán iguales las obesidades y, como dije al principio, se nivelarán también los riesgos de intoxicaciones alimentarias.
El caso más ilustrativo, pero hay muchos ejemplos más, son las infecciones por E.coli verotoxigenica, aquella que se le atribuyó hace ahora unos cinco años a unos pepinos ibéricos, y que es responsable de cuadros patológicos muy graves, en ocasiones la muerte. Esta bacteria tiene como principal lugar de residencia, o reservorio en términos científicos, el tracto intestinal de los rumiantes. Cuando estos están criados en convivencias estrechas y masificadas, y cuando llegan sucios en sus propios excrementos a mataderos después de largos viajes, las condiciones son óptimas para que contaminen la canal de los animales que se está procesando.
Si además, los mataderos son cada vez menos y más grandes, se convierten en una excelente puerta de salida centralizada para la dispersión de este patógeno en cada bandeja de carne picada. Los datos, otra vez, son rotundos. Mientras en Europa se confirmaron en el año 2014, 5.955 casos por intoxicaciones de E. coli verotoxigénica, la cifra en los EEUU se elevó a 265.000.
Moriremos, sí, pero con la insignia de ciudadanía globalizada.
.
Gustavo Duch