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Joaquín Araújo: ‘El invierno nos regala’

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Joaquín Araújo es un conocido naturalista, periodista, escritor, director editorial y miembro de la Red Internacional de Escritores por la Tierra (RIET). En su artículo de hoy (publicado originalmente en su blog del diario ‘El Mundo’) Araújo nos recuerda que pese a que cuando hace frío todo el mundo está deseando la llegada de la primavera o el verano, en realidad el invierno es una estación maravillosa que no deja de regalarnos cosas. Si ahora mismo tenéis frío, tenéis que leer este artículo y quizás veáis las cosas de otra manera.

‘El invierno nos regala’

Aires recién lavados que permiten el más largo e intenso predominio de la transparencia.

Esto no solo permite que nuestros ojos acaricien alejadas lontananzas, también nuestros tímpanos reciben más claras las canciones de la Natura.

El alivio que produce el generalizado duermevela de tantos y tantos seres vivos, de paisajes enteros.

Con todo, la incesante sorpresa de que nada está del todo quieto, de que es mucho lo que se despliega fuera de nosotros mismos.

Largas noches para poder soñar futuras primaveras. Esas que podrían dejarte los ojos imantados a las llamas de un hogar.

Sus alfas y omegas. Su tan pronto alojar un verano en el centro del día como a sí mismo a lo largo de la noche.

Sus fríos que desinfectan y desinfectan. Conviene dar siempre las gracias a la higiene espontánea. El invierno es gran depurador y reciclador.

Las lluvias preñando todos los futuros. No olvidemos que por estos pagos a menudo el 50% de las caladuras son invernales.

Tiempo con la piel de serpiente pero que anima, más que ningún otro, a caminar.

La concurrencia de variadas algarabías: Las de los patos y gaviotas, las de alondras y sisones, lgansos y cormoranes, chovas y grajillas…Pero, sobre todo, las de grullas, palomas y estorninos. Todo eso que permite que se te aneguen los ojos con millones de aleteos.

El otilar de los lobos y el tauteo de los zorros.

La solemne coreografía de las paradas nupciales de los grandes buitres. El ballet acuático de los somormujos.

El inquietante ulular de los Búhos reales.

Los suelos del bosque abrigados por miles de toneladas de hojas que volverán a ser hojas verdes.

Pero no menos de no pocos nacimientos. Conejos y liebres, búhos y sapos, truchas y salmones no tienen inconveniente alguno de nacer bajo la helada.

Y también flores, muchas flores. Las del aliso y el avellano, la caléndula y el brezo rubio, las chirivías y los jaramagos.

Pero sobre todo el gran regalo del invierno es – por mucho que el calentamiento global lo esté demoliendo – que nos recuerda la hospitalidad que nuestros paisajes siempre ofrecieron a los que el frío echó de tierras mucho más frías.

GRACIAS Y QUE EL INVIERNO OS ATALANTE

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Joaquín Araújo

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