Miguel Serrano es fotógrafo, miembro de la Red Internacional de Escritores por la Tierra y el presidente de Todos son inocentes, una organización sin ánimo de lucro con más de quince años de historia que persigue la erradicación de los malos tratos, abusos, explotación, desatención y pornografía infantil, uso de menores en conflictos armados de cualquier índole y cualquier otra forma de esclavitud infantil. Aquí podéis recuperar una entrevista que le hicimos cuando surgió la crisis del ébola hace unos años. Hoy Serrano debuta en la web de la RIET como articulista con ‘El valor y los valores’.
‘El valor y los valores’
El valor es una consecuencia, o una reacción instintiva, en una situación en la que te ves inmerso. O lo tienes o no lo tienes. Puedes tener un AK47 con munición 7.60 apuntándote y tú ni inmutarte. En ese caso el valor es solo que has gestionado positivamente tu miedo. Miedo lo tenemos todos, me dijo un instructor de vuelo, tras hacer yo una maniobra de aterrizaje digamos poco convencional y el bajarse algo cabreado del avión, Tú y Yo me remarcó, la diferencia es que no lo gestionamos igual. Yo tome nota y años después esa lección me ha salvado la vida varias veces. Pero sigue sin ser valor. La mayoría de las veces se trata de pura gestión de supervivencia.
Los valores son otra cosa. Intentare explicarme nuevamente a través de una experiencia vivida en la ciudad de Monterrey a finales de 2009 dando la conferencia de clausura del Encuentro Mundial de Valores y Cultura de la Legalidad. Los más de 4600 asistentes que habían soportado, no solo los controles de entrada, sino también escuchar como atacaba duramente a una misión concreta de ONU en un programa fraudulento de Desarme, Desmovilización y Reinserción. Todo lo que yo había dicho era verdad y los datos que aporte en mi intervención eran irrefutables (eran datos de la propia ONU), merecían algo más.
Hablaba en nombre de la única ONG europea invitada. Veía las miradas serias y atentas de los asistentes en las primeras filas, y no quería dejar en sus recuerdos una imagen tan terrorífica como la que había descrito referente al final de la guerra civil de Sierra Leona, les veía asombrados, perplejos e indignados ante la verdad desnuda.
No había aceptado ir allí para denunciar la impresentable actuación de un Secretario General de ONU. Eso no habría sido novedad. La mayor parte de ellos han sido nefastos. Incluso uno de ellos en el “armario de su pasado” guardaba un uniforme de miembro de las SS Nazis.
Mi intención era no juzgar, sino demostrar que había otras soluciones posibles. Intentar contagiar mi entonces entusiasmo por ellas y por un nuevo orden de las cosas. Manejar las situaciones en base a gestionar valores en vez de miedos.
Ya tocaba cambiar el tono y hablar en positivo. Hablar de valores y decidí hablar de un hombre increíble. Me cito textualmente.
“El problema, siempre referido al maltrato y las vejaciones a la infancia, no es otro que una pérdida general de valores, un deterioro sistemático, una caída en picado, del “nosotros” en aras de un egoísta “Yo”.
Voy a contarles una pequeña historia. Se trata del doctor Janusz Korzack. Un pediatra responsable del cuidado de los niños retenidos dentro del orfanato del “ghetto” de Varsovia durante la ocupación Alemana en la II Guerra Mundial. Las autoridades nazis deciden mandar a los niños al campo de exterminio de Treblinka. Janusz sale del orfanato con sus niños (casi 200), cantando y sonriendo, ante las miradas atónitas de todos. Les dice a los niños que no teman, que no les harán daño y que él estará en todo momento con ellos. Les hace reír y cantar. Llegan al tren que les ha de llevar al campo de exterminio y un coronel de las SS le ofrece a Janusz salvarse (era un pediatra de renombre mundial). Janusz se niega: Quiere seguir ayudando a sus niños.
El coronel nazi le pregunta: “¿Sabe usted dónde va este tren?” El doctor le contesta: “Sí. Sí lo sé. Por eso me quedo con ellos”. Janusz korchak y los 198 niños murieron en las cámaras de gas en algún momento de agosto de 1942. Murió por aliviar, aunque sólo fuera un poco, el sufrimiento de esos niños. Murió por mantener y defender unos valores universales que nos hacen a todos sentirnos orgullosos de Él. Frente al doctor, frente a un hombre justo, encontramos un canalla, un oficial nazi capaz de ordenar deportar, para su asesinato, a 198 niños por el crimen de ser judíos.
Miren ustedes. Por cada canalla que es capaz de dañar a un niño, hay también un hombre justo, un Janusz Korzack, capaz de pelear, incluso morir, por proteger lo más grande y hermoso que tenemos en este planeta: los niños.
Lo que deberíamos hacer es alentar esos valores. ¡Poner en valor el valor!, no el dinero, no el poder por el poder. Intentar, cada cual desde su foro o ámbito de actuación. Hacer la magia diaria que supondría extraer, de la nada, la posibilidad de elegir y de vivir para quienes ahora no tienen nada, los niños esclavizados, los niños que no tienen a nadie.”
Al terminar mi intervención y bajar del escenario una señora mayor vino para mí y me pregunto si yo era judío. Le conteste con un soso “no señora pero me enorgullece lo que hizo él”. Ella me abrazo y me dijo “Yo conocí a Janusz y era como usted lo ha descrito. Yo sobreviví a Treblinka”. Mentiría si no reconociera ahora que me emocione. Ella había convivido con una persona difícilmente igualable. Un Justo.
Aun se puede contar en horas el tiempo que ha pasado desde que ha muerto otra gran persona que nos ha dado una lección de Valores, Pablo Ráez.
Pablo, creo yo, ya no peleaba solo por su vida, que habría sido legítimo hacerlo, luchaba por algo más. Y lo hacía con la generosidad de intentar salvar a otros que estaban como él. A miles como él. Encendiendo, con su alegría la solidaridad de una sociedad necesitada, y mucho, de personas como Pablo. De unos valores sin final. Su lección no debe perderse, es ya un legado inmortal.
Su ejemplo y su imagen ya quedaran grabados en mi “mapa personal de valores”.
Ninguno de nosotros debiéramos olvidar nunca ni a Janusz ni a Pablo. El mundo sería algo distinto sin ellos y sin los valores que ellos representan y nos impediría luchar por los más débiles. Por los demás. Eso no ha de suceder nunca.
En definitiva los Valores son el motor que nos empuja y alienta para luchar por lo aparentemente imposible, recordándonos que lo imposible es lo que no se intenta.
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Miguel Serrano