Transcribo unos versos del poema “Sobre el tiempo presente” de José Ángel Valente: “Escribo sobre el tiempo presente. / …Escribo sobre la latitud del dolor, / desde lo que hemos destruido / ante todo en nosotros… / …desde el clamor del hambre y del trasmundo, / …desde la mano que se cierra opaca”.
Cuando hay tantas imágenes que conmueven, que mueven a manos abiertas… nos encontramos con manos repletas, cerradas, manos armadas, alzadas… que rehúsan la máxima felicidad de dar, de darse, de compartir, de convivir, de desvivirse en favor de los más vulnerables y menesterosos.
¡Pienso tantas veces en aquella frase que leí hace muchos años en una capilla cerca de Montpellier: “Las mortajas no tienen bolsillos”! La sociedad saciada olvida este hecho fundamental y vive ensimismada, abducida, alejada de la realidad que, de otro modo, podría sonreírle…
No podemos seguir callados, silenciosos, distraídos… cuando cada día mueren de hambre y extrema pobreza miles de personas, la mayoría niñas y niños de uno a cinco años de edad, al tiempo que los poderosos encumbrados y distantes invierten más de 4000 millones de dólares al día en armas y gastos militares.
Es apremiante que, a través de grandes clamores populares presenciales y en el ciberespacio, “Nosotros, los pueblos” –como tan lúcidamente expresa la primera frase de la Carta de las Naciones Unidas- alcemos la voz en favor de un nuevo concepto de seguridad que no sólo atienda a los territorios y fronteras sino a quienes viven en estos lugares y requieren, para una vida digna, las cinco “seguridades esenciales” proclamadas por el multilateralismo democrático y que los grupos plutocráticos (G6, G7, G8, G20) han sustituido por gravísimas carencias: la alimentación, el acceso al agua potable, servicios de salud de calidad, cuidado del medio ambiente y educación para todos a lo largo de toda la vida…
Delito de silencio. Silencio cómplice. Ha llegado el momento inaplazable de cumplir nuestras responsabilidades intergeneracionales. De decir y escribir –ahora que ya podemos expresarnos libremente- el ineludible deber de procurar, juntas las manos y las voces, los cambios radicales que son exigibles.
Estamos ante la transición histórica de la fuerza a la palabra. Como en los versos de Eliane Cevallos (2018), “…daré la vuelta a la esquina del silencio / y escribiré con toda el alma / sintiendo en cada letra / lo que siento”.
Cada ser humano único capaz de crear, nuestra esperanza porque, como proclamó el Presidente Kennedy en junio de 1963 y me alivia mucho repetir, “No hay ningún desafío que se sitúe más allá de la facultad creadora distintiva de la especie humana”.