Ya han empezado los actos de la I Bienal de Novela Vargas Llosa, la presencia de treinta escritores de todos los países de habla hispana, así como el auspicio de la Fundación Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes a través de la «Cátedra Vargas Llosa» y su red de veintiuna universidades de América y Europa, produce incredulidad en Lima, donde todavía hay sectores que no terminan de asimilar que Mario Vargas Llosa es Premio Nóbel de Literatura y que su obra y su persona convocan rotundas admiraciones que nada tienen que ver con las ideas políticas del escritor arequipeño.
Otro aspecto que llama la atención del entorno cultural limeño es la presencia de dos narradores españoles en la terna de finalistas del Premio Vargas Llosa, pues la obra de Rafael Chirbes es desconocida en el Perú y los ejemplares de su novela «En la orilla» (Anagrama) han llegado con cuentagotas.
El caso de Juan Bonilla es algo distinto, pues una selecta minoría ha leído sus cuentos, sus crónicas por las librerías de viejo latinoamericanas o su famoso texto acerca de la borgeana Matilde Urbach. Por desgracia, no ha sido el caso de la novela finalista del jerezano, «Prohibido entrar sin pantalones» (Seix Barral), muy mal distribuida por toda la costa del Pacífico.
En ese sentido, Juan Gabriel Vásquez sí es mejor conocido por los buenos lectores peruanos, quienes citan de carrerilla las últimas tres novelas del colombiano: «Historia secreta de Costaguana», «El ruido de las cosas al caer» y «Las reputaciones», todas publicadas por Alfaguara. Por cierto, en Lima se habla más de la compra de Alfaguara por Random House que del avión malasio perdido en el océano, aunque seguro que no soy objetivo porque estoy rodeado de escritores, lectores, estudiantes, profesores y «gruppies» literarios.
Mario Vargas Llosa está muy ilusionado con la primera edición de la Bienal del Premio que lleva su nombre, aunque acaba de salir de un rifirrafe con la oposición aprista y dentro de unos días se dispone a celebrar su 78 cumpleaños. En realidad, al Nobel peruano le encantaría que el Premio Vargas Llosa adquiera el prestigio y solera de otros premios literarios latinoamericanos, como el Rómulo Gallegos de Venezuela y el Juan Rulfo de la FIL Guadalajara. Ello ha sido posible gracias a la selección de novelas ya publicadas, para evitar cualquier comparación con otros certámenes que premian manuscritos inéditos que luego se convierten en protagonistas de grandes operaciones comerciales.
Todas las generaciones importantes de la literatura en español están presentes en la Bienal de Novela Mario Vargas Llosa, desde los veteranos Sergio Ramírez, Alfredo Bryce Echenique, Juan de Armas Marcelo y Rosa Montero hasta los jóvenes Andrés Neuman, Santiago Roncagliolo y Juan Gabriel Vásquez, pasando por los autores de mi propia generación, como Javier Cercas, Leila Guerriero, Edmundo Paz Soldán, Jorge Eduardo Benavides y Héctor Abad Faciolince, por citar a unos cuantos de los treinta escritores que nos hemos reunido en Lima para convertirla durante una semana en la capital de la literatura en español.
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