Charles Aznavour, que ahora celebra sus 90 años subiéndose de nuevo a los escenarios, con cita en el Liceo de Barcelona el próximo 26 de junio, es de abajo arriba una milimétrica anatomía sin desperdiciar, un tipo humano que podía bien ser Napoleón Bonaparte, Antonio Gramsci o Winston Churchill, gobernador a su manera de un imperio más o menos imaginario.
En el caso de Charles Aznavour, el imperio es el del amor y sus desastrosos resultados. Canta el poeta en «Il Faut Savoir»: «Hay que saber ocultar la pena bajo la máscara de todos los días. Y retener los gritos de odio que son las últimas palabras del amor. Hay que saber mantenerse como hielo. Y callar un corazón que ya muere. Hay que saber ocultar la cara. Pero yo, mi corazón, te amo demasiado».
Quien diga que Charles Aznavour era un romántico, así sin más, sencillamente no acierta en la diana. Miro los singles de aquel 1961, el año de «Il Faut Savoir», y encuentro a un compatriota suyo ganando aquel año Eurovisión. Jean Claude Pascal obtiene el primer premio con «Nous, Les Amoureux». En el mismo single «Toi», de Boris Vian y «Les Oubliettes» de Serge Gainsbourg. Hay otros cantantes peleando por ocupar los primeros puestos en las listas de las revistas francesas de la época, como Cash-Box. Así Alain Barriere con «Elle était si jolie» o «Ma Vie». O Gilbert Bécaud, su antiguo compañero.
Pero el gato al agua se lo llevó el mensajero de la chanson française con pinta de espía, al estilo de Bogart, el de los singles que llegaban a España recién terminados los años cincuenta editados en San Sebastián, de a cuatro canciones para Barclay (Columbia), que nos engatusaban haciéndonos soñar con lo triste que debía estar Venecia y con lo que nos estábamos perdiendo en la colina de Montmartre, dando patadas a algún gato y todo por la vida de «La Bohême», siempre «acompañado por Paul Mauriat y su orquesta». Al calor de la fraternité que cantara Aznavour sobre poema de André Salmont.
El nostálgico Aznavour que hoy con 90 años toma de nuevo los escenarios de Europa es el mito viviente del que ya hablara Alain Milhaud, el mismo que representara «Monsieur Carnaval» en el teatro del Châtelet de París: «Poeta de la autenticidad y la sinceridad, de los largos años de lucha, de miseria y desesperación», que expresan un hombre que vivió intensamente la vida.