Por Frei Betto
La visita de tres días del papa Francisco al Oriente Medio, a partir del sábado 24 de mayo, trata de conmemorar los 50 años del viaje de Pablo VI a la región en 1964, en la que se encontró con el patriarca de Constantinopla, Atenágoras.
Este viaje tiene muchas implicaciones políticas, pues se da en un contexto geopolítico complejo, agravado por la guerra en Siria, que entró en su tercer año consecutivo y que provoca un fuerte impacto en los países vecinos, sobre todo en lo que se refiere a la seguridad y a los refugiados (1 millón, provenientes de Siria, acampados en Jordania).
Después de volar de Roma a Amán, el papa irá en helicóptero directamente a Belén, donde será recibido por Mahmoud Abbas, presidente del Estado de Palestina. Será el tercer jefe de Estado que evita Israel como “puerta de entrada” a los territorios palestinos. Los dos anteriores fueron el rey de Jordania y el emir de Qatar.
A la orilla del río Jordán, donde Jesús fue bautizado por su primo y precursor Juan Bautista, recibirá a familias palestinas y a niños de los campamentos de refugiados de Dheishem, Aida y Beit Jibrin.
Siendo huésped de Mahmoud Abbas, el papa dará visibilidad y confirmará que reconoce al Estado de Palestina (reconocido ya por el Brasil desde el 2010), lo que sin duda crea una incomodidad diplomática a los países que todavía no lo reconocen, como Israel, EE.UU. y toda Europa Occidental, con excepción de Islandia y Malta.
El domingo 25 y el lunes 26 la agenda de Francisco en Israel prevé encuentros con autoridades políticas y religiosas. Acompañado por dos buenos amigos de Buenos Aires, el rabino Abraham Skorka y el profesor musulmán Omar Abboud, el papa enfatizará la importancia del diálogo entre las religiones monoteístas.
El triduo en Tierra Santa, que abarca veinte etapas y quince pronunciamientos, entre homilías y discursos, se da en un momento difícil entre el gobierno israelí y la Autoridad Palestina, cuyas relaciones están congeladas desde el acuerdo entre la OLP (Organización para la Liberación de Palestina) y el Hamas, el mes pasado. El discurso papal ante el muro que separa la Cisjordania está siendo esperado con gran expectativa por palestinos e israelíes.
La cuestión más delicada que Francisco tendrá que enfrentar es el carácter religioso de Israel, oficialmente un “Estado judío y democrático”, sobre todo porque la Palestina decidió hace poco suprimir del carnet de identidad de sus ciudadanos el apartado de identificación religiosa.
La diplomacia vaticana teme que el reconocimiento de una nación religiosa hebrea incentive a los países árabes a proclamarse estados islámicos, lo que podría favorecer el fundamentalismo y dificultar aún más el atribulado camino de la paz en el Oriente Medio.
Lo recomendable sería que fuesen estados democráticos, laicos, constituidos sobre la igualdad de derechos y deberes para todos los ciudadanos. Francisco se va a encontrar en medio de una paradoja: el Estado del Vaticano también es religioso, y su jefe de Estado se confunde con el líder de una determinada confesión religiosa, el catolicismo.