Como el poeta que lamentaba el paso del tiempo y escribió en un hermoso poema “que la vida iba en serio” yo también creo que llegará el día en el que las generaciones futuras lamentarán que el cambio climático iba en serio.
A nivel personal debo reconocer que este conflicto ambiental es el más sorprendente al que jamás he intentado aproximarme. Es tanta la atracción que ejerce en mí que durante un tiempo creí caer en una especie de hechizo, de manera que cualquier otra materia divulgativa pasó a quedar relegada a un segundo plano. O mejor dicho: se integró en ésta. Porque todos los ámbitos relativos a la divulgación ambiental derivan al fin en el calentamiento global, que es, insisto, el mayor desafío al que debemos hacer frente como especie.
Durante un tiempo asistía como oyente a las clases de universidad de algunos de mis amigos. Me leía los informes del IPCC como quien se lee el prospecto de un medicamento que le ha de salvar la vida. Incluso llegué a escribir un par de libros divulgativos mano a mano con dos catedráticos en física y en geografía de los que aprendí a moderar el discurso, eludir el catastrofismo y valorar en su justa medida lo que está pasando con el clima y ponderar sus consecuencias. Y aun así los libros que escribimos juntos son dos obras inquietantes.
Estudiando la ciencia del cambio climático he aprendido que en los próximos años las temperaturas van a seguir aumentando si o si. Que el deshielo de las regiones polares continuará acelerándose más allá de la fusión estival del Ártico. Que el mar puede encaramarse por encima de nuestro litoral hasta subir medio metro. Que las lluvias menguarán todavía más en África, provocando aún mayores hambrunas, o que arrasarán el sudeste asiático convirtiendo regiones densamente pobladas en una gran balsa. Y he leído que eso no ocurrirá en el próximo milenio sino que tal vez lo verá mi nieto.
He revisado textos científicos en los que se alerta del riesgo que Norteamérica sufra oleadas de grandes incendios y fenómenos atmosféricos cada vez más rigurosos. Que grandes regiones del sur de Europa padecerán sequías severas a las que sucederán períodos de grandes inundaciones. Pero no todo es calentamiento. También he sabido que a este lado del Atlántico puede llegar el frío si la corriente del Golfo, esa gigantesca estufa oceánica que atempera nuestro clima, colapsa definitivamente. Y he sabido que ya se está ralentizando.
Todo eso y mucho más lo he aprendido de los científicos, no de los grupos ecologistas. Son los máximos expertos en la ciencia del cambio climático los que nos gritan a la oreja que la cosa va en serio. Desesperadamente, investigadores del clima de todo el mundo, nos demuestran a golpe de “paper” que el calentamiento global está. Entre ellos los dos mil quinientos científicos que llevan más de veinte años muestreando todos los rincones del planeta para elaborar los informes del panel de expertos de Naciones Unidas (IPCC).
Científicos de reputada trayectoria como investigadores del clima que utilizan la última tecnología en sus estudios y establecen modelos matemáticos con un margen de error decimal que sustentan escenarios climáticos teñidos de rojo. Ellos son los primeros que evalúan constantemente sus hallazgos, desmontándolos y volviéndolos a construir porque lo que averiguan no les gusta, porque también a ellos les preocupa y les hace dudar. Pero no hay manera. No pueden transmitir más esperanza al mundo. La cosa está así y así nos la están contando.
Pero es que además los sociólogos nos dicen que el cambio climático se llevará por delante modos de vida, los economistas de mayor prestigio como Sir Nicholas Stern advierten de que es una de las mayores amenazas para la economía mundial. Las oenegés de ayuda humanitaria alertan de que movilizará a millones de refugiados ambientales del sur hacia el norte en busca de agua y tierra firme. Y es que el calentamiento global sacudirá los cimientos de nuestra civilización, porque como dijo la Dra. Romero en la última reunión del IPCC en realidad “el oso polar somos nosotros”
Según los datos del último Eurobarómetro el 90 % los ciudadanos europeos nos sentimos preocupados por el cambio climático. Es más: el 70% confesamos sentirnos muy preocupados. Bien. Ahora solo falta dar un pequeño paso: el que va de preocuparse a ocuparse.
Brazos, manos, jornales, voluntad, esfuerzo. Eficiencia energética, ahorro de agua, consumo responsable, transporte público, reducción y recogida selectiva de residuos.
-¿Todavía tienes un depósito de gasoil para alimentar tu calefacción?
-¿Sigues echando toda la basura al mismo cubo?
-¿Las luces del patio son bombillas incandescentes?
-¿La nevera tiene veinte años pero todavía funciona?
-¿Por la noche sigues apagando la tele desde el mando?
-¿Todavía no has llamado al lampista por ese grifo que gotea?
¡Actúa!
Despierta. Reacciona. No te obsesiones, pero tampoco ignores lo que está pasando. Te aseguro que esto va en serio. Y solo lo podemos mitigar nosotros, que somos los que lo hemos puesto en marcha. Ocúpate y deja los temores a un lado. Esta batalla la vamos a ganar. Seguro. Entre otras cosas porque somos muchos los que estamos dispuestos a modificar las cosas para eludir los peores escenarios. Para ello solo es preciso que actuemos todos juntos empujando en la misma dirección. Pero debemos empezar ya.
José Luis Gallego es divulgador ambiental, naturalista y escritor.