Gustavo Duch es escritor y miembro de la Red Internacional de Escritores por la Tierra (RIET). También es activista, y un defensor a ultranza de la soberanía alimentaria de los pueblos (es decir, defiende que la agricultura debe producir alimentos a la vez que se convierte en el medio de vida de los que cuidan el campo). En uno de sus últimos artículos (podéis visitar aquí su blog), Duch critica la falta de compromiso de las administraciones con el mundo rural en las urbes.
‘Ciudades rurales’
Dicen los feminismos que nuestra sociedad capitalista piensa solo en el BBVA. Es una definición muy acertada pues la adoración por el capital (y los bancos donde se almacena) coincide con aquellos sujetos que en esta teología son los ‘elegidos’: seres Blancos, Burgueses, Varones y Adultos. Amaia Pérez Orozco, economista y militante feminista, añade una hache para resaltar que también privilegia el comportamiento Heterosexual y yo propondría añadir una letra U, (y el acrónimo ya pierde toda su gracia…) pues en muchos momentos pareciera que quienes no viven en urbes, las y los rurales, no cuentan mucho. BBVA-HU
En la medida que nos acerquemos a las elecciones municipales esta falta de atención por lo rural volverá a ser muy evidente, aún cuando en España tres cuartas partes de los 8.115 municipios existentes presentan una población inferior a los 2.000 habitantes, y más o menos la mitad son municipios menores de 500 habitantes. Se discutirá sobre nuevos polígonos y sus consecuentes rotondas, se presentarán programas de emprendimiento económico, pero intuyo que los asuntos que tienen que ver con la agricultura y la alimentación, no tendrán apenas relevancia. -Claro -me dirán ustedes -son temas que no tienen aplicación en políticas municipales, las cosas del campo se tratan en otras administraciones, en Bruselas, seguramente -concluirán.
Pero no, hay varios e importantes temas que creo deberían de ser parte de los programas y debates electorales. Para visualizarlos y acercarnos a ellos tomo con ejemplo el caso de Barcelona, un municipio a priori evidentemente urbano, pero desde cuya alcaldía se podrían acometer, al menos, seis medidas muy significativas. Veamos.
1. Entre las competencias del Ayuntamiento de Barcelona (ocurre igual con otras ciudades) está el control de un elemento central de la cadena agroalimentaria: el ayuntamiento es ‘el amo’ del 51% de Mercabarna, el mercado central de abastos. Así pues, urge analizar cómo los mercabarnas actualmente son un nodo del tráfico de las mercancías que vuelan por las autopistas de la globalización alimentaria. Y preguntarnos si reorganizándolos podrían servir en la reactivación y primacía de tejidos agrarios cercanos y a pequeña escala de los territorios que cubren. Situaciones como lo que viene ocurriendo los últimos veranos no son aceptables. Cuando muy cerca de sus instalaciones se están produciendo buenos tomates de temporada, entran en Mercabarna grandes camiones con tomates de los invernaderos de Holanda que, por ser producidos a gran escala (y otros factores) marcan unos precios tan bajos que las fincas locales acaban tirando sus cosechas.
2. Con la misma voluntad de potenciar nuestra agricultura local y campesina, pero también para asegurar precios justos a la población, tendríamos que pensar en reconvertir los mercados municipales en verdaderos ‘puntos de comercio local’. Si hoy en Barcelona ocurre que al entrar en muchos de ellos nos sorprende (y asusta) la presencia de una multinacional de las grandes superficies, en un futuro próximo podríamos volver a disfrutar de espacios físicos donde los puestos del mercado fueran el único intermediario entre el campo y la ciudad. También junto a los mercados, y sabiendo que es una buena medida dinamizadora para el comercio local según hemos visto en otros países, en cada barrio podríamos tener semanalmente un mercado campesino de venta directa.
3. La administración municipal tendría que pensar seriamente cómo ser un apoyo central para que en las escuelas, guarderías o servicios geriátricos públicos se organizaran, con el protagonismo de las personas usuarias, comedores proveídos por productos locales ecológicos y de temporada. La salud en el plato sería directamente proporcional a la salud del territorio.
4. Una comisión ciudadana, en este improvisado programa electoral, podría viajar a conocer las experiencias que se están multiplicando en muchas ciudades de Europa. Ver, aprender y adaptar el ejemplo de ‘las ciudades comestibles’ o ‘las ciudades en transición’ para verdear Barcelona y nuestros municipios con el verde de las verduras. Qué significativo sería apoyar a todas las pequeñas iniciativas autogestionadas de huertos urbanos (facilitando el acceso al agua, por ejemplo) hasta no dejar ningún solar vacío a la espera de una cosecha especulativa.
5. En casos costeros, como Barcelona, nos queda también no olvidarnos de la pesca artesanal que, aunque residual en un mar muy castigado, debería ir recuperando protagonismo. No solamente de cruceros se alimenta una población.
6. Y finalmente, y como un eje central de todas estas medidas a fomentar, habría que revisar, pliegue por pliegue, las concesiones a las instalaciones de grandes superficies en la ciudad pues bien sabemos que, además de arruinar el pequeño comercio de barrio, en su interior almacenan casi de todo menos productos locales, ecológicos y de temporada. Se trata de ganar ciudades rurales para un mundo que ya está naciendo.
Gustavo Duch