Eduardo Mazo es periodista, un reconocido poeta y también miembro de la Red Internacional de Escritores por la Tierra (RIET). Mazo es argentino, pero lleva afincado en Barcelona desde 1980, y durante muchos años fue conocido, como él mismo explica, por “disfrutar de la osadía de poner mis caballetes y mis libros invitando a la ternura de leer en la Rambla…”. Para aquellos que no conozcáis su obra, os queremos introducir en ella con un gran poema titulado ‘Espúrea mutación’.
‘Espúrea mutación’
Mientras es, digamos,
un día cualquiera de la semana,
y la voz etérea de la radio murmura
un golpe de estado
en un país de África que no recuerdo,
mientras en los silos subterráneos de Siberia
y de Tejas
los misiles duermen flacos y estirados
como quijotes
y un pérfido silencio engaña al mundo
con la paz,
miro el reloj: las tres de la mañana.
Una excelente hora para el café.
Y no lo dudo.
Mientras calienta el agua, sueño
con un poema gigantesco
que abarque todas las palabras,
todas las nomenclaturas,
todas las áspides venenosas
de la imaginación,
y con ese poema, por ese poema,
mi nombre sobrevivirá
a tu sangriento descuido.
Y al paso de mil años
alguien, leyendo este poema
que sueño en escribir
se sienta desdichado frente a tanta belleza.
(Y en ese momento
destruya con ira su chips de lectura).
Busco el azúcar que ha desaparecido
en medio del poema gigantesco.
De un frasco saco dos cucharadas,
inconsciente, y bebo mi café.
La sal provoca el primer vómito.
Escupo versos entre sonidos trogloditas.
¡Qué bastardo fantasma habrá escondido
mi terrón de azúcar!
¡Las tres de la mañana, vomitando,
justo en este día
con ese poema que me haría inmortal
y ese futuro lector, ahora defraudado!
Al rato, exhausto, me abandono en la cama.
De pronto, llaman a la puerta. ¿Quién será?
Y a estas horas.
No me avergüenza el miedo. Pero acudo.
Abro lentamente…
Veo un desconocido que viste futuristas ropas.
Me sonríe.
Tiene los dientes radioactivos.
“Toma”, dice,
mientras me acerca una mano
quemada que contiene algo.
Es un terrón de azúcar.
Eduardo Mazo