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Antonio Rubio: ‘Tarea pendiente’

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Antonio Rubio Requena es biólogo, profesor y uno de los miembros más activos de la Red Internacional de Escritores por la Tierra (RIET). Su último artículo se titula ‘Tarea pendiente’, en el que reflexiona sobre el proceso global que debe llevar a cabo la humanidad para solucionar uno de sus grandes conflictos: conseguir un desarrollo sostenible que garantice la armonía entre economía y ecología y sociedad.

‘Tema pendiente’

Cuando en los años 70, el economista alemán E. F. Shumacher publica el libro Lo pequeño es hermoso (Small is beautiful), atacando de frente al axioma economicista que propugnaba que lo grande es poderoso, los estudiosos del medio ambiente y los concienciados de la necesidad de su conservación, lo tomamos como punto de partida para ir construyendo el andamiaje de un desarrollo socioeconómico y ecológico sostenible. De la reflexión y el debate que produjo el libro, pronto surgieron voces dispares. Recuerdo el acierto del gran ecólogo catalán Ramón Margalef cuando advirtió de que, efectivamente, “lo pequeño es hermoso; pero a grandes problemas, grandes soluciones”.

La propuesta intermedia de Ramón Folch en los ’90, cuando proclama que si lo pequeño es hermoso y lo grande poderoso, deberíamos hacer que lo hermoso sea poderoso, aún después de suscitar de nuevo los debates, quedó más bien solo como una invitación a la reflexión sin cristalizar en proyectos concretos.

Comparto aquí estas líneas con el propósito de constatar que aún tenemos mucho que pensar y trabajar para llegar a un acuerdo universal sobre un desarrollo sostenible que garantice la armonía entre economía y ecología y sociedad. Parece ser que nuestra condición humana nos lleva siempre a tener que elegir entre megaproyectos y microproyectos, entre la gran multinacional y el pequeño comercio, y no vemos, no buscamos verdaderamente, el punto intermedio. Da la sensación de que no podemos integrarlo en nuestras conciencias.

Constato haciendo un breve repaso de algunos artículos  que se han publicado en estas páginas en los pasados días:

- El lamento de Ernesto Cardenal sobre el megaproyecto de construcción del canal interoceánico en Nicaragua y la crítica de Sergio Ramírez a Leonardo Boff por, al parecer, alabar la obra.

- Las advertencias de Ernesto Sosa Rocha sobre los problemas del macroproyecto de fracking, algo de lo que también se hace eco Ángel Juárez.

- Los dramáticos datos sobre el hambre que nos aporta  Frei Betto: la macroproducción primando sobre la producción a pequeña escala.

- Del interesante artículo de Gustavo Duch sobre el ébola transcribo lo siguiente: “…los cambios en el ecosistema de la zona, de un mosaico de pequeña agricultura familiar y biodiversidad, a un uniforme y pobre monocultivo, son los que han favorecido la trasmisión del virus de la fauna portadora a las personas.”

- Hasta en la propuesta de Mayor Zaragoza -que comparto- de convocar una “gran conferencia mundial ante los desafíos de nuestro tiempo” atisbo la elección de “lo macro”. ¿Serían más efectivas pequeñas conferencias locales, más cercanas a los problemas reales de cada grupo social?

En ningún caso estoy afirmando que el punto intermedio de equilibrio entre lo pequeño y lo grande sea la panacea. Es más, cierto instinto amoroso hacia lo sostenible me inclina hacia el minifundio, el pequeño comercio, el desarrollo local…

Pero intuyo también que es cierto aquello de que todo es del color del cristal con que se mira. Y si mezclamos la visión azul de los amantes del planeta -del planeta azul- con el amarillo venenoso de los que priman la gran economía,  surge el verde. Y el verde es el color de la esperanza.

Antonio Rubio

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