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Joaquín Araújo: ‘Marzo’

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Joaquín Araújo es un conocido naturalista, periodista, escritor, director editorial y miembro de la Red Internacional de Escritores por la Tierra (RIET). En su artículo de hoy (publicado originalmente en su blog del diario ‘El Mundo’), Araújo escribe una bellísima oda al mes de marzo. Se trata de un mes que suele pasar desapercibido y que sin embargo está lleno de grandes momentos, tal y como Araújo se encarga de recordarnos.

‘Marzo’

Que la actualidad alcanza a sacarnos del tiempo para encarcelarnos en la prisa es una de las secuelas de un estilo de vida en que apenas hay vida y sí demasiado estilo. Ese de que todo esté empaquetado o embotellado. Ese que hace arreciar el narcisismo de mirarse exclusivamente en el peor espejo, el del poder político. Por eso algunos alcanzamos la condición de prófugos con adentrarnos en otros acontecimientos. Esos que se miran en los espejos del agua y el aire, de la lontananza y el bosque.

Son aconteceres rítmicos, libres, sanos y tiernos. Casi siempre se escancian a sí mismos lejos de donde nos apiñamos como en una conserva alimentaria y, por supuesto, se proclaman a sí mismos sin necesitar, como sí nuestras noticias, amplificación o difusión mecánica. Cuento, pues, lo que cuenta para la continuidad de la vida pero que pocos tienen en cuenta desde el momento en que no incrementa las cuentas de resultados, las codicias personales.

Por eso quiero recordaros lo que este mes propone a nuestros sentidos y sosiegos. Para animaros a que os obsequiéis unos sorbos de vivacidad como antídoto a lo preelectoral.

Marzo despliega la primera gran oleada de calores y, claro, colores. Lo jugoso crece al menos un palmo y desata a todos los verdes que con la misma táctica de la nieve, casi su antítesis, acaba cubriéndolo todo. Las flores de cien especies chisporrotean ya en medio del oleaje de la clorofila desatada.

Es el mes de las alfaguaras ufanas por el deshielo. Nunca, a lo largo del resto del año, suelen estar las fuentes tan locuaces, limpias y frescas. Ya solo por eso merece la pena ir a beber a todos los manantiales posibles. Paladear la pureza es lo que en ellos te espera.

Marzo pone a escarbar a casi todas las raíces para que los tesoros del subsuelo los gocemos nosotros en los ápices de las ramas. Es también el mes en el que la primera gran oleada de cantos se dedica a pescar nuestros tímpanos. No de menor valía es la propuesta para el arrinconado olfato. Transita el aire tanto aroma que apenas llegamos a identificar unas pocas esencias, entre las que figura la del brezo rubio.

Llegan primaveras con alas y se van volando inviernos también alados. Los nómadas del viento no descansan estos días.

Pero lo que más MARCEA es la sangre de los fríos y de los calientes. Tanto la de faunas invertebradas o reptilianas, como la de aves y mamíferos comienzan a transmitir que ha llegado la hora de transmitirse a otros, los nuevos de su misma estirpe. ¡Cómo ama marzo a sus amores!

Con todo, este mes auroral seguirá siendo ofendido por la redundancia de que a los medios de comunicación les importe tanto lo insignificante.

GRACIAS Y QUE LA VIDA, EN MARZO, OS ATALANTE

Joaquín Araújo

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