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Jorge Castañeda: ‘Entre escritores y lectores’

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Jorge Castañeda es un escritor, poeta, periodista y miembro de la Red Internacional de Escritores por la Tierra (RIET) radicado en Valcheta (en la Patagonia Argentina). El argentino, que ha publicado 14 libros, es también Cónsul de Poetas del Mundo (Chile), Embajador Universal de la Paz (Ginebra, Unesco) y Miembro Fundador de Naciones Unidas de las Letras (Colombia). Hoy Castañeda nos habla de la relación entre escritores y lectores, recordando las reflexiones sobre este tema de personalidades de la talla de Borges, Cervantes o Tolstoi.

 ’Entre escritores y lectores’

La gran diferencia entre escritores y lectores, es que “el escritor escribe lo que puede, mientras que el lector lee lo que quiere”.

El mismo Jorge Luis Borges solía decir que él “estaba orgulloso de los libros que había leído antes de los que había escrito”.

El escritor cuando escribe utiliza el vehículo de la palabra para expresar sentimientos y el lector los interpreta a su manera. En el “Poema de los dones” comienza diciendo Borges: “Nadie rebaje a lágrima o reproche/ esta declaración de la maestría/ de Dios, que con magnífica ironía/ me dio a la vez los libros y la noche”. El poeta se estaba refiriendo a su propia vivencia porque al ser nombrado Director de la Biblioteca Nacional tenía su disposición millones de ejemplares, pero no podía leerlos porque estaba ciego. El lector se emociona porque también sufre otras paradojas similares. Es que los sentimientos son universales. Ya lo sabían los griegos en las gradas de sus teatros. Y cuando hay afinidad entre escritor y lector, el círculo se cierra.

Cervantes, que era muy lento en publicar, decía que “no se puede echar libros al mundo como quién fríe buñuelos”, era en cambio un gran lector “que leía hasta los papeles rotos de las calles”.

“Hay quienes no pueden imaginar un mundo sin pájaros, hay quienes no pueden imaginar un mundo sin agua, en lo que a mí se refiere –decía Borges- soy incapaz de imaginar un mundo sin libros”. Y para que el libro sea libro, debe haber escritores y lectores.

¿Somos dueños los escritores de nuestros personajes? Tolstoi dijo alguna vez que había perdido el control sobre Ana Karenina. ¿Y acaso los lectores no sufrimos y nos emocionamos con ellos?

El escritor –dijo Gabriela Mistral- saldrá de toda creación con vergüenza porque lo creado fue inferior a sus sueños. El lector no tiene ese problema, si un libro no lo atrapa lo deja de lado.

“En vez de hacer algo que valga, escribo”, decía don Miguel de Unamuno. Y el lector en vez de no hacer nada, lee, para poder soñar.

Leopoldo Marechal, el poeta depuesto, que sabía y confiaba en la misión del escritor y del lector, dijo alguna vez: El pueblo recoge todas las botellas que se tiran al agua con señales de naufragio. El pueblo es una gran memoria colectiva que recuerda todo lo que parece muerto en el olvido. Hay que buscar esas botellas y refrescar esas memorias”. Por eso, lectores, hay que leer y releer.

“Hay cuatro cosas viejas que son buenas: viejos amigos para conversar, leña vieja para calentarse, viejos vinos para leer y viejos libros para leer”.

Todos los grandes escritores son grandes lectores. Gabriel García Márquez escribió: “Debo ser un lector muy ingenuo, porque nunca he pensado que los novelistas quieran decir más de lo que dicen. Cuando Franz Kafka dice que Gregorio Samsa despertó una mañana convertido en un gigantesco insecto, no me parece que sea el símbolo de nada y lo único que me ha intrigado siempre es qué clase de animal pudo haber sido. Creo que hubo en realidad un tiempo en que las alfombras volaban y había genios prisioneros dentro de las botellas. Creo que la burra de Balaán habló como lo dice la Biblia y lo único lamentable es que no se hubiera grabado su voz. Y creo que Josué derribó las murallas de Jericó con el poder de sus trompetas, y lo único lamentable es que nadie hubiera transcrito su música de demolición. Creo, en fin, que el licenciado Vidriera de Cervantes era en realidad de vidrio, como él lo creía en su locura. Y creo de veras en la jubilosa verdad de que Gargantúa se orinaba a torrentes sobre las catedrales de París. Más aún: creo que otros prodigios similares siguen ocurriendo, y que si no lo vemos es en gran parte porqué nos lo impide el racionalismo oscurantistas que nos inculcaron los malos profesores de literatura”.

Caminando juntos, escritores y lectores, avanzamos con tímidos pasos hacia el horizonte. Cuando hay verdadera comunión con un libro poco importa saber quién lo ha escrito y quién lo ha leído. Habrá sinergia y se cerrará el círculo maravilloso de la creación, porque juntos se dará identidad a los que somos y ese horizonte iluminado de un  mundo mejor estará más cerca.

Mientras haya escritores y lectores habrá sueños y esperanzas y todas las utopías serán posibles.

Escribir y leer es recuperar todos los días el paraíso perdido y dejar un breve testimonio de nuestro paso por esta vida, porque la poesía y la literatura son la única prueba concreta de la existencia del hombre sobre la tierra.

“Los idiomas nos hacen” –decía don Ramón del Valle Inclán, y el lenguaje es el más preciado tesoro del hombre.

“Si se destruye el lenguaje, se destruyen las ideas. Si se destruyen las ideas, se destruyen los conceptos. Y si se destruyen los conceptos se destruyen las conductas”

Esa es nuestra responsabilidad –escritores y lectores- preservar la palabra y hacerla viajar en el tiempo.

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Jorge Castañeda

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