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Noticias mensuales: mayo 2019

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El Dios Caníbal

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En una ocasión, Bayer, orgulloso dios de las tierras de Renania, quiso culminar una fastuosa sala de banquetes construyendo un techo con la madera de un árbol sagrado. Pretendía talar el árbol donde, desde muchos años antes, se reunían las gentes de las aldeas para adorar a la diosa Deméter, la madre Tierra. Cuando lo supieron las dríadas, pequeños seres femeninos que habitaban el árbol, corrieron a solicitar el auxilio de su diosa.

Inicialmente la generosidad de Deméter optó por disuadir a Bayer con buenas palabras y finas maneras pero la respuesta del dios, con el hacha en la mano, era hacer con ella lo mismo que con el árbol. Fue entonces cuando Deméter ordenó a Némesis, la Venganza y a Limos, el Hambre, que vengaran este ultraje. De esta petición nació un monstruo que, cual engendro de tenia, penetró en las entrañas de Bayer de tal forma que desde entonces nada saciaría sus ganas de comer y cuanto más engullera más crecería su hambre.

Preso de un hambre infinita, Bayer mandó unificar todos los campos de sus dominios en un gran monocultivo que produjera su comer. Al demostrarse esto insuficiente, mandó talar, no sólo el árbol sagrado, sino todos los bosques para ampliar sus zonas de cultivos. Pero como la maldición predijo, cuanto más comía, más hambre sentía y a su alrededor, el hambre verdadera, el hambre por no tener nada que llevarse a la boca, hizo presencia entre las gentes del lugar, aunque poco le importó. La fertilidad del suelo, castigado por un tratamiento tan exigente, también disminuía peligrosamente a lo que Bayer respondió con la elaboración de unas pócimas que por un tiempo disimularon el agotamiento. Pero siempre tenía más y más hambre y de nada le sirvió ampliar sus dominios acaparando tierra de otras demarcaciones. El apetito no dejaba de crecer. De hecho, preso de la desesperación de tan enorme hambre, Bayer se comió a su hermano, el dios Monsanto que por alguna extraña razón parecía sufrir una maldición similar.

Bayer, insaciable, terminó comiéndose a sí mismo, poniendo fin así a nuestros tormentos.

Texto de Gustavo Duch publicado en el blog del autor y en Cosechas

Rompamos el tabú del suicidio

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En qué mundo vivimos, que muchos jóvenes prefieren quitarse la vida a vivirla? ¿Qué hacemos tan mal como sociedad para enfermar mortalmente una época vital de rebeldía, de ser indomable casi por obligación, de beber la vida a tragos largos y comerse el mundo a bocados? Son cifras de la vergüenza: el suicidio es la primera causa de muerte entre los jóvenes, incluso por encima de los accidentes. Cifra que podría ser mayor porque, según algunos estudios, un 5% de los siniestros viarios son suicidios encubiertos.

El fenómeno es en toda Europa y especialmente sangrante en los países nórdicos, paradigma de sociedades y democracias avanzadas. Qué contraste con los jóvenes que se dejan la carne y la sangre en muros con alambres de espinos para alcanzar este mal llamado primer mundo nuestro. Qué terriblemente mal lo hacemos para que jóvenes que no tienen nada y valoren la vida por encima de todo y jóvenes que lo tienen todo pierdan las ganas de vivir.

Lo tienen todo…o no. También viven con la amenaza de la precariedad, las altas tasas de paro, la frustración de ser la generación más preparada de la historia que no puede emanciparse, de ver solo callejones sin salida a lo que debería ser un mundo por explorar. Sin embargo, por duro que sea, es insultante compararlo con esas personas que se juegan la vida cruzando el mar a bordo de barquitos casi de papel.

Es nuestro deber devolver las ganas de vivir a esas personas que las han perdido, han renunciado o se las han arrebatado por lo que sea. Debemos hacer una reflexión urgente, seria y en profundidad sobre en qué monstruo estamos convirtiendo nuestro mundo y por qué no podemos hablar de esta lacra social.

Unos años atrás, nadie hablaba de cáncer. Era un tabú escondido bajo “una larga enfermedad” que ya se está rompiendo. Rompamos también con el tabú del suicidio y abordemos el problema de forma clara para ponerle remedio antes de que sea demasiado tarde.

Ángel Juárez Almendros es presidente de Mare Terra Fundació Mediterrània, de la Coordinadora d’Entitats de Tarragona y de la Red de Escritores por la Tierra

Encarar a los fundamentalistas

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Leonardo Boff es teólogo, escritor, filósofo, ecologista y uno de los doce miembros del Comité Honorífico de la Red Internacional de Escritores por la Tierra (RIET). En su artículo de hoy, titulado ’Cómo hacer frente al fundamentalismo’, Boff nos habla desde un punto de vista filosófico sobre cómo combatir el radicalismo. Una de las claves, según él, es “ampliar la comprensión de lo humano mucho más allá de nuestra concreción”.

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La cultura se crea en los pueblos y se destruye en las ciudades

Se busca gente para ir a segar un prau grande. Apuntarse aquí
Dedicado a todas esos políticos que últimamente se les llena la boca con el mundo rural, la despoblación, etc… etc y además pueden prometer y prometen que ellos y ellas son la salvación de nuestros pueblos, eso sí, lo prometen desde sus despachos de ciudad o desde algun tenderete cerca de un parque, ese es el contacto directo que tienen con el medio rural.

De hecho en los pueblos se empeñan en hacer normas “urbanísticas” cuando tendrían que ser normas “ruralísticas”, tienen que oler a pueblo y no ser pequeñas ciudades para disfrute de fin de semana de unos pocos.

Los queremos llenos de vacas, de ovejas, de cabras y que huelan a lo que tiene que oler, no queremos que sean centros de interpretación, ni museos de lo que fue y dejamos morir. Quiero comer el queso de las ovejas de Fidel, disfrutar del rebaño de Mino y Ángel y sentir como los pueblos no se quedan huérfanos de paisanos y paisanas para ir a segar el prao grande, donde se juntan y se ayudan todos los vecinos, que sigan cuidando de los palomares, montes, pajares que ya casi se puede decir que están en extinción.

Quiero sentir la tierra en mis pies, la tierra que dentro de nada nos regalará sus tomates, sus pimientos, sus frutos porque antes la hemos cuidado y mimado como se merece, eso es lo que quiero, ya que nuestros campos tienen sed de utopía.

Por cierto…

La cultura se crea en los pueblos y se destruye en las ciudades
Miguel Delibes

Irma Basarte. Texto publicado inicialmente en el blog de la autora, Un mundo feliz

La mano que se cierra opaca

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Transcribo unos versos del poema “Sobre el tiempo presente” de José Ángel Valente: “Escribo sobre el tiempo presente. / …Escribo sobre la latitud del dolor, / desde lo que hemos destruido / ante todo en nosotros… / …desde el clamor del hambre y del trasmundo, / …desde la mano que se cierra opaca”.

Cuando hay tantas imágenes que conmueven, que mueven a manos abiertas… nos encontramos con manos repletas, cerradas, manos armadas, alzadas… que rehúsan la máxima felicidad de dar, de darse, de compartir, de convivir, de desvivirse en favor de los más vulnerables y menesterosos.

¡Pienso tantas veces en aquella frase que leí hace muchos años en una capilla cerca de Montpellier: “Las mortajas no tienen bolsillos”! La sociedad saciada olvida este hecho fundamental y vive ensimismada, abducida, alejada de la realidad que, de otro modo, podría sonreírle…

No podemos seguir callados, silenciosos, distraídos… cuando cada día mueren de hambre y extrema pobreza miles de personas, la mayoría niñas y niños de uno a cinco años de edad, al tiempo que los poderosos encumbrados y distantes invierten más de 4000 millones de dólares al día en armas y gastos militares.

Es apremiante que, a través de grandes clamores populares presenciales y en el ciberespacio, “Nosotros, los pueblos” –como tan lúcidamente expresa la primera frase de la Carta de las Naciones Unidas- alcemos la voz en favor de un nuevo concepto de seguridad que no sólo atienda a los territorios y fronteras sino a quienes viven en estos lugares y requieren, para una vida digna, las cinco “seguridades esenciales” proclamadas por el multilateralismo democrático y que los grupos plutocráticos (G6, G7, G8, G20) han sustituido por gravísimas carencias: la alimentación, el acceso al agua potable, servicios de salud de calidad, cuidado del medio ambiente y educación para todos a lo largo de toda la vida…

Delito de silencio. Silencio cómplice. Ha llegado el momento inaplazable de cumplir nuestras responsabilidades intergeneracionales. De decir y escribir –ahora que ya podemos expresarnos libremente- el ineludible deber de procurar, juntas las manos y las voces, los cambios radicales que son exigibles.

Estamos ante la transición histórica de la fuerza a la palabra. Como en los versos de Eliane Cevallos (2018), “…daré la vuelta a la esquina del silencio / y escribiré con toda el alma / sintiendo en cada letra / lo que siento”.

Cada ser humano único capaz de crear, nuestra esperanza porque, como proclamó el Presidente Kennedy en junio de 1963 y me alivia mucho repetir, “No hay ningún desafío que se sitúe más allá de la facultad creadora distintiva de la especie humana”.

Texto de Federico Mayor Zaragoza publicado inicialmente en el blog del político, diplomático, poeta y escritor miembro de la RIET