Red Internacional de Escritores por la Tierra (RIET)

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Raúl de Tapia: ‘Los trazos del palmito’

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Raúl de Tapia es biólogo, director de la Fundación Tormes-EB y miembro de la Red Internacional de Escritores por la Tierra (RIET). También es un colaborador habitual del programa ‘El bosque habitado’ de Radio 3 bajo el seudónimo de Raúl Alcanduerca. Una de sus últimas intervenciones en este programa radiofónico se titula ‘Los trazos del palmito’. Si queréis leer más intervenciones de otros autores, lo podéis hacer en la página de Facebook de ‘El bosque habitado’, aunque nosotros lo que realmente os recomendamos es que escuchéis el programa atentamente.

‘Los trazos del palmito’

Su mano dibujaba invisible el perfil. Tras unos segundos, Faxicura tomó su pincel. Una vez mojado, retiró el exceso de tinta sobre el lateral de la piedra rugosa y colocó paralela su mano, sobre el suave papel de arroz. El primer trazo ascendente se vio acompañado de una tríada que miraba al norte. Volvió a tintar los cabellos de lobo y los segundos trazos se dispersaban desde epicentros comunes.

Hasekura Tsunenaga, su nombre original, nunca había visto aquella pequeña palmera. Le recordaba con intensidad al Sotetsu de su Japón natal, que los europeos llamarían un siglo después “Cycas revoluta”.

Sentado sobre una piedra, a las afueras de Sevilla, se iba enamorando del palmito a medida que pintaba. Con un detenimiento innato, recogía los pliegues de sus hojas, como abanicos de verde y cobalto. La tinta las juntaba en una roseta al final del tronco, sonriendo con cautela y pulso firme. Allí se desleían en el hollín de las aguadas, hasta casi desaparecer. Los pequeños dátiles maduraban del carmesí al escarlata para caer en la negrura del tintero, cuando los tejones iban a devorarlos.

Faxicura, primer embajador nipón en la España de 1614, se recuperaba en estas ausencias vegetales de su compleja misión. Aquella humilde palmera, la “Chamaerops humilis”, le trasladaba a la Cyca milenaria del Templo Myôkoku – Ji, junto a Osaka.

Dejó secar su pequeña obra, mientras trataba de atrapar aquel olor a luz de sal y agua de olas. Queriendo dibujarlo solo escribió unos versos:

“No tengo pincel
que pinte las flores del ciruelo
con su perfume”.

(Al maestro arboricultor José Plumed)

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Raúl de Tapia

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