“La mano de obra barata sale cruz si planta cara” ¿A qué obrero de hoy en día no le han “trabajado” el sueldo hasta en un cuarenta ladrones?, es cierto que el porcentaje podría ser aún peor pero realmente es inaceptable y, en seguras mentes, evitable. Soportar las exigencias reguladoras hasta rozar de lleno el “extra-gulamiento” de “esclabismo” encubierto, se ha convertido en una práctica de resignación implantada con aceptación inadmisible, entre los comités de presos de empresa por temor a perder ese impuesto de “te bajo hasta que suba la producción” en el que se amparan los empresarios con pérdidas de harina pero también los apresadores de presas que se pierden en su “arroganancia” de avara codicia para sumar paro, sin reparo, al índice que señala el abismo laboral.
Como si el huevo no fuera de la gallina y la gallina no estuviese fuera del huevo, el proletariado sigue dejando tocarse la cesta de los huevos como si de una gallina desplumada se tratara. No llega a ser consciente de que la cadena de producción, de esclavos izada, no se romperá hasta que cese el recelo a perder lo que ya ni se tiene y a su vez detiene: la seguridad. ¿Hay algo “empleor” que perder el empleo?… ¡pues sí!, la dignidad. Los bucles del estupor y del estoicismo solamente dejarán de marear al colectivo cuando la conciencia frene y la valentía gire la espalda al ritmo mal adecuado. Nadie es imprescindible pero sí necesario. Sin mano de obra resignada, los monos dejarán de colgarse en las chepas y pasarán de hacer la desgracia con sus saltos y muecas agrias, a compartir los plátanos y las lianas. De imprescindibles ninguneados al borde del “escl-abismo” se puede dar el salto al mango de la sartén. El plan B contra la resignación pasa por echar por la borda el miedo a perder. ¡Vamos!…que somos ningunos para ellos y muchos algunos de nosotros.